Padres, hijos y pantallas: ¿cómo ayudarles a que el equilibrio sea como la alimentación?

El especialista en Educación Juan María Segura afirma que actualmente el desafío “es aprender a habitar el mundo digital con criterio”.

NUEVAS GENERACIONES. Juan María Segura aconseja un diálogo abierto y fluido sobre el uso de la tecnología. NUEVAS GENERACIONES. Juan María Segura aconseja un diálogo abierto y fluido sobre el uso de la tecnología.

En una realidad en la cual estar conectado ya no es una opción, sino una condición de época, la educación enfrenta un desafío inédito, el de acompañar a niños y jóvenes en una cultura digital que avanza más rápido que las instituciones y los adultos. Así lo analiza Juan María Segura, especialista en Educación y analista de los cambios que atraviesan los sistemas escolares, quien reflexiona sobre el papel de la escuela y, sobre todo, el de los padres en este nuevo escenario.

El análisis surge en un momento en el que los jóvenes también empezaron a plantearse el tema, como la escuela municipal Gabriela Mistral, donde alumnos de quinto año ganaron un premio por su proyecto “Territorio Digital ¿Quién tiene el control?”, que propone un uso saludable del celular dentro del espacio escolar. En la misma línea, estudiantes del colegio Nicolás Avellaneda, en Aguilares, participarán de la instancia internacional de la feria de ciencias, con “El cronómetro de una generación”, una iniciativa que investigó el tiempo de uso de pantallas de celulares en adolescentes y su impacto social.

“La desconexión digital es un emergente de época”, dice Segura en ese marco.

Y amplió: “En la era de la cultura digital, estar conectado es tan normal como lo era no estarlo antes. En lugar de crear espacios sin pantallas, la escuela debería trabajar sobre los hábitos que permiten sostener la atención, la templanza y el significado. Allí se debe meter la cabeza: en cómo usamos el tiempo de conexión, no en negarlo”.

Escuela como tecnología

Para Segura, el debate sobre si hay que incorporar o no herramientas digitales al aula está mal planteado. “La escuela es, en sí misma, una tecnología. No habría escuela ni estudiantes sin tecnología. Lo que debemos repensar es el modo en que se generan los aprendizajes dentro de una estructura que ya no responde a los hábitos actuales”, sostiene.

En esa línea, subraya que los límites entre lo analógico y lo digital se desdibujaron. “Las nuevas generaciones son ‘phigital’. Es decir, sus vidas transcurren entre ambos mundos, sin distinguir fronteras. No tiene sentido levantar peajes ni crear experiencias que separen lo que ya está fusionado. Lo importante es aprender a transitar ese puente con sentido y conciencia”.

Un equilibrio posible

El experto propone pensar el equilibrio digital como algo similar a la alimentación. “Un poco de cada cosa, muchos colores, sin atracones”, ejemplifica. No obstante, también reconoce que todavía no existe una receta clara.

“Los adultos que deberían orientar a los chicos están tan desorientados como ellos. Internet apareció hace poco más de 30 años, los smartphones hace 18, y la inteligencia artificial, apenas hace tres. Es lógico que todavía estemos aprendiendo a convivir con todo esto”, aseguró.

Autogobierno

Segura plantea que la verdadera meta educativa no pasa por restringir o prohibir, sino por desarrollar autoconocimiento y autogobierno. “El objetivo más profundo de cualquier diseño educativo es ese: formar personas capaces de gobernarse a sí mismas. Si logramos eso, las tecnologías no serán una amenaza sino una oportunidad”, afirma.

Y en este sentido, el rol de los padres se vuelve clave con un diálogo abierto y fluido en lugar de control. Es que el punto más delicado -y el más urgente- es el lugar que ocupan las familias en este proceso.

“Padres y madres están atravesados por la misma lógica que los docentes. También ellos lidian con su propio proceso de adecuación a la época”, explica Segura.

Por eso, el especialista advierte que el control rígido o el discurso moralista ya no funcionan. “Padre y madre deben crear espacios confiables e inteligentes de diálogo, donde se intercambie información y experiencias sin que los chicos sientan que están siendo juzgados. No se trata de bajar línea, sino de acompañar”, sostiene.

¿El motivo? El especialista imagina que la vida digital en los próximos cinco a 10 años más habrá más tecnologías de la información, más población, más conectividad, más ubicuidad, más actividades en modalidad remota o, como mínimo, híbridas, y más desorden disruptivo. “En ese mundo habrá mayor demanda de trabajos vinculados a las nuevas tecnologías (especialistas en big data, ingenieros de fintech, especialistas de IA y machine learning) y menor demanda de trabajos repetitivos (cajeros, asistentes y secretarios, contadores, auditores, conductores). Las habilidades de mayor demanda serán alfabetización digital, IA y big data, ciberseguridad y pensamiento creativo”, indica.

En un mundo en el cual las pantallas median casi todos los vínculos, Segura propone correrse de la mirada nostálgica y mirar hacia adelante. “El desafío no es desconectarse del mundo digital, sino aprender a habitarlo con criterio. Y eso, como todo aprendizaje, empieza en casa”, reflexiona.

“No es sólo el tiempo, sino el tipo de estímulo lo que impacta”

Ángela Nakab, médica especialista en pediatría y adolescencia advirtió que el uso excesivo de pantallas en los primeros años de vida tiene consecuencias cada vez más visibles en el desarrollo infantil. “Estamos viendo muchos niños con retrasos en el lenguaje, dificultades para sostener la atención o para interactuar con otros chicos”, explicó en declaraciones a LG Play.

