Los relatos de una noche que París no olvidará jamás

Cobertura internacional elaborada por periodistas del New York Times. “Que Dios cuide a mi hermana y al resto de Francia”, tuiteó el futbolista Griezmann.

BARES DEVASTADOS. Quienes disfrutaban de la noche al aire libre quedaron en la mira de los terroristas. No pudieron refugiarse. fotos de reuters BARES DEVASTADOS. Quienes disfrutaban de la noche al aire libre quedaron en la mira de los terroristas. No pudieron refugiarse. fotos de reuters
28 Noviembre 2015

Andrew Higgins

Asistía solo en un concierto de rock porque su novia, a quien no le gusta la música ruidosa, rechazó su oferta de una cita. François Garnier, un consultor sobre vinos, francés, de 24 años, estaba parado a la derecha del escenario cuando el espectáculo dio un giro que le pareció particularmente estridente.

La banda estadounidense Eagles of Death Metal había estado tocando durante más de una hora cuando retumbó una serie de fuertes estallidos por todo el salón de conciertos Bataclan, en el centro de París. “Pensé que sólo era parte del espectáculo -recordó Garnier-. Había tanto ruido y gritos que al principio no se sabía lo que estaba pasando”.

Absoluta barbarie

Sin embargo, junto con miles de otros parisinos que salieron ese viernes por la noche para escuchar música, ver fútbol o disfrutar de una cena o una bebida con amistades, Garnier rápidamente se convirtió en espectador y un actor peligrosamente expuesto. Pieza de un drama que el presidente François Hollande describió como una exhibición de absoluta barbarie.

Después de ver a compañeros asistentes al concierto caer al suelo, salpicados de sangre, Garnier se refugió en un cuarto tras bambalinas, mientras tres o cuatro hombres fuertemente armados se pusieron a convertir al teatro Bataclan en un matadero. “No se trató de un ataque dirigido, sino de una ejecución en masa”, apuntó después de que las fuerzas antiterroristas irrumpieron en el edificio.

Al salir entre un laberinto de cadáveres, agarró un par de baquetas ensangrentadas que vio abandonadas en el escenario y, agarrándolas firmemente contra el pecho, tomó rumbo a su casa, muy entrada la noche, por las calles que bullían por las sirenas y las luces azules intermitentes.

Ataque simultáneos

La fría noche del viernes 13, en la que hubo al menos 127 muertos, se estremeció, poco después de las 21, con ataques casi simultáneos en el Stade de France, el estadio deportivo nacional, donde acababa de comenzar el partido entre Francia y Alemania, y en un distrito “shabby-chic” del centro de la ciudad, lleno de bares y restaurantes, cuatro millas al sur.

La ola de ataques que realizaron al menos dos escuadrones de comandos terroristas, que estaban coordinados, propagaron el pánico por toda la capital francesa y el espectro social.

A diferencia de la matanza de enero en la sede de la revista satírica Charlie Hebdo y en un supermercado kósher, los terroristas atacaron a parisinos al azar que disfrutaban de una noche de fin de semana.

Antoine Griezmann, estrella de la selección francesa, estaba en la cancha del Stade de France cuando, alrededor de las 21.18, una fuerte explosión sacudió los travesaños, cortando la gritería de los hinchas franceses y alemanes. Siguió otra explosión unos minutos después, luego una tercera.

“Oímos algo que sonó a la detonación de una bomba, o como si se tratara de un tiroteo”, narró Agnes Dupont. Ella concurrió al partido con su esposo y dos hijos pequeños, cuyos rostros estaban pintados con las brillantes franjas azul, blanca y roja de la bandera francesa. En las tribunas muchos pensaron que jóvenes fuera del estadio estaban encendiendo petardos.

Los dos equipos siguieron jugando, y fue hasta que terminó el partido que Griezmann y sus compañeros se enteraron de que tres terroristas suicidas habían entrado en un bar-restaurante y un McDonald’s afuera del estadio y habían detonado cinturones explosivos, matándose y a por lo menos otra persona.

Algo más preocupante todavía para Griezmann fue que también se enteró del ataque en el Bataclan, el salón de espectáculos a donde había ido su hermana a escuchar a la Eagles of Death Metal. Frenéticamente trató de averiguar si estaba bien. Por fin, supo que había salido sin un rasguño. “Que Dios cuide a mi hermana y al resto de Francia”, escribió el jugador en Twitter.

Debajo de una mesa

Cuando los terroristas se inmolaban detonando explosivos afuera del estadio, justo en los límites de la ciudad, en los suburbios de St.-Denis, Betty Alves, una parisina de 39 años estaba ordenando comida china con una amiga, en un restaurante del 10th Arrondissement. Sonaron disparos. “Fue aterrador -recordó después-. Vimos a todos correr por la calles. Nos dejamos caer al suelo y nos escondimos debajo de la mesa”.

El restaurante cerró las cortinas de metal y todos se escondieron adentro. Cuando reabrieron, Alves dijo que vio a una joven muerta en la calle y un hombre gravemente herido. El coche de ella, un Smart, estacionado en la esquina de Rue Faubourg du Temple y Rue de la Foantaine-au-Roi, estaba agujereado por las balas.

Al parecer, las primeras víctimas en el centro de París fueron 12 comensales asesinados en Le Petit Cambodge, un restaurante asiático cerca del canal que corre por el 10th Arrondissement de París, otrora de clase obrera y ahora elegante y de moda.

Mai Hua, de 38 años, bloguera de modas y directora de videos, estaba cenando cerca con tres amigas. Se habían instalado en la terraza de Madame Shawn, un restaurante tailandés de la zona, cuando oyeron explosiones como a las 21.15. Contó que al principio pensaron que el ruido tenía que ver con la violencia de las pandillas que a suelen asolar la zona.

Lugar muy lleno

“Nos llevó algún tiempo registrar lo que había pasado -relató Mai Hua-. Vi mi iPhone y tenía muchas llamadas de preocupación. Se trata de una de las zonas más densamente pobladas de París. No hay ningún otro lugar que esté más lleno un viernes por la noche. Es un lugar al que van los jóvenes. Fue un golpe contra el alma de París”.

El siguiente blanco, aparentemente del mismo escuadrón de terroristas, fue el Cosa Nostra, otro restaurante atestado en la misa área. Ahí murieron al menos cinco personas.

A unas cuantas manzanas de distancia, Erin Allweiss, un publicista de Nueva York, estaba con amigos en el restaurante Auberge des Pyrénées Cévennes, en el 11th Arrondissement, cuando empezó el tiroteo alrededor de las 21.30.

“Era tanto el ruido... -dijo Allweiss por teléfono-. Parecía que estaban encima de nosotros. La gente gritaba para que cerraran con llave la puerta. Esperábamos que fueran fuegos artificiales. Pero sabíamos que no eran fuegos artificiales”.

Sin oportunidad

En sólo media hora, yihadistas arrasaron por lo menos cuatro restaurantes y cafés con ráfagas de balas, en una zona de París atestada y entusiasta. Murieron al menos 19 personas en La Belle Epoque, un café con zona para estar al aire libre. Allí se registró un fuego sostenido.

“No fueron sólo dos o tres balas. El tiroteo duró cinco minutos. No le dieron ninguna oportunidad a nadie”, le dijo Antoine Barnier, un testigo, a BFM, el canal de noticias de la televisión francesa.

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