Cartas de lectores: Hans Selye y el arte de convivir con el estrés

Hace 21 Hs

El 10 de octubre, Día de la Salud Mental, LA GACETA publicó un oportuno artículo sobre el cuidado frente al estrés. Tal vez sea un buen momento para detenernos y recordar cómo nació este concepto. Hans Selye (1907-1982) nació en Viena, entonces parte del Imperio austrohúngaro. Médico formado entre Europa y Canadá, describió por primera vez el estrés a mediados del siglo XX. Jamás imaginó que aquel concepto terminaría siendo uno de los protagonistas centrales de nuestra vida actual. Selye observó que todos los organismos, desde ratones de laboratorio hasta trabajadores exhaustos, respondían a las exigencias del entorno con un patrón fisiológico que se repetía. A ese fenómeno lo llamó síndrome general de adaptación. No tomó el término de la psicología, sino de la física y la ingeniería. En esos campos, stress designa la fuerza que se aplica sobre un material, mientras que strain es la deformación resultante. El paralelismo era evidente: el cuerpo, sometido a exigencias externas o internas, responde adaptándose... hasta que ya no puede. La palabra estrés proviene del latín stringere, que significa apretar, tensar, comprimir, y es exactamente lo que hace la vida moderna. Pasaron décadas, generaciones, revoluciones tecnológicas, crisis económicas e incluso una pandemia. Y la observación de Hans Selye sigue allí, intacta y vigente. Él fue claro en algo fundamental: no todo el estrés es malo. El problema aparece cuando se vuelve crónico. Entonces deja de ser un estímulo adaptativo para transformarse en un fenómeno biológico que impacta de lleno sobre el aparato cardiovascular: activación simpática persistente, aumento de catecolaminas, hipertensión, inflamación crónica, disfunción endotelial y mayor riesgo de eventos cardiovasculares. Ese es el llamado distrés sostenido. El corazón, como cualquier estructura orgánica sometida a tensión constante, paga el precio cuando la carga supera su capacidad de adaptación. Después de la pandemia quedamos sumergidos en una tensión de fondo, dada por la incertidumbre, la vida organizada a la fuerza, el trabajo desde el hogar. Y cuando intentamos volver a la normalidad, nada fue exactamente igual que antes. El interrogante entonces es inevitable: ¿qué hacemos con este estrés que nos acompaña a diario? La respuesta no es eliminarlo -porque no podemos vivir sin estrés-, sino aprender a convivir con él sin que nos domine. Bajar un cambio con gestos sencillos: pausas reales, higiene digital, actividad física, conversaciones cara a cara. En la Argentina, el doctor Daniel López Rosetti, cardiólogo y jefe del Laboratorio de Estrés del Hospital de Clínicas “José de San Martín”, se ha convertido en una de las voces más claras sobre este tema. Con años de investigación, nos recuerda que el estrés no es una enfermedad, sino un mecanismo de adaptación, y que somos nosotros quienes, por exceso de demanda o mal manejo, podemos transformarlo en un problema de salud. Volviendo a Hans Selye, su aporte a la medicina fue tan profundo que fue nominado en 17 oportunidades al Premio Nobel de Medicina y Fisiología entre las décadas de 1940 y 1950, aunque nunca le fue otorgado. Fue, sin dudas, una gran injusticia: su descubrimiento cambió para siempre nuestra comprensión del vínculo entre cuerpo y tensión, entre vida y adaptación. A veces, como ocurre con tantas figuras -Borges, por ejemplo-, el reconocimiento no llega en forma de medalla, sino en la vigencia de sus ideas. Hans Selye, más que nunca hoy, sigue iluminando ese camino. En cardiología lo vemos a diario: corazones que fallan de golpe, otros por desgaste; por presión sostenida, por no tener nunca un verdadero descanso. El estrés no figura como diagnóstico principal, pero está detrás de muchas historias clínicas.

Juan L. Marcotullio                           

Marcotulliojuan@gmail.com

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