Con una elevada dosis de incertidumbre

01 Agosto 2014

Eduardo Robinson - Director de la consultora Robinson & Asociados

Ante la situación planteada por el caso de los bonistas que no aceptaron los canjes de 2005 y de 2010, una vez más queda en evidencia la falta de medidas preventivas de la política económica argentina. Hay una alta dosis de imprevisión, por lo menos desde 2010, cuando se sabía que avanzaba el proceso judicial en Nueva York. Se dejó pasar el tiempo, se minimizó el problema; sólo se intentaba ganar tiempo y no se resolvía definitivamente el proceso de la reestructuración de la deuda tras el default de 2001. 

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Algo similar ocurre con otros aspectos, como el déficit fiscal, la inflación, la escasez de energía y la pérdida de competitividad de la economía. Pese a contar con varios períodos de superávit fiscal y un contexto internacional altamente favorable, por la permanente negación de los problemas, la economía vuelve a tener inconvenientes que deberían estar superados si se hubiese actuado con más previsibilidad.

Haber dejado que el litigio con los holdouts llegue a esta situación no sólo agrega una elevada dosis de incertidumbre sino que además es un problema que se adiciona a la larga lista de desequilibrios que se fueron generando en los últimos años y que suman factores de inestabilidad. Esto sólo logra reducir, o directamente anular, el necesario horizonte para poder llevar adelante el proceso de planificación de los negocios. Con ese panorama, varios sectores quedan altamente vulnerables desde el punto de vista económico. Y esto es así porque no se crean fuentes de trabajo; porque soportan, en proporción, una mayor carga fiscal; porque no tienen cómo protegerse ante las inclemencias de los vaivenes macroeconómicos. Es tan paradójico todo que hasta se da la situación que el país pagando, cayó en default con una parte de la deuda. Hay un contexto mundial con hiperliquidez: el dólar es una moneda debilitada en el mundo; sin embargo, escasea en la Argentina. Se recaudan más impuestos, y hay déficit fiscal. Se obliga a los bancos a prestar a tasas negativas para la producción, y hay una situación de grave recesión en la industria. Además, la economía creció promedio al 8% anual en cinco años, y hay más planes sociales. El mundo demanda alimentos, pero hay un esquema de retenciones que perjudica a los productores, entre otros aspectos que no tienen lógica económica.

No pagar, traerá consecuencias. El principal inconveniente que se genera es la mala reputación que tendrá la Argentina. El crédito será caro y las tensiones no cederán en la medida que no haya mejor calidad en la formulación e implementación de la política económica. Correr detrás de los problemas, no ayuda a lograr la ansiada estabilidad que lleve por el sendero del crecimiento.

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