08 Marzo 2017
Un grupo de mamás de la Costanera progresa y no deja de soñar
COLORIDO. Las mamás armaron los trajes de los chicos para carnaval.
“Nunca pensábamos en nosotras. Primero estaban nuestros maridos, después nuestros hijos. La mayoría de las mamás no sabíamos escribir ni leer, mucho menos firmar un papel”. Lo que cuenta Martina Rodríguez, de 35 años, era hasta hace unos años algo que no sorprendía a ninguna de las mujeres de la Costanera Norte. Fue hasta que se organizaron y pidieron ayuda para volver a las aulas. Después, se les abrieron un montón de puertas: juntas armaron un grupo de trabajo para hacer cotillón y disfraces y ahora sueñan con tener un emprendimiento de ropa de cama.
Son 23 mujeres. Casi todas cobraban un plan social. Al principio, lo que las unió era que ellas querían cambiar el destino de sus hijos en un barrio perforado por el consumo de drogas. “Primero poníamos $10 por día cada una en una cocina comunitaria y así obteníamos la comida para nuestra familia. Después surgió la posibilidad de que nos sumemos al programa ‘Ellas hacen’, con lo cual teníamos que volver a estudiar. Nos pareció buenísimo. Algunas tuvieron que empezar de primer grado, otras volver a la secundaria. Pero todas retomamos. Para mí fue muy emocionante una vez que aprobé Inglés y después mi hija tenía que rendir la misma materia. ¡La preparé yo!”, expresa emocionada.
Marta Salvatierra, de 32 años y mamá de cuatro niños, cuenta que también se juntaron para aprender plomería y así pudieron ellas mismas hacer la instalación de las cañerías de agua potable en sus casas.
“Armamos muchas actividades con la idea de que nuestros hijos no estén en la calle expuestos a la droga. Por eso ideamos hacer corsos este verano. Nos fue muy bien, les hicimos todos los trajes y nos invitaron a desfilar en Famaillá. Nuestra murga ganó el primer premio”, dice con orgullo Angela Rodríguez, de 33 años, mamá de cinco chicos.
Norma Robles (31), que es madre soltera, quiere progresar más todavía. Por eso, no se pierde una clase de los talleres de costura que le dictan gratuitamente. Ella y sus compañeras ya armaron el proyecto para producir ropa de cama que les sirva a los hospitales de la provincia.
Son 23 mujeres. Casi todas cobraban un plan social. Al principio, lo que las unió era que ellas querían cambiar el destino de sus hijos en un barrio perforado por el consumo de drogas. “Primero poníamos $10 por día cada una en una cocina comunitaria y así obteníamos la comida para nuestra familia. Después surgió la posibilidad de que nos sumemos al programa ‘Ellas hacen’, con lo cual teníamos que volver a estudiar. Nos pareció buenísimo. Algunas tuvieron que empezar de primer grado, otras volver a la secundaria. Pero todas retomamos. Para mí fue muy emocionante una vez que aprobé Inglés y después mi hija tenía que rendir la misma materia. ¡La preparé yo!”, expresa emocionada.
Marta Salvatierra, de 32 años y mamá de cuatro niños, cuenta que también se juntaron para aprender plomería y así pudieron ellas mismas hacer la instalación de las cañerías de agua potable en sus casas.
“Armamos muchas actividades con la idea de que nuestros hijos no estén en la calle expuestos a la droga. Por eso ideamos hacer corsos este verano. Nos fue muy bien, les hicimos todos los trajes y nos invitaron a desfilar en Famaillá. Nuestra murga ganó el primer premio”, dice con orgullo Angela Rodríguez, de 33 años, mamá de cinco chicos.
Norma Robles (31), que es madre soltera, quiere progresar más todavía. Por eso, no se pierde una clase de los talleres de costura que le dictan gratuitamente. Ella y sus compañeras ya armaron el proyecto para producir ropa de cama que les sirva a los hospitales de la provincia.
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