14 Abril 2014
PROTAGONISTA. Luciano Cáceres interpreta a Tito Pereyra adulto, un personaje complejo y con contrastes. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso (archivo)
“Mi objetivo es conectarme con la gente, que vean ‘Gato Negro’ para poder discutirla y sentirla, porque no es como otras películas. El público se ríe, se emociona, llora y sufre, le pasa de todo porque, en definitiva, trata sobre un ser humano que tiene sus razones para haber elegido alguna forma para sobrevivir. Y en la Argentina todos somos sobrevivientes de alguna manera”.
El concepto le pertenece a Gastón Gallo, director debutante con la película “Gato Negro”. En ella se narra la historia de Tito Pereyra, un tucumano emigrante de los 70 que se endurece lejos de su tierra natal, desde su infancia a mediados de los 50 hasta su adultez en el retorno de la democracia.
El filme se exhibe en los cines de todo el país, y hoy habrá una función especial en el Cinemacenter (avenida Roca 3.450), con la presencia de su creador, de Luciano Cáceres (protagoniza a Pereyra adulto), de Santino Gallo (hijo del autor, y que representa a Pereyra preadolescente) y de Paloma Contreras. El elenco lo completan Leticia Brédice, Luis Luque, Favio Posca, Roberto Vallejos y Lito Cruz, y también participaron los artistas locales Verónica Kempf, Gonzalo Jatib, Nelson González, Manina Aguirre, Carolina Romero, Gustavo Delgado y Golo Saifán, entre muchos otros.
LA GACETA entrevistó ayer al director, que tiene 40 años. “Tengo mis raíces en Tucumán, de acá se fue mi padre y tuve mucho vínculo con mi abuela paterna que vivía en San Pablo y en El Manantial, y siempre que nos veníamos me daba una bolsa enorme de alfeñiques. Mantuvimos un vínculo mágico, ella me contaba cuentos y me hablaba de un gran ingenio alrededor del cual giraba la vida de todos”, resaltó en el diálogo.
- ¿Qué buscabas contar con la película?
- Tito es un argentino común, con toda su complejidad. Ambiciona mucho, especialmente romper con lo que parece ser un destino con el que no estaba conforme. Una lectura simple es que se trata de un hombre buscando dinero, de un corrupto más, pero hay una historia emocional muy fuerte vinculada con el padre que lo abandonó y con su propio rol paterno. Una de mis intenciones era mostrar que el ser humano está lleno de grises, con permanentes contrastes.
- ¿Cuál es la repercusión que están recibiendo?
- Tiene mucho éxito e invadió Buenos Aires, que era mi ambición. Genera una gran polémica: muchos la describieron como una película visceral y es muy buena descripción; y otros plantean que va en contramarcha de una tendencia del cine argentino, porque se cuenta una historia compleja, densa y potente. No había otra forma de narrarla, tenía que ser esa.
- ¿Te propusiste contar historias desconocidas?
- La crisis azucarera, el cierre de los ingenios y el abandono de los pueblos no son conocidos. No es una historia regional tucumana, sino que es un tema nacional, porque es el primer lugar donde se instala la lucha armada. Muchos tucumanos fueron a parar a las villas miseria porteñas y unos pocos triunfaron. Tito sale de Tucumán a la conquista del mundo, como le pasó a muchísimos que tuvieron que emigrar. También es poco frecuente en el cine la simbología de dos mitos argentinos: el perro familiar, totalmente tucumano, y la salamanca, que nadie sabía bien qué era, pero siempre se hablaba de tratar de conseguir algo a costa de pagar algún precio.
- ¿De qué modo está presente la tucumanidad?
- La atraviesa en todo momento. Los actores que personifican a Tito fueron entrenados en la tonada y el acento tucumano (la tarea estuvo a cargo de Saifán) y en las locaciones, construimos un universo que puede representar un ingenio y un pueblo de la época de los 60, cuando fue el cierre. Para acceder a San Pablo fue fundamental la ayuda de Catalina Lonac y de Jorge Rocchia Ferro.
El concepto le pertenece a Gastón Gallo, director debutante con la película “Gato Negro”. En ella se narra la historia de Tito Pereyra, un tucumano emigrante de los 70 que se endurece lejos de su tierra natal, desde su infancia a mediados de los 50 hasta su adultez en el retorno de la democracia.
El filme se exhibe en los cines de todo el país, y hoy habrá una función especial en el Cinemacenter (avenida Roca 3.450), con la presencia de su creador, de Luciano Cáceres (protagoniza a Pereyra adulto), de Santino Gallo (hijo del autor, y que representa a Pereyra preadolescente) y de Paloma Contreras. El elenco lo completan Leticia Brédice, Luis Luque, Favio Posca, Roberto Vallejos y Lito Cruz, y también participaron los artistas locales Verónica Kempf, Gonzalo Jatib, Nelson González, Manina Aguirre, Carolina Romero, Gustavo Delgado y Golo Saifán, entre muchos otros.
LA GACETA entrevistó ayer al director, que tiene 40 años. “Tengo mis raíces en Tucumán, de acá se fue mi padre y tuve mucho vínculo con mi abuela paterna que vivía en San Pablo y en El Manantial, y siempre que nos veníamos me daba una bolsa enorme de alfeñiques. Mantuvimos un vínculo mágico, ella me contaba cuentos y me hablaba de un gran ingenio alrededor del cual giraba la vida de todos”, resaltó en el diálogo.
- ¿Qué buscabas contar con la película?
- Tito es un argentino común, con toda su complejidad. Ambiciona mucho, especialmente romper con lo que parece ser un destino con el que no estaba conforme. Una lectura simple es que se trata de un hombre buscando dinero, de un corrupto más, pero hay una historia emocional muy fuerte vinculada con el padre que lo abandonó y con su propio rol paterno. Una de mis intenciones era mostrar que el ser humano está lleno de grises, con permanentes contrastes.
- ¿Cuál es la repercusión que están recibiendo?
- Tiene mucho éxito e invadió Buenos Aires, que era mi ambición. Genera una gran polémica: muchos la describieron como una película visceral y es muy buena descripción; y otros plantean que va en contramarcha de una tendencia del cine argentino, porque se cuenta una historia compleja, densa y potente. No había otra forma de narrarla, tenía que ser esa.
- ¿Te propusiste contar historias desconocidas?
- La crisis azucarera, el cierre de los ingenios y el abandono de los pueblos no son conocidos. No es una historia regional tucumana, sino que es un tema nacional, porque es el primer lugar donde se instala la lucha armada. Muchos tucumanos fueron a parar a las villas miseria porteñas y unos pocos triunfaron. Tito sale de Tucumán a la conquista del mundo, como le pasó a muchísimos que tuvieron que emigrar. También es poco frecuente en el cine la simbología de dos mitos argentinos: el perro familiar, totalmente tucumano, y la salamanca, que nadie sabía bien qué era, pero siempre se hablaba de tratar de conseguir algo a costa de pagar algún precio.
- ¿De qué modo está presente la tucumanidad?
- La atraviesa en todo momento. Los actores que personifican a Tito fueron entrenados en la tonada y el acento tucumano (la tarea estuvo a cargo de Saifán) y en las locaciones, construimos un universo que puede representar un ingenio y un pueblo de la época de los 60, cuando fue el cierre. Para acceder a San Pablo fue fundamental la ayuda de Catalina Lonac y de Jorge Rocchia Ferro.
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