San Martín volvió a mostrar incapacidad para hacer valer la condición de local

Al hincha de San Martín poco le importa que futbolísticamente el equipo ayer haya crecido en su nivel de juego, porque esto no resultó en la tan anhelada victoria. Pero eso ocurrió ayer en La Ciudadela, donde los “Santos”, ante Villa Dálmine, hicieron méritos para despedir el año de la mejor manera como local, pero carecieron del punch necesario para establecer la diferencia ante un conjunto que mostró cosas interesantes y que, en la primera parte de la contienda, lo complicó.

El comienzo del partido fue a pura sorpresa, porque la visita, en su primera llegada al área local, estableció la diferencia inicial. Fue una buena jugada entre Nicolás Sánchez y Pablo Burzio: el ex jugador de Instituto, tras dejar en el camino a Ismael Benegas, colocó la pelota lejos del alcance de Ignacio Arce.

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Desde allí, y hasta los 30 minutos de la etapa, con el influjo de Sánchez y la movilidad de Burzio, Villa Dálmine sorprendió con un juego por demás interesante. Pero bastó que Lucas Bossio tomara mejor la marca del enganche visitante para que la pelota pasara a ser propiedad de San Martín.

En esos minutos finales del primer tiempo, el local contó con algunas situaciones propicias para igualar el marcador, pero sus hombres no acertaron en la definición.

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En este tramo de la contienda, Villa Dálmine se retrasó en el campo de juego y buscó hacer prevalecer la velocidad de sus hombres de tres cuartos de cancha hacia adelante. Con ese simple argumento, se encargaron de desnudar las falencias futbolísticas que ayer, extrañamente, evidenciaron Lucas Acevedo y Benegas.

En el inicio del complemento, Matías García recuperó su capacidad de estratega para manejar los hilos de su equipo.

Por eso no extrañó que Claudio Bieler, tras un pase de García, estableciera la paridad en el marcador. Todo pareció indicar que, a partir de ese momento, San Martín consolidaría su juego. Pero eso no ocurrió. Por el contrario, “desapareció” García del partido y su equipo se quedó huérfano de juego.

Ante este panorama, Diego Cagna movió el banco, pero ninguno de los jugadores que ingresaron tuvieron la influencia en el juego que el técnico esperaba. Tal es caso de Sebastián Prediger, un jugador que reaparecía tras su desgarro y que nunca entró en sintonía con el resto de sus compañeros.

El final del partido mostró un clima festivo por la pasión de la gente que asistió. Ellos armaron la fiesta, pese a la frustración por este nuevo empate en La Ciudadela.

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