Será una jornada intensa. Habrá que hacer un enorme esfuerzo para poder alentar a la Selección en el debut mundialista. Sólo porque el encuentro se disputa en terreno brasileño (la del eterno rival) se puede entender que la presentación se produce justo en el Día del Padre.

El horario es otro tema a discutir. Las 19 es la hora menos futbolera que se pueda pedir. Es imposible no observar un encuentro de estas características sin poder disfrutar de un asado. Y, por más coqueto que sea, no queda bien que sea con un té acompañado por masas. 

Es muy probable que los que se pasaron de brindis al mediodía, ni siquiera lleguen a observar el partido. Y ni hablar que habrá visitas que aprovecharán el encuentro para extender su estadía en casa ajena varias horas más generando malhumor y muchos más gastos de lo previsto. Ni hablar de los que irán de un lado a otro para poder cumplir con todos los padres (hagan la cuenta y quizás les haya convenido viajar a Río de Janerido).

La última mala. La ausencia de los vendedores ambulantes en las calles céntricas es notoria. No hay clima sin el sonido de las cornetas, no hay color sin el celeste y blanco.

Como consecuencia de esta historia, hay que buscar a los cuentapropistas fuera de las cuatro avenidas para comprar una bandera o una gorra que ayude a los tucumanos a sentirse un poquito más argentino.

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