"Bergoglio es un servidor de los humildes", dice un sacerdote pobre

El padre Fagetti integró el grupo de religiosos que se entrevistó con el Sumo Pontífice este viernes, dos días después de la fumata blanca

CERCA DEL PAPA. El padre Fagetti conoció a Bergoglio misionando en la Capital y ahora lo acompaña en la plaza de San Pedro. CERCA DEL PAPA. El padre Fagetti conoció a Bergoglio misionando en la Capital y ahora lo acompaña en la plaza de San Pedro.
Viajan a dedo, viven de la caridad (es decir: si la gente les da comida, comen; si no, no), misionan permanentemente y disfrutan de comodidades mínimas: entre sus únicas pertenencias están los hábitos, la mochila, la Biblia y la bolsa de dormir. Sí, son pobres, y muy felices entre los humildes. Es quizás por eso que entre los hermanos y las hermanas de la Comunidad del Cordero y el Papa Francisco existe un vínculo especial. Ellos se ajustan a lo que anhela el Pontífice argentino, según ha dejado entrever con gestos y palabras: una Iglesia pobre y con los pobres.

El padre Juan Fagetti mira las ventanas altas de El Vaticano y quizás imagina a Jorge Bergoglio detrás de ellas. No lo dice. Tal vez porque todavía le cuesta creer que ese hombre que los iba a visitar a pie al convento del barrio porteño de Constitución, en Buenos Aires ("para aprovechar la caminata y rezar el rosario", cuenta), desde el miércoles sea, nada más y nada menos, que el Sumo Pontífice, el sucesor del apóstol Pedro, en definitiva, la cabeza de la Iglesia Católica.

Cuando a Juan se le pregunta en qué momento nació el vínculo con Francisco responde con un "ufff" y hace un gesto con la mano para dar a entender que ha pasado mucho tiempo. "Nosotros estábamos en Laf errére y sentimos que también debíamos misionar en Capital Federal. Por medio de la diócesis de San Justo nos pusieron en contacto con Bergoglio. Parece que él también tuvo la misma intuición. Porque nos gestionó el lugar en Constitución en el que hicimos los conventos (uno para las hermanas y otro para los hermanos)", recuerda y sonríe entre su barba medio colorada.

Compartir la sonrisa

Juan está parado casi en el medio de la plaza de San Pedro, donde hoy se realizará la multitudinaria misa con la que el Pontífice argentino asumirá su cargo. Lleva su hábito celeste, un saco azul y sencillo, y un enorme rosario con cuentas de madera. A su alrededor, un grupo de religiosas vestidas con hábito del mismo color se prepara para hacer un pic-nic. Sí, un pic-nic en El Vaticano. Y de una bolsa sacan algunos sándwiches y termos con té y café. Los hermanos y las hermanas de la Comunidad del Cordero son así: sencillos, espontáneos, transparentes y, a pesar de su pobreza, alegres, sonrientes y generosos (si bien es poca la comida que poseen, se la ofrecen a este cronista). Y unos minutos con ellos bastan para generar un terremoto en el alma: no tienen casi nada material, pero reparten unas sonrisas enormes, lo suficientemente grandes como para poner todo en perspectiva y hacer que uno tome conciencia de que a veces se amarga por cuestiones que no tienen importancia real.

A solas con él

Durante varios años, el vínculo entre estos religiosos y el entonces arzobispo de Buenos Aires se fue fortaleciendo. "En el trato cotidiano era tal como se lo ve ahora: un hombre simple, humilde, muy fraterno y muy padre. Sus palabras siempre llegaron al corazón. Y su ejemplo, también. A veces te lo cruzabas en el subte o ibas a una iglesia de barrio en la que él estaba por dar misa y lo veías llegar en colectivo. De hecho, lo que la gente destaca de él ahora como Papa es lo que siempre fue", asegura Juan.

Estos religiosos no sólo misionan en Buenos Aires, sino que también están en Santiago de Chile (allí vive una hermana tucumana, Lucía Macome), en Estados Unidos, en Francia, en Austria, en Polonia, en España y en Roma. De hecho, Juan pasa sus días desde hace bastante tiempo en un convento en el sur de Francia, cerca de Toulouse (la comunidad fue creada por un sacerdote franciscano y una religiosa dominica en Francia con el objetivo de volver a lo esencial de la vida religiosa: la misión, la oración y la humildad).

Pero a pesar de la distancia física, su vínculo espiritual con Bergoglio no se cortó. "Cada tanto nos mandamos cartas. La última fue en octubre. También me lo encontré acá, en Roma, el 28 de febrero, cuando vino a despedir al Papa Benedicto XVI. Estuvimos charlando bastante, porque él siempre se interesó por las personas. Nunca dejó de preguntarnos por nuestros caminos personales", confió el sacerdote Juan Fagetti.

Por si todo esto fuera poco, Bergoglio, el hombre que en el pasado los ayudó a instalarse en Buenos Aires, los recibió a todos en El Vaticano el viernes, ya convertido en Sumo Pontífice. Estos religiosos y religiosas pobres tuvieron el privilegio de conversar durante media hora a solas con él, como en los viejos tiempos de Buenos Aires. Pero, a pesar de la insistencia, Juan prefiere no revelar el contenido de la charla. Eso sí, antes de unirse al pic-nic en la plaza de San Pedro, accede a ensayar una definición del Pontífice argentino. Y es contundente: "el Papa es un servidor humilde".

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