Roselli, el copiloto del ataque

El lateral, que hoy será titular y piensa ayudar a los delanteros con su proyección, cuenta su experiencia trabajando al lado sus tíos, dos camioneros.

TIENE LLEGADA. Roselli maneja el balón durante la práctica de ayer, algo que piensa hacer esta noche cuando Atlético enfrente a Ferro en el Monumental.  TIENE LLEGADA. Roselli maneja el balón durante la práctica de ayer, algo que piensa hacer esta noche cuando Atlético enfrente a Ferro en el Monumental.
21 Febrero 2014
A los 15 años, Nahuel Roselli supo que iba a ser futbolista. En realidad, lo sabía desde mucho más pequeño pero lo reafirmó en plena adolescencia. Algunos problemas económicos en casa, lo alentaron a trabajar para ayudar a su familia. El fútbol, ese que había aprendido a jugar en Kimberley de Mar del Plata desde niño, había quedado en segundo plano y en el principal, pudo verse su primer trabajo: repartidor productos de bazar y artefactos de cocina.

Pero no era cualquier repartidor. En un camión, y al lado de Fabián y Roberto González, sus tíos, viajó durante un año desde su Mar del Plata natal hasta varios puntos de la Patagonia para entregar ollas, sartenes, bowls, cuchillos, tenedores, entre otros productos. Trelew, Puerto Madryn y hasta Comodoro Rivadavia eran sólo algunos de los puntos estratégicos por donde él y sus tíos pasaban a dejar los pedidos. “Necesitaba la plata pero igual no era un trabajo feo. Además me sirvió para madurar”, confesó Roselli, que años antes lo habían apodado “Sapo” por sus ojos saltones.

El trabajo consistía en viajar durante dos semanas y descansar otras dos, algo que hizo durante más de un año. A los 16, cuando dijo basta, recibió el llamado que estaba esperando: Kimberley, del que se había separado por unos meses, solicitó sus servicios para utlizarlos en el Argentino C de ese entonces. Aquel sería el segundo trabajo que se cruzaría en la vida de Roselli, aunque este tendría mucho más que ver con su vocación. “Desde chico me gustó el fútbol”, agrega.

En Mar del Plata, con Kimberley y Aldosivi, pudo seguir cumpliendo ese sueño. Por razones como esas, Roselli es de los tipos que hablan maravillas de su lugar de origen, pero con un gran asterisco: habiendo nacido en la costa, no le gusta la playa. “Estas vacaciones estuve 20 días y no fui ni uno solo. A mi familia tampoco le gusta”, reveló. “Prefiero instalarme en un camping con mucho verde”, agrega como para terminar de desorientar. El jugador asegura que lo suyo es un síndrome que poseen varios habitantes de “La Feliz”. “Me gusta mucho más la ciudad en otoño o en invierno, cuando hay menos gente”, explica.

El lateral volverá esta noche a la titularidad, algo que sólo expermientó con Diego Erroz desde que llegó a Atlético. “Me puso desde el arranque en los dos primeros partidos, me devolvió algo de la confianza”, dijo. Gran parte de ella se había ido en su primer día de entrenamiento, cuando se fracturó el dedo gordo de la mano derecha, tras un accidente. “No podía creerlo”, confió. Eso, lo marginó de la pretemporada y los primeros partidos y de la lucha por un puesto que ahora posee sin discusión Nicolás Romat.

Su vuelta al equipo coincidió con el nacimiento de su hija, la tucumana Camila, a quien buscaban hace rato con Paola Serante, su esposa. La paciencia, una vez más, ganó en la vida de Nahuel.

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