Tucumanos en Olavarría: "lo que pasó el sábado no difiere mucho de Cromañón"

Un grupo de jóvenes que viajó al recital habló con LA GACETA y cómo lo vivió.

13 Marzo 2017

“La previa: el asado, las risas, los cantos, las charlas; el recital y la vuelta, todo ese combo forma las misas ricoteras”, dijeron tucumanos que fueron al recital del Indio Solari en Olavarría. Frío, drogas, alcohol, incomodidad y muertes en una trágica noche que no quedará impune. Un grupo de ricoteros charló con LA GACETA y contaron cómo vivieron el recital.

Pablo Chaile es periodista deportivo y, como cada recital, viajó a Buenos Aires para encontrarse con sus amigos y emprender rumbo al predio donde se presentó el cantante de los redondos: “nos conocimos en las ‘misas’ anteriores y se fue agrandando el grupo”. Chaile llegó a Capital en avión, el viernes y el grupo partió hacia el sur, por ruta terrestre, el sábado por la mañana. “Un día normal tardarías cuatro horas en llegar al pueblo pero este fin de semana demoramos como ocho. De vuelta más aun”, comentó.

“Nosotros tardamos 25 horas en llegar a Olavarría porque fuimos en colectivo. Salimos de la terminal el jueves pasado a las 20 y llegamos allá el viernes a las 21. Nos fuimos al camping directamente y preparamos las cosas para dormir”, contó Thomas Carceller, un estudiante de psicología de 20 años que fue junto a un amigo.

La multitud sobrepasó no sólo la capacidad del predio sino también la ciudad en sí misma. Ambos comentaron que los baños, el hospedaje, las conexiones telefónicas y de Internet no dieron abasto para la cantidad de gente que asistió al show. Varios kilómetros separaron los campings -donde dormía la mayoría de la gente-, del lugar del recital. “Los habitantes fueron muy amables con todos y nos ayudaron en lo que pudieron, tanto antes como después”, resaltó Chaile. Y agregó que les abrieron las puertas de sus casas para que pasen el baño o coman algo.

   Todavía no está clara la cifra final de las personas que asistieron. Foto tomada de Twitter.

La “misa” del Indio se desarrolla una vez al año y reúne a miles de personas y, a medida que pasa el tiempo, la cantidad aumenta cada vez más. En la previa del show, los fanáticos se preparan para caminar y caminar y permanecer parados durante varias horas, pero nada de eso les importa a los ricoteros, ya que para ellos todo eso forma parte de los sacrificios de su “religión”. “Está buenísimo compartir las canciones mientras llegamos al lugar, el asado que no puede faltar, caminar con personas que van a lo mismo que vos”, expresó el estudiante de psicología.

En cuanto a la polémica por la venta de drogas y alcohol, ambos opinaron que no importa quién sea el artista arriba del escenario, siempre ocurre lo mismo en Argentina. “Vi drogas adelante, a los costados y atrás mio. Estaban en todas partes. Ahí es donde entra en juego el autocontrol. Te ofrecían y veías que tomaban también pero quedaba en vos comprarla o disfrutar de lo que habías ido a hacer: ver al Indio”, aseguró el periodista.

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Siempre es el último recital

Pocos comprenden lo que el Indio genera en los fanáticos que no discriminan de generaciones. Hace años que el ex cantante de los Redonditos de Ricota hace un show anual en distintas provincia y, sea donde sea, convoca a miles de personas. Al finalizar cada uno de ellos se despidió del público y aseguró que sería su último recital pero, por lo menos en las últimas dos ocasiones sorprendió a todos con un concierto más.

A causa de su edad (68 años) y el avance de su enfermedad –padece mal de Parkinson-, esta vez los chicos coinciden en que cumplirá. “Ya no toca más”, dijo Carceller. “Veo difícil que vuelva a tocar”, agregó Chaile.

Un recital, 500.000 personas y dos experiencias distintas

Gabriel López viajó por segunda vez a ver a su ídolo. Llegó con sus amigos al predio horas antes que comience el recital y logró ubicarse a unos 10 metros del escenario. “El lío fue en los primeros temas. En la tercera canción más o menos la gente comenzó a empujar y quedamos un poco más cerca del Indio pero terminamos separándonos”, contó el joven de 19 años. Parte del grupo que se separó cayó al piso producto del “pogo” y terminó con heridas: “la gente los pisaba y no podían levantarse. Tienen golpes en la espalda y las manos pero la sacaron barata para lo que les podría haber pasado”.

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   Muchos se desmayaron por la falta de oxígeno. Foto tomada de Clarin.com.

"Fue tremendo. Mucha droga, mucha gente, muchas personas con hijos chicos. Una hora antes de que comience el recital ya no se podía entrar de la cantidad que había", mencionó Nadir Allende, otro joven de 20 años que asistió al show acompañado por una amiga y por su padrino. 

A pesar de sufrir caídas, una vez que finalizó el concierto los chicos se encontraron y regresaron al ómnibus. Eran casi las 6 de la mañana cuando emprendieron la vuelta y aun no sabían nada de lo que había ocurrido. “Me enteré por los mensajes y llamadas de conocidos o amigos que me preguntaban cómo estaba”, comentó López. Carceller por su parte llegó al colectivo y se durmió hasta que pararon en una estación de servicio, pasado el mediodía: “no tenía batería y cuando nos bajamos lo puse a cargar y comenzaron a llegar las notificaciones. No sabíamos nada de lo que había pasado”.

Un punto de encuentro

Tanto López como Carceller y Chaile utilizaron el mismo sistema para volver al colectivo. Con la experiencia de recitales anteriores, los chicos pusieron un punto de encuentro en común por si llegaban a dispersarse. “Nos pasó antes y como dejamos los celulares en el bondi, para evitar problemas, quedamos en encontrarnos en un lugar específico cuando termine el recital. Así lo hicimos y volvimos todos juntos”, explicó López.

“Esto no difiere mucho de lo que pasó en Cromañón”

Sin informaciones certeras, en la madrugada del domingo muchos compararon lo ocurrido en Olavarría con la tragedia de Cromañón. El boliche que llevaba ese nombre se incendió a causa del fuego de una bengala, el 30 de diciembre del 2004. Producto del fuego, la desesperación y del bloqueo de las salidas de emergencia, 194 personas murieron, entre ellas bebés y niños.

“No es muy distinto lo que pasó el sábado. La organización no tomó en cuenta un montón de cosas que se podrían haber previsto, se sobrevendieron entradas, hubo bengalas, mujeres con cochecitos, embarazadas en el medio del amontonamiento, desorganización completa y alguien se va a tener que hacer cargo”, explicó Chaile. “Los fanáticos del Indio estamos de luto por las dos muertes”, añadió.

   Una de las imágenes de la tragedia del 2004. Foto tomada de losandes.com.ar.

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