Errores, nervios y descontrol: por qué Atlético perdió el partido y la calma ante San Lorenzo
La derrota 2-1 en el Monumental reflejó una fractura anímica. San Lorenzo fue más sereno, mientras que Atlético se devoró a sí mismo entre la ansiedad, los silbidos y el peso de su propio conflicto interno.
ENOJO. Los plateístas despiden a los jugadores con una catarata de insultos luego de la derrota contra San Lorenzo. LA GACETA / Osvaldo Ripoll
La presión fue el jugador n°12 de San Lorenzo. No tenía piernas ni goles, pero asfixió a Atlético. La imagen más clara se vio a los 66’: ya en desventaja en el marcador, Matías Mansilla intentó sacar rápido desde el fondo. Alexis Cuello se cruzó por delante para interrumpir la acción y el arquero le devolvió con un pelotazo directo al cuerpo del delantero del “Cuervo”. Esa escena explicó todo: Atlético estaba desesperado, sin ideas, atrapado por la ansiedad de revertir el resultado.
San Lorenzo, en cambio, entendió el contexto y supo leer la diferencia emocional entre ambos equipos. El manojo de nervios terminó devorando al “Decano”. Y el “Cuervo”, fiel a su apodo, le sacó los ojos y se llevó un triunfazo del Monumental “José Fierro” por 2-1.
La presión fue un arma de doble filo para Atlético. El equipo dirigido por Lucas Pusineri mostró sus dos caras: la del impulso inicial, cuando salió a comerse la cancha en los primeros 10 minutos (lo que duró hasta el gol de Marcelo Ortiz), tras un recibimiento hostil con silbidos y billetes en referencia a la polémica por el reclamo de premios; y la del desconcierto posterior, cuando empezó a fallar decisiones, a dudar y a perder el control de la pelota hasta quedar en desventaja. Esa segunda faceta predominó durante casi todo el partido y dejó tres cuestionamientos clave.
1- Aunque Atlético comenzó en ventaja, no supo aprovechar su buen momento ni mantener la diferencia. El equipo se fue desmoronando poco a poco, cediendo la pelota y perdiendo la iniciativa con la que había empezado. Es un síntoma repetido en los últimos encuentros, cada vez más inexplicable, porque ocurre incluso cuando parece tener el partido bajo control. San Lorenzo, ante ese escenario, se adelantó con poco: remates de media distancia y la chispa de Facundo Gulli bastaron para incomodar al “Decano” y para ponerlo contra las cuerdas.
2- Matías Mansilla completó una de sus peores actuaciones con la camiseta de Atlético. Mostró inseguridad bajo los tres palos y mucho desconcierto en las pelotas aéreas; una fragilidad que derivó en el empate (al intentar despejar un córner, le erró al cálculo y terminó golpeando a Cuello). Tras la revisión del VAR, Bruno Amiconi cobró penal y el propio delantero convirtió el 1-1. Y eso no fue la única falla que mostró el arquero en la noche de 25 de Mayo y Chile. En el gol de Nicolás Tripichio no mostró la reacción necesaria para despejar la pelota, en un cabezazo que parecía simple. El ex Estudiantes, otra vez, quedó en deuda y no pudo sostener al equipo en el momento más crítico.
3- Nadie ocupó el rol de líder. Leandro Díaz, si bien utilizó la cinta de capitán, perdió la cabeza rápidamente frente a los insultos y a los cuestionamientos de los hinchas. Al finalizar el primer tiempo, se cruzó con un grupo de simpatizantes; y al cierre del encuentro, le pidió a un encargado de seguridad que le abriese la puerta para ir a increparlos. Una escena surreal que llamó la atención de todos (porque el auxiliar estuvo a punto de abrir la puerta y provocar un caos incluso mayor. Pero no fue el único responsable: el resto de sus compañeros tampoco mostraron el carácter necesario para pasar página y quedarse con el triunfo. La apatía los dominó por completo y quedaron sin ninguna respuesta. El medio campo se mostró errático y la zaga central evidenció serios problemas para controlar a Diego Herazo, un delantero que complicó sustancialmente, sólo en base a su velocidad.
El motivo por el que Atlético terminó de rodillas contra San Lorenzo
Atlético no perdió solo por errores puntuales ni por desajustes tácticos: perdió porque se quebró desde adentro. Lo que empezó como una reacción de orgullo se transformó en un nudo de nervios que terminó ahogándolo. No hubo temple para resistir ni cabeza fría para recomponer el juego. El Monumental, que tantas veces fue refugio, se volvió un espejo incómodo que reflejó las dudas, la desconfianza y el desgaste de un equipo que, hoy, parece jugar más contra sí mismo que contra el rival.























