Por Fernando Stanich
30 Noviembre 2015
El PRO pasó de ser un partido municipal a convertirse, súbitamente, en la organización que gobernará el país por los próximos cuatro años. ¿Tiene estructura para hacerlo? Por supuesto que no. Sólo basta con repasar la injerencia del macrismo en esta provincia en la última gestión para tener una dimensión de su alcance: un puñado de concejales y un legislador. De hecho, funcionó más como un acople del radicalismo que como una fuerza autónoma. Entonces, está claro que la llave de la victoria de Mauricio Macri no estuvo, precisamente, en el poderío territorial.
El jefe de la Ciudad de Buenos Aires centró su campaña, fundamentalmente, en la imagen de su figura y en el apoyo de las provincias más ricas del país. Pero, además de la Pampa Húmeda, Macri reposó en el entramado dirigencial de la Unión Cívica Radical, necesario en aquellos distritos como Jujuy o Tucumán, en donde una elección implica un trabajo mucho más sofisticado que la difusión de propuestas de campaña en los medios. ¿Podrá entonces, el macrismo, gobernar un país con la única experiencia de la gestión en la Capital Federal? La clave, seguramente, pasará por la confección de su estructura de gestión en la Nación pero, fundamentalmente, en cada una de las provincias. Y ahí es donde el PRO muestra su faceta más centralista y enigmática.
Son pocos los “referentes” macristas del interior que gozan del privilegio de integrar la mesa chica de negociaciones. En rigor, el presidente electo no da pistas sobre sus próximos pasos a nadie más que a su grupo de más estrecha confianza. En los últimos días, por ejemplo, es motivo de risas cómo se enteraron los futuros ministros del gabinete nacional que ocuparían esos cargos. Hasta el todopoderoso Alfonso Prat Gay, por caso, sufrió en carne propia el hermetismo del sucesor de Cristina Fernández de Kirchner antes de recibir la confirmación de que sería el ministro de Hacienda y Finanzas. Ni hablar del formoseño Ricardo Buryaile. El diputado nacional supo que se haría cargo del área de Agricultura por los medios porteños. Es que, en los últimos días, Macri y su “mesa chica” se aislaron más que nunca para evitar presiones a la hora de tomar decisiones.
Con ese panorama, se justifica entonces que los macristas provincianos se coman las uñas por la ansiedad que sienten. Parte de ese misterio, referido al reparto de cargos y de designaciones en todo el país, podría comenzar a develarse mañana, cuando se reúna el consejo nacional del PRO. Los “amarillos” tucumanos con ganas de emigrar son muchos, pero los lugares no sobran. Especialmente si se tiene en cuenta que Macri parece priorizar una impronta gerencial por sobre la política a la hora de elegir sus representantes en puestos ejecutivos. Uno de los que espera novedades es Pablo Walter. El senador suplente electo corre con la ventaja de haber estado viviendo en Buenos Aires y de haber coordinado la campaña en el NOA, pero también es cierto que Emilio Monzó, con quien tiene una excelente relación, no se hará cargo del Ministerio del Interior como se especulaba, sino que presidirá la Cámara de Diputados. Así, con Rogelio Frigerio en la cartera que tendrá a su cargo la relación con los gobernadores, Walter apunta a obtener una secretaría vinculada, por ejemplo, a los municipios del país. Al mismo destino, pero con menos pretensiones, apunta el abogado Alejandro Ávila Gallo. El legislador reelecto Alberto Colombres Garmendia anhela desembarcar en alguna secretaría importante del Ministerio de Agricultura, pero tampoco tiene certeza alguna. Facundo Garretón, diputado electo, se sentiría mucho más cómodo en una función ejecutiva vinculada a la Ciencia y a la Tecnología que en una banca. A ellos hay que sumarles los radicales, que se sienten hacedores del triunfo de Macri y buscan ubicarse o colocar dirigentes suyos en cajas tentadoras, como el PAMI o la Anses, aún en manos de La Cámpora.
El radical José Cano es el único que espera con serenidad el 10 de diciembre, día en que jurará a cargo del multimillonario plan de infraestructura para el Norte. Aunque a varios medios anticipó que renunciará a la banca, lo cierto es que esa decisión dependerá exclusivamente de lo que resulte conveniente al macrismo. El PRO, sin mayoría en el Congreso, no podrá darse el lujo de regalarle un escaño a Federico Masso, el referente de Libres del Sur en Tucumán. Mucho menos después de la escandalosa sesión de Diputados del jueves, en donde Victoria Donda, una de las líderes de ese espacio con raíces piqueteras, garantizó el quórum al kirchnerismo. Por eso, probablemente se replantee la posibilidad de que el ex candidato a gobernador por el Acuerdo para el Bicentenario solicite licencia y que la banca, por ahora, quede vacía. Pero, nuevamente, todo eso se resolverá en Buenos Aires. Porque el PRO es un partido esencialmente centralista. Y enigmático.
