14 Marzo 2006
DESPEDIDA. César Soto, con su padre, frente a la tumba de Paulina. LA GACETA / HECTOR PERALTA
Tenía la mirada perdida, empañada. Frente al cajón donde estaba su hija, Alberto Lebbos quebró el silencio del cementerio Jardín del Cielo. "Este sacrificio de Paulina no va a ser en vano. Nos comprometemos a que cese la violencia hacia las mujeres", expresó, y agradeció a los miles de personas que concurrieron al sepelio. Bajó la mirada. Soltó unas lágrimas. Y siguió: "no voy a bajar los brazos. Los responsables deben pagar por esto. No nos van a ganar los malos. Sentimos la fuerza, la energía y el amor de los que nos acompañan. Los queremos. Gracias". Al grito multitudinario de "justicia" se selló la despedida a la joven asesinada.
Desde temprano se vivieron escenas desgarradoras durante el velatorio. Amigos, conocidos, familiares, funcionarios del Gobierno y hasta curiosos llegaron a darle un abrazo al padre, a la madre y a los cuatro hermanos de Paulina. Hasta los desconocidos se emocionaron y rompieron en llanto. A las 17, cuando se retiró el cuerpo de la sala, el aplauso se generalizó, al igual que el pedido de esclarecimiento del crimen.
A lo largo de unas cuatro cuadras se extendió la caravana, y una multitud esperaba a Paulina a las puertas del cementerio. En su mayoría la gente estaba conmocionada y aterrada por lo que le sucedió a la muchacha. "Nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie. No es que los padres no cuidemos a nuestros hijos. El mundo es muy grande. En sus pocos años de vida Paulina hizo mucho. Fue madre, y eso tiene un gran valor. Ella no va a partir, nos va a acompañar en esta lucha", dijo Nélida de Lazarte, allegada a la familia. "Mi hija era amiga de Paulina. Estoy muy atemorizada. Era una excelente chica, tan llena de vida...", comentó Bladi Corbalán, vecina de los Lebbos. Los rezos por la joven eran incesantes. Cuando colocaron el ataúd en tierra, los gritos de dolor y desesperación envolvieron la escena, que se cerró cuando una de las hermanas recitó un poema. "Te imagino dormida. Te sueño todavía. Te agradezco tu dulce compañía. Te amo Paulina", fueron algunas de las frases que pronunció.
Llegó temprano a la sala velatoria, para despedirse de quien había sido su novia durante seis años. Pero no lo dejaron entrar. César Soto, padre de la hija de Paulina Lebbos, permaneció toda la mañana en la puerta porque la familia de la joven le prohibió el ingreso. Se fue en colectivo hasta el cementerio. Esperó que terminara el sepelio y entró para darle el último adiós a su amor, según dijo. "No puedo creer que sea ella. Si llegara a ser, siento que pide que pueda estar con mi hija", contó. El padre del joven, Agustín Soto, dijo que fue injusto que no lo dejaran despedirse. "El padre de ella nos trata como si César fuera un cómplice de lo que le pasó. Mi hijo la amaba", expresó.
Desde temprano se vivieron escenas desgarradoras durante el velatorio. Amigos, conocidos, familiares, funcionarios del Gobierno y hasta curiosos llegaron a darle un abrazo al padre, a la madre y a los cuatro hermanos de Paulina. Hasta los desconocidos se emocionaron y rompieron en llanto. A las 17, cuando se retiró el cuerpo de la sala, el aplauso se generalizó, al igual que el pedido de esclarecimiento del crimen.
A lo largo de unas cuatro cuadras se extendió la caravana, y una multitud esperaba a Paulina a las puertas del cementerio. En su mayoría la gente estaba conmocionada y aterrada por lo que le sucedió a la muchacha. "Nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie. No es que los padres no cuidemos a nuestros hijos. El mundo es muy grande. En sus pocos años de vida Paulina hizo mucho. Fue madre, y eso tiene un gran valor. Ella no va a partir, nos va a acompañar en esta lucha", dijo Nélida de Lazarte, allegada a la familia. "Mi hija era amiga de Paulina. Estoy muy atemorizada. Era una excelente chica, tan llena de vida...", comentó Bladi Corbalán, vecina de los Lebbos. Los rezos por la joven eran incesantes. Cuando colocaron el ataúd en tierra, los gritos de dolor y desesperación envolvieron la escena, que se cerró cuando una de las hermanas recitó un poema. "Te imagino dormida. Te sueño todavía. Te agradezco tu dulce compañía. Te amo Paulina", fueron algunas de las frases que pronunció.
El novio no pudo entrar al velatorio
Llegó temprano a la sala velatoria, para despedirse de quien había sido su novia durante seis años. Pero no lo dejaron entrar. César Soto, padre de la hija de Paulina Lebbos, permaneció toda la mañana en la puerta porque la familia de la joven le prohibió el ingreso. Se fue en colectivo hasta el cementerio. Esperó que terminara el sepelio y entró para darle el último adiós a su amor, según dijo. "No puedo creer que sea ella. Si llegara a ser, siento que pide que pueda estar con mi hija", contó. El padre del joven, Agustín Soto, dijo que fue injusto que no lo dejaran despedirse. "El padre de ella nos trata como si César fuera un cómplice de lo que le pasó. Mi hijo la amaba", expresó.
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