Héctor Laurada - Télam
La llegada del capitán Lionel Messi y Javier Mascherano, los ‘dueños’ del seleccionado, no cambió la resolución anunciada por durante la anterior fecha FIFA, luego de algunas versiones filtradas a la prensa respecto de un presunto acto de indisciplina de Ezequiel Lavezzi. Algo similar ocurrió en Francia ‘98, cuando fue Diego Simeone el que leyó un comunicado del mismo tenor porque se había sugerido que Juan Sebastián Verón había dado positivo en un control antidóping interno.
El problema en aquella concentración de L’etrat como ahora en la de Ezeiza y desde el lunes en Bolivia, es lo que sucederá con la prensa extranjera, que bien podría exigir, hasta por cuestiones reglamentarias si se quiere, que los jugadores argentinos hablen en las conferencias previas y posteriores a los partidos.
Por ejemplo, los periodistas chilenos pueden pretender hablar con los futbolistas argentinos y ahí se generaría un problema. El ‘pentágono rosarino’ que componen Messi, Mascherano, Ángel Di María, Éver Banega y Lavezzi es la locomotora detrás de la que se encolumnan los vagones más antiguos y también los más nuevos. Así se resolvió el ‘silencio de radio’ ahora y otras cuestiones.
Estas muestras, que se hacen extensivas a otra proscripción, la de Mauro Icardi, y como valor agregado Ezequiel Garay, explican la realidad del equipo argentino dominado por los futbolistas que vienen jugando juntos desde antes de la era Alejandro Sabella.
La continuidad de Lavezzi y el alejamiento de Carlos Tevez, los dos jugando hoy en la lejana (geográfica y futbolísticamente) China, son parte de esta misma realidad.
El martes habrá elecciones en AFA, con un candidato excluyente como Claudio Tapia para poner fin al ciclo de Julio Grondona.
Los jugadores del seleccionado, los referentes mencionados sobre todo, hacen oídos sordos a toda esta complejísima situación dirigencial que envuelve al fútbol argentino, a diferencia de lo que ocurrió con sus pares del básquetbol (Emanuel Ginóbili, Luis Scola, Andrés Nocioni), que se involucraron para ‘normalizar’ a la Confederación nacional de su deporte.
Estos futbolistas hoy están ocupados en otros menesteres, además de sus obligaciones de jugar lo mejor posible (de hecho los basquetbolistas también lo hacían, y muy bien), y están sordos como una tapia. Y para colmo de males, ahora también son mudos.