El jefe de la Ciudad de Buenos Aires centró su campaña, fundamentalmente, en la imagen de su figura y en el apoyo de las provincias más ricas del país. Pero, además de la Pampa Húmeda, Macri reposó en el entramado dirigencial de la Unión Cívica Radical, necesario en aquellos distritos como Jujuy o Tucumán, en donde una elección implica un trabajo mucho más sofisticado que la difusión de propuestas de campaña en los medios. ¿Podrá entonces, el macrismo, gobernar un país con la única experiencia de la gestión en la Capital Federal? La clave, seguramente, pasará por la confección de su estructura de gestión en la Nación pero, fundamentalmente, en cada una de las provincias. Y ahí es donde el PRO muestra su faceta más centralista y enigmática.
Son pocos los “referentes” macristas del interior que gozan del privilegio de integrar la mesa chica de negociaciones. En rigor, el presidente electo no da pistas sobre sus próximos pasos a nadie más que a su grupo de más estrecha confianza. En los últimos días, por ejemplo, es motivo de risas cómo se enteraron los futuros ministros del gabinete nacional que ocuparían esos cargos. Hasta el todopoderoso Alfonso Prat Gay, por caso, sufrió en carne propia el hermetismo del sucesor de Cristina Fernández de Kirchner antes de recibir la confirmación de que sería el ministro de Hacienda y Finanzas. Ni hablar del formoseño Ricardo Buryaile. El diputado nacional supo que se haría cargo del área de Agricultura por los medios porteños. Es que, en los últimos días, Macri y su “mesa chica” se aislaron más que nunca para evitar presiones a la hora de tomar decisiones.
Con ese panorama, se justifica entonces que los macristas provincianos se coman las uñas por la ansiedad que sienten. Parte de ese misterio, referido al reparto de cargos y de designaciones en todo el país, podría comenzar a develarse mañana, cuando se reúna el consejo nacional del PRO. Los “amarillos” tucumanos con ganas de emigrar son muchos, pero los lugares no sobran. Especialmente si se tiene en cuenta que Macri parece priorizar una impronta gerencial por sobre la política a la hora de elegir sus representantes en puestos ejecutivos. Uno de los que espera novedades es Pablo Walter. El senador suplente electo corre con la ventaja de haber estado viviendo en Buenos Aires y de haber coordinado la campaña en el NOA, pero también es cierto que Emilio Monzó, con quien tiene una excelente relación, no se hará cargo del Ministerio del Interior como se especulaba, sino que presidirá la Cámara de Diputados. Así, con Rogelio Frigerio en la cartera que tendrá a su cargo la relación con los gobernadores, Walter apunta a obtener una secretaría vinculada, por ejemplo, a los municipios del país. Al mismo destino, pero con menos pretensiones, apunta el abogado Alejandro Ávila Gallo. El legislador reelecto Alberto Colombres Garmendia anhela desembarcar en alguna secretaría importante del Ministerio de Agricultura, pero tampoco tiene certeza alguna. Facundo Garretón, diputado electo, se sentiría mucho más cómodo en una función ejecutiva vinculada a la Ciencia y a la Tecnología que en una banca. A ellos hay que sumarles los radicales, que se sienten hacedores del triunfo de Macri y buscan ubicarse o colocar dirigentes suyos en cajas tentadoras, como el PAMI o la Anses, aún en manos de La Cámpora.
El radical José Cano es el único que espera con serenidad el 10 de diciembre, día en que jurará a cargo del multimillonario plan de infraestructura para el Norte. Aunque a varios medios anticipó que renunciará a la banca, lo cierto es que esa decisión dependerá exclusivamente de lo que resulte conveniente al macrismo. El PRO, sin mayoría en el Congreso, no podrá darse el lujo de regalarle un escaño a Federico Masso, el referente de Libres del Sur en Tucumán. Mucho menos después de la escandalosa sesión de Diputados del jueves, en donde Victoria Donda, una de las líderes de ese espacio con raíces piqueteras, garantizó el quórum al kirchnerismo. Por eso, probablemente se replantee la posibilidad de que el ex candidato a gobernador por el Acuerdo para el Bicentenario solicite licencia y que la banca, por ahora, quede vacía. Pero, nuevamente, todo eso se resolverá en Buenos Aires. Porque el PRO es un partido esencialmente centralista. Y enigmático.