Un triple en el último segundo

Un triple en el último segundo

A una semana frenética le siguió el alivio de los anuncios del gobierno de Trump. Los efectos de una micropolítica regional activaron una alarma de la geopolítica global. La Argentina tiene recursos y condiciones relevantes para los intereses de Estados Unidos y China.

Daniel Dessein
Por Daniel Dessein 28 Septiembre 2025

Era la noche del 11 de junio pasado. Faltaban dos segundos para el cierre de uno de los cuartos de final de la liga nacional de básquet. El partido estaba empatado en 73 puntos y un jugador de Boca extendía los dedos de sus manos para recibir un pase de un compañero que lo dejaría debajo del aro de Ferro, con altas posibilidades de encestar, para cerrar definitivamente a su favor el marcador. Pocos centímetros antes de que capturara el pase, el tucumano Emiliano Lezcano lo interceptó y desde un extremo a otro de la cancha, cuando ya solo quedaba un segundo para que la chicharra anunciara el final, lanzó con un solo brazo la pelota, que hizo una parábola que recorrió 28 metros y terminó generando tres puntos imposibles.

Lo que pasó en la Argentina, entre el viernes de la semana pasada y el lunes de esta, se parece un poco a ese final electrizante. El viernes 19 cerraba con 678 millones de dólares vendidos, en ese solo día, por el Banco Central. El nivel de ese drenaje de reservas prestadas era el termómetro de la sustentabilidad del plan económico y, por extensión, del Gobierno. Ya se habían perdido 53 millones el miércoles y 379 el jueves para sostener el techo de la banda cambiaria. La proyección indicaba que esta semana el esquema colapsaría y que entraríamos en una inercia financiera dominada por un pánico con reminiscencias de los días más negros de la historia argentina. El economista tucumano Ricardo Arriazu había sintetizado el escenario, con anticipación, en una frase: “Si el dólar se escapa, chau Milei”. A ese ritmo, se cocinaban aceleradamente las horas del adiós.

Desde las tres de la tarde de ese viernes 19 y hasta las diez de la mañana del lunes de esta semana, la vida financiera de nuestro país entró en un limbo temporal. En ese lapso entre las chicharras del mercado, en ese tiempo fuera del tiempo de las acciones de los inversores, los ilusionistas Caputo -tío y sobrino- exprimieron frenéticamente sus contactos en el Departamento de Estado y en el área económica. Las negociaciones estuvieron a punto de quebrarse por la filtración periodística del número que solicitaban los argentinos.

El anuncio salvador, que el Gobierno necesitaba imperiosamente, llegó poco antes de la apertura financiera de un lunes pintado de negro en el imaginario de buena parte de los observadores de nuestra realidad. Minutos antes de las diez, se hizo público el mensaje de Scott Bessent, el poderoso secretario del Tesoro norteamericano, diciendo que su país haría “lo que sea necesario para apoyar a la Argentina”. Poco después los bonos y las acciones saltaron, mientras el dólar y el riesgo país descomprimían los números que reflejaban la crisis de confianza que sufría el gobierno argentino.

Después de un vuelo interminable, la pelota había entrado en el aro.

La vida entre paréntesis

Los resultados del 7 de septiembre en las elecciones bonaerenses desataron la vertiginosa crisis que pudo haber tenido un abrupto desenlace esta semana. Y también su provisoria solución con la ayuda de Donald Trump. Y el motivo, en ambos casos, es el mismo: la posibilidad del regreso del kirchnerismo, y de una Argentina que podría profundizar sus vínculos con China.

El cronograma electoral argentino es un recurrente generador de volatilidad. No solo tenemos elecciones cada dos años. En los años impares se agregan primarias -como las de 2023- o desdoblamientos -como el de las elecciones bonaerenses- que abren grandes interregnos en los que el futuro se apaga y el presente adquiere una densidad insoportable, marcado por bandazos en su economía y su política.

La estrategia karinista de nacionalizar el conjunto de elecciones municipales de la provincia de Buenos Aires terminó gestando un pedido de ayuda in extremis a Trump. Este refrendó su apoyo en una reunión de pasillo, durante un coffee break de la asamblea de las Naciones Unidas, en la que el presidente norteamericano, creyendo que Javier Milei se encaminaba a comicios en los que se decidía su reelección, manifestó ante las cámaras su decidido apoyo al mandatario sudamericano, destacando el “fantástico” - adjetivo talismán trumpiano- trabajo que estaba haciendo.

Una pieza en el gran tablero

El aleteo de una mariposa en el conurbano bonaerense obligó, en el otro extremo del continente, a una intervención de urgencia del líder de la primera potencia mundial. Los efectos de una micropolítica regional encendieron una alarma de la geopolítica global.

Más allá de la afinidad personal, y de la apuesta temprana que exteriorizó Milei por Trump, el gobierno libertario es su único aliado de envergadura dentro del mapa latinoamericano. México, Brasil, Colombia, Venezuela, Chile y Uruguay tienen –en distintos grados y estilos- gobiernos de izquierda. Un traspié estrepitoso del gobierno argentino hubiese generado una señal complicada en un escenario en el que se desarrollarán procesos electorales clave en muchos de estos países, y en otros. Bolivia tendrá un presidente electo de derecha a partir del ballotage del 19 de octubre. Chile puede tener un mandatario de similar signo a partir de noviembre. Colombia, en mayo. Y Brasil, con un candidato bolsonarista en la competencia, en octubre del año próximo. Sudamérica puede registrar un viraje ideológico en los próximos trece meses.

Nuestro país tiene recursos y condiciones relevantes para los contendientes de la nueva bipolaridad. Tierras raras para la industria tecnológica; frío, desregulación y capital humano para la conservación de datos para empresas de IA; litio y cobre para baterías; unas de las mayores reservas de hidrocarburos no convencionales y de agua del planeta; alimentos para “ocho Argentinas”.

Este conjunto de factores, inversión mediante, podrían triplicar la generación de dólares en un lustro. El presidente que gane la elección en 2027 puede heredar la inminencia de ese porvenir auspicioso. El desafío del país es llegar a esa “tierra prometida” sin descarrilar en el intento.

El mayor predictor del éxito de ese tránsito es la capacidad de contar con dólares que construyan un puente hacia ese futuro. El gobierno mileísta construyó el primer tramo con la cosecha récord del primer semestre de 2024. Recurrió al blanqueo para el segundo. El Fondo Monetario proporcionó un préstamo para el tercero. Y el Tesoro norteamericano, en el minuto dramático en que parecía que el puente se desmoronaba, anunció el financiamiento del nuevo tramo.

Alcanza, seguramente, para llegar a las elecciones del 26 de octubre con la foto de una inflación y un dólar controlados, como reflejo de una estabilidad que el Gobierno busca plebiscitar en las urnas. No es seguro que alcance para ganar.

Bessent o Perón

La disyuntiva actual no es la misma que planteaba Perón, resaltando como antagonista al embajador norteamericano Spruille Braden, en el preludio de las elecciones de 1946. No es la misma pero rima. La injerencia estadounidense en la política nacional, con el respaldo “completo y total” de Trump a una imaginaria reelección de Milei, se parece mucho.

Bessent vive sus presiones internas. Un fotógrafo de AP captó la pantalla de su celular con un whatsapp en el que le trasladaban el reclamo de los productores norteamericanos por la asistencia a la Argentina. “Eliminaron los aranceles y vendieron una gran cantidad de soja a China en el momento en el que normalmente estaríamos vendiéndole”, plantearon.

El nuevo embajador norteamericano en la Argentina, Peter Lamelas, debuta con polémicas. En su audiencia de nominación ante el Senado de su país, dijo que se encargaría de que Cristina Kirchner “recibiera la justicia que se merece”. Una metida de pata que le hubiera valido un cero en el examen del servicio exterior, de haberlo rendido.

El kirchnerismo tiene, en este aspecto, un eslogan servido en la previa electoral. La duda es si los argentinos siguen conservando los niveles de rechazo a los Estados Unidos que, durante muchos años, nos colocaban en la cúspide de las mediciones realizadas en América latina. Sondeos de los últimos 18 meses -de Pew Reasearch, D´Alessio y Latinobarómetro- muestran la consolidación de una mirada más pragmática que tiende a valorar el actual alineamiento internacional.

Desde este jueves, el Gobierno cuenta con un dato contundente para enrostrar a quienes sostienen el discurso k. El Indec marcó que el primer semestre de este año registra casi nueve puntos de caída de la pobreza contra el mismo período del último año de gobierno de Alberto Fernández-Cristina Kirchner. Este es el mejor argumento del oficialismo para resaltar el efecto social del combate a la inflación combinado con la política de administración de las AUH.

El dato de pobreza coexiste con encuestas que indican que uno de cada dos argentinos “no llega a fin de mes”, fundamentalmente por aumentos de ingresos que no compensan el crecimiento de los gastos fijos. “Para este segmento el mes se termina el día 20”, apunta el especialista en consumo Guillermo Oliveto. El calendario electoral juega en contra del Gobierno. Se vota el 26.

Semanas finales

Quedan cuatro semanas para el domingo electoral. A las seis de la tarde sonará la chicharra que marcará el final para la posibilidad de introducir nuestras boletas en las urnas. Y arrancará una tensa espera hasta que, mientras se extingue la tarde y se abre la noche, el anuncio de los resultados empiece a configurar una primera imagen del futuro. Se insinuará un nuevo lunes en el que se clarificará, un poco más, hacia dónde vamos.

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