En Argentina, un jean vale casi el doble que en Nueva York o en Lima

La carga impositiva incide en el valor de los productos, especialmente de bienes de consumo.

COMPRAS EN CHILE. Miles de argentinos viajan a ese país para aprovechar los precios más bajos. FOTO TOMADA DE MENDOZAPOST COMPRAS EN CHILE. Miles de argentinos viajan a ese país para aprovechar los precios más bajos. FOTO TOMADA DE MENDOZAPOST
28 Junio 2017

En la Argentina, los impuestos son caros. Y para prueba basta un botón: el 42% del valor de un alimento suele responder a la carga impositiva, dice a LA GACETA el economista Marcos Hilding Ohlsson. Según el investigador de la Fundación Libertad y Progreso, comprar un auto, cargar un litro de nafta, comerse una hamburguesa de conocida marca de comida rápida o comprarse jeans o zapatillas en Buenos Aires puede salir entre un 10% y un 300% más caro que hacerlo en otras capitales como Lima, Santiago de Chile o Nueva York, dependiendo el caso. “A pesar de los cambios implementados por el gobierno de Mauricio Macri en cuanto a la apertura económica, la Argentina aún está comercialmente alejada del mundo”, indica. Y señala: “los precios locales de bienes semidurables y durables llegan a duplicar y triplicar los de países vecinos. Los motivos no son otros que la protección arancelaria y paraarancelaria, las trabas regulatorias y las ineficiencias burocráticas que suelen estar acompañadas de corrupción y privilegios. Además, el retraso cambiario asociado al déficit fiscal financiado con endeudamiento externo también contribuye a la pérdida de competitividad”.

Hilding Ohlsson, no obstante, señala que a un comerciante argentino se le hace cuesta arriba tener precios más competitivos por la carga fiscal existente. Además del IVA y del impuesto sobre los Ingresos Brutos, en algunas jurisdicciones deben abonar tasas para el ejercicio del comercio, más publicidad, Cheque, Ganancias y cargas patronales.

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En su informe, el economista menciona que un efecto directo de las trabas a las importaciones es que ciertos productos no se pueden adquirir en la Argentina, o son mucho más caros que en el resto del mundo. “El IPhone es ejemplo de esto. Hasta 2017 no se podía comprar en un negocio oficial y, cuando finalmente se habilitó su venta, fue a un precio que era más que el doble que el precio internacional”, especifica. Sostiene que resulta difícil medir el impacto económico de la falta de ciertos productos en el país, pero ciertamente perjudica a la mayoría de los ciudadanos.

Marcadas diferencias

Según el especialista, “los precios en Argentina de algunos productos son llamativos. Una plancha cuesta hasta cuatro veces lo que cuesta en Perú, una TV el doble de lo que cuesta en Chile, botines o zapatillas el doble de lo que cuestan en estos países. Una moto cuesta un 70% más, los autos usados el 100% más”.

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En el caso específico de las importaciones, el economista observa que la principal traba que denuncian los comercializadores son burocráticas. En este aspecto, indica que un producto que llega desde el exterior con otros componentes (por ejemplo, una sierra alemana que viene con casco y antiparras) puede que tenga dificultades para su rápido ingreso porque el principal y los subproductos están en diferentes categorías. Por lo tanto, Aduanas lo retiene hasta tanto se certifiquen aquellos componentes. “Te lo confiscan por un tiempo”, puntualiza.

“Una página web, Numbeo, compara precios de distintos bienes en muchas ciudades del mundo. Se puede ver que especialmente en bienes de consumo, sea ropa o zapatillas, en Argentina cuestan un 40% más que en ciudades como Lima o Santiago, o incluso un 30% más caros que Nueva York. En la Argentina, los bienes transables son más caros, pero los no transables pueden llegar a ser más baratos, en especial el transporte público que sigue siendo subsidiados”, acota.

En el terreno de esas comparaciones , un auto puede ser un 50% más caro que en Santiago de Chile, un litro de nafta es 75% más caro que en Nueva York o unos jeans son 100% más caros que en Lima. Esto es sólo un muestro, pero la diferencia puede llegar a ser mayor con productos electrónicos. El problema no es sólo de precios o económico, sino que esto afecta directamente la calidad de vida de la gente”, señala.

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