Por Mariana Segura
13 Marzo 2015
EL MEJOR FESTEJO. El kinesiólogo “xeneize” fotografía al grupo tras el primer gol de Osvaldo ante Zamora; el propio goleador reconoció que lo tenía pensado así. dyn
Desde hace tiempo Boca tiene un gran plantel. De hecho, fue Carlos Bianchi -en su última etapa en el “xeneize”- el que pidió (entre otros) a Jonathan Calleri y César Meli, hoy dos nombres clave. Sin embargo, es recién desde este 2015 un equipo que no supo ser con el “Virrey”. Rodolfo Arruabarrena lo optimizó.
Como a un celular de esos de última generación, el “Vasco” restauró al equipo de fábrica, como sabiendo que una vez liberado de todos sus vicios y virus peligrosos, volvería a ser una dotación lista para el mejor funcionamiento. Así, en el catálogo de jugadores que de la mano de Bianchi penaban en el campo no sólo aparecen Calleri y Meli, también figuran Federico Carrizo, Nicolás Colazo y Daniel Díaz, entre otros. Sobre todo Fernando Gago, que volvió a ser el 5 distinto y de Selección.
Arruabarrena tuvo suerte también, porque al lavado de cara del grupo existente le pudo agregar refuerzos que no sólo llegaron en cantidad sino también en calidad, funcionando a la perfección como esas nuevas aplicaciones optimizadoras de cualquier aparato. Nicolás Lodeiro se volvió la verdadera maquinita del medio, Marcos Torsiglieri el león del fondo y Daniel Osvaldo, la estrella que además de goles coperos agrega esos shows que tan simpático le caen al hincha, justamente porque son manifestaciones de un gran momento.
Tampoco hay que olvidarse de los pibes del club. Ellos no desentonaron en el nuevo engranaje de Arruabarrena. Andrés Cubas, Franco Cristaldo y hasta el tucumano Sebastián Palacios son los referentes en este aspecto, apareciendo cuando el DT los necesita y hasta robándose las primeras planas que suelen quedarse con los más experimentados.
Ese mix interminable de Boca, que por nombres y presentes puede formar dos equipos titulares tranquilamente, ayuda a Arruabarrena en su apuesta a la rotación para mantener el invicto tanto en el torneo como en la Libertadores.
En La Ribera sale una figura y entra otra. Así, crece la confianza para volver a ser el Boca temible y con sueños posibles de repetir.
Como a un celular de esos de última generación, el “Vasco” restauró al equipo de fábrica, como sabiendo que una vez liberado de todos sus vicios y virus peligrosos, volvería a ser una dotación lista para el mejor funcionamiento. Así, en el catálogo de jugadores que de la mano de Bianchi penaban en el campo no sólo aparecen Calleri y Meli, también figuran Federico Carrizo, Nicolás Colazo y Daniel Díaz, entre otros. Sobre todo Fernando Gago, que volvió a ser el 5 distinto y de Selección.
Arruabarrena tuvo suerte también, porque al lavado de cara del grupo existente le pudo agregar refuerzos que no sólo llegaron en cantidad sino también en calidad, funcionando a la perfección como esas nuevas aplicaciones optimizadoras de cualquier aparato. Nicolás Lodeiro se volvió la verdadera maquinita del medio, Marcos Torsiglieri el león del fondo y Daniel Osvaldo, la estrella que además de goles coperos agrega esos shows que tan simpático le caen al hincha, justamente porque son manifestaciones de un gran momento.
Tampoco hay que olvidarse de los pibes del club. Ellos no desentonaron en el nuevo engranaje de Arruabarrena. Andrés Cubas, Franco Cristaldo y hasta el tucumano Sebastián Palacios son los referentes en este aspecto, apareciendo cuando el DT los necesita y hasta robándose las primeras planas que suelen quedarse con los más experimentados.
Ese mix interminable de Boca, que por nombres y presentes puede formar dos equipos titulares tranquilamente, ayuda a Arruabarrena en su apuesta a la rotación para mantener el invicto tanto en el torneo como en la Libertadores.
En La Ribera sale una figura y entra otra. Así, crece la confianza para volver a ser el Boca temible y con sueños posibles de repetir.