A menos de dos meses de ganar la elección legislativa claramente y a menos de 20 días de haber comenzado el tercer año de gobierno, Mauricio Macri ha enfrentado la crisis política más importante de su gobierno. La reforma previsional ha sido el “detonante” de ella.
Realizar este tipo de cambios que implican alterar el “statu quo” de los jubilados en su perjuicio, es la tarea política más difícil en el siglo XXI. Michel Temer en Brasil logró una reforma laboral importante y un consenso fiscal para limitar el gasto en el largo plazo, de mucho mayor alcance que el propuesto en la Argentina, pero se vio obligado a postergar para 2018 la previsional. En Europa, cada vez que se intenta elevar en dos o tres años la edad para jubilarse, las protestas lo tornan inviable, aunque el aumento de la expectativa de vida, lo hace razonable y necesario.
El oficialismo no percibió la importancia del tema y la facilidad con la cual el proyecto obtuvo media sanción en el Senado, influyó en ello. Los jubilados fueron el sector que porcentualmente más votó por el Gobierno. La cuestión es que este conflicto ha agrietado la coalición oficialista en términos sociales. Sondeos que maneja el propio gobierno muestran que hoy uno cada cuatro de quienes el 22 de octubre votaron por el gobierno, no volverían a hacerlo y la reforma previsional es la causa más relevante de ello. Además, