River se aprovechó de un Atético de luces apagadas
Imagine jugar con un elefante a cuestas. Complicado. Chau movilidad, chau destrezas, chau efecto sorpresa. Porque cargar una bestia así te quita toda posibilidad de soltar amarras. Atlético jugó así contra River. Le costó horrores encontrarse en el Monumental. Y haber tenido que ir a buscar la pelota dentro del arco de Cristian Lucchetti cuando apenas se habían corrido 40 segundos de los 90 minutos de partido fue un golpe tan duro como lapidario.
Atlético tuvo que jugar cargando un elefante, y eso fue tan determinante como el 3-0 final de un “Millonario” lleno de luces; punzante y dueño de un panorama envidiable. Incluso cuando hubo que revolear la pelota, cada futbolista de Núñez supo hacia dónde tenía que ir a buscar el cuero. Llámele intuición. Mejor dicho, llámele determinación y estudio. River no fue un equipo de fútbol solamente, fue la expresión de una enciclopedia rellena de jugadas resueltas sobre la marcha. Y no tanto a la vez: sin posiciones fijas, salvo la de Leonardo Ponzio, un fondista de 34 años al que el aire le sobra, River resolvió tan rápido el acertijo de la victoria que después intentó mantenerse. Sofocones mediante, después consolidó lo que vino a buscar: los tres puntos.
¿Faltó nafta en Atlético? Puede ser. Al plantel se lo vio liquidado en el segundo tiempo. Ya son más de 20 partidos sobre las piernas en el semestre. Muchísimos. Entonces, imagine ahora intentar jugar a la pelota llevando a cuestas a dos elefantes. Suena a utopía. Atlético estuvo en esa también.
Demasiado tiempo antes del 0-2 (en contra de Canuto), entrado el primer tiempo, el mejor Atlético tomó forma. Y lo hizo a partir de borrar de su memoria la pausa larga, el pisar demasiado la pelota. El desesperar si lo apretaban rápido. Intercambió electricidad por picardía. Favio Álvarez, aparte de los caños que regaló, se convirtió en la manija. Lo hizo jugar al “Decano”. Y coordinó tan bien a sus compañeros que el gol anulado a Rodrigo Aliendro, cuya acción nació de sus botines, no mereció ese final. Como tampoco cada intención de Atlético de llegar con peligro al arco de Augusto Batalla. El asunto fue que esta vez no hubo palo y afuera (sí uno de Alario). El asunto fue que River fue una plaga, y Atlético, sin Álvarez (desgarrado) tras el descanso, cayó. La enfermedad derivó en una nueva contra y en un cierre con definición sin prisa, a cargo de Gonzalo Martínez: 3-0.
Ahora, imagine, entonces, jugar al fútbol llevando a cuestas a tres elefantes. Igual, Atlético, aun vencido, intentó defender su honor. Lo hizo, claro que sí, pero jamás pudo recortar distancias con el que anoche ratificó ser el máximo rival de Boca en la campaña por el título de Primera.
Hubo una distancia enorme en la cancha. Fue tan dispar el juego de uno y otro, que Atlético pareció haber jugado con varios elefantes a cuestas, y River, en cambio, tan rápido y furioso como quiso.