Cafés, desquiciados y la cultura del latigazo

Varios cafés, tantos como ítems, fuertes, suaves, lavados: los irascibles que se van a la B, la Presidenta acusando a la Justicia por la inseguridad, los "azules" que agreden sin razón, el hincha asesinado, los fiscales que desconfían de la Policía y prefieren gendarmes, los otros, siempre el resto, nunca nosotros. Alguien plantea: "sos argentino, ¿qué papel te gustaría hacer, el de Jim Caviezel (La Pasión) sufriendo latigazos o el de Bruno Ganz (La caída) haciendo de desquiciado?"

- Hay trampa, el argentino seguro va por el segundo.

Aquí todos son pícaros; nadie quiere parecer estúpido o ingenuo. Sufrir por el otro, no, qué va. Que padezca sin ayuda. El padecimiento es ajeno, nunca propio. El menos católico, pero que festejó la elección de Bergoglio como un gol en tiempo de descuento a los brasileños, responde: latigazos no. "Hitler, menos", agrega. "Buen actor sí, loco real no", tercia otro tratando de mostrarse serio.

- Todos somos actores o hipócritas: el político prometiendo, el jugador que inventa una falta, el policía haciéndose el malo, el juez fallando siempre, el que coimea, el fanático que primero es leal y que después traiciona.

¿Cuál es la diferencia? Sigue la rutina cafetera, como las soluciones express a los dramas mundanos. Esa mesa analiza los problemas de los otros, cual extraterrestre. Observa, no participa, los "jodidos" están afuera, tras la ventana. "Macho, todo es una locura, el cepo, el dólar, la inflación, la inseguridad, el Indec, el fútbol, la timba, la joda y la política", dice un desencantado soltando una pitada prohibida. "Yo voto a Cristina", grita uno con una frase que parece no tener sentido; pero la tiene. A él le va bien. "Para Perón sería una imberbe", salta el doctrinario atrapado en los setenta. El "gorila" aporta: todo está mal. Y hay más para seguir acusando: santos y decanos, millonarios y bosteros, zurdos y derechosos, unos contra otros, o todos contra todos. Una suma de divisiones, una resta al optimismo. ¡Mozo, más cafés! Que las dificultades son ajenas y las soluciones nuestras. Hasta se puede ironizar con una frase K: "la patria es el otro". Nunca todos, siempre hace falta el otro, uno a quien dar latigazos. Hay que buscar culpables, sino, ¿para qué están las reuniones de café?

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