“No se trata sólo de que hablen más tarde, sino de que les cuesta mirar a los ojos, seguir consignas simples o sostener una conversación. Todo eso está muy relacionado con la exposición temprana a pantallas”, especificó.

La pediatra, además afirma que el problema no pasa únicamente por el tiempo de uso, sino también por el tipo de estímulo que reciben. “Los contenidos audiovisuales son muy rápidos, muy luminosos, y el cerebro del niño pequeño no está preparado para procesar ese ritmo. Lo que termina ocurriendo es una especie de hiperestimulación constante que interfiere con su capacidad de concentración y de juego simbólico”, señala.

Juego libre

Según la médica, el juego libre, el contacto con otros niños y las experiencias sensoriales reales son fundamentales en esta etapa. “Cuando un niño toca, huele, manipula objetos, aprende de una manera que ninguna pantalla puede reemplazar. Pero cada vez hay más chicos que pasan más horas frente a dispositivos que explorando el mundo con sus manos”, comentó.

Por otra parte, Nakab observó que muchos padres usan las pantallas como recurso para calmar o entretener, especialmente en contextos de cansancio o estrés.

“Lo entiendo, porque la crianza hoy es muy demandante y muchas familias están solas. Pero es importante saber que cuando un niño está en una pantalla, deja de interactuar con el entorno. Y eso tiene un costo emocional y cognitivo a largo plazo”, advierte.

Por eso, la pediatra recomienda postergar el uso de dispositivos hasta después de los dos años y, cuando se introduzcan, hacerlo siempre de manera acompañada. “No es lo mismo mirar algo juntos, conversando sobre lo que aparece en la pantalla, que dejar al niño solo frente al celular. La diferencia es enorme: la mediación del adulto transforma la experiencia y puede convertirla en un momento de aprendizaje compartido”, enfatizó.

Estimulación

Nakab explicó que el desarrollo del lenguaje es un proceso natural que debe ser estimulado desde los primeros meses.

No obstante, después del año de vida más que contar palabras, lo importante es observar la intención comunicativa y el contacto visual. “Si se notan retrasos o dificultades, se debe consultar al pediatra, que podrá orientar sobre estimulación, lectura o derivaciones a fonoaudiología”.

Y sentenció: “Las pantallas no sustituyen esa estimulación, los chicos aprenden a hablar mirando rostros, escuchando voces, siendo contenidos y jugando”.

“Hay que hallar un equilibrio entre la modernidad y lo que se hizo bien antes”

Integrar las nuevas tecnologías sin perder lo esencial es el reto que plantea Victoria Desjardins, directora de Educación de Yerba Buena, al reflexionar sobre cómo acompañar a los estudiantes en una era hiperconectada.

CLAVE. Recomiendan encontrar armonía entre el uso de pantallas y el aprendizaje tradicional. CLAVE. Recomiendan encontrar armonía entre el uso de pantallas y el aprendizaje tradicional.

“La desconexión digital es un tema importante a tratar dentro de las instituciones educativas y todavía no se le da la importancia necesaria. En general, todas las políticas actuales tienden a propiciar el uso de la tecnología, y ya estamos del otro lado: hay un exceso de digitalización que hace perder cosas muy valiosas de la vieja escuela”, advierte.

Desjardins considera que ese desequilibrio ya tiene consecuencias visibles. “Lo vemos en alumnos de secundaria que no saben cómo usar una hoja de papel. No comprenden la función de los renglones, escriben los nombres en cualquier lugar o dan vuelta las hojas. Esa pérdida de la motricidad fina y de la comprensión de las normas más elementales es muy grave”, plantea.

La directora señala que las capacitaciones en inteligencia artificial y tecnología no debería borrar los fundamentos del aprendizaje tradicional. “Obviamente hay que incorporar las nuevas tecnologías al aula, pero sin perder de vista la lectura y la escritura a mano. No se trata de elegir entre una cosa u otra, sino de encontrar un punto medio. ‘Lo viejo funciona’ y lo necesario es hallar ese equilibrio entre la modernidad y lo que la escuela supo hacer bien durante décadas”, observa.

Además, Desjardins señaló que la hiperconectividad afecta no sólo a los alumnos, sino también a docentes, preceptores y familias. “Vivimos con el celular en la mano las 24 horas, y eso rompe los límites del tiempo laboral y personal. Los padres muchas veces exigen respuestas inmediatas fuera del horario escolar, como si todo fuera urgente. Y eso genera una lógica de saturación permanente”, explica.

Desde su mirada pedagógica, rescata el valor del proyecto de los estudiantes de la escuela Gabriela Mistral, que abordaron precisamente la desconexión digital. “Me parece muy valioso lo que hicieron. Ellos pusieron el foco en algo que estamos perdiendo: el vínculo con el otro. Eso también se enseña, y es parte del aprendizaje emocional”.

Desjardins subraya, no obstante, que las prohibiciones no bastan. “Es fácil hacer una ley que diga que está prohibido usar el celular, pero en muchas escuelas el teléfono es el único recurso que el chico tiene para acceder a la información. Entonces, si lo prohibís, ¿qué ofrecés a cambio? No se trata de eliminar, sino de regular y acompañar”.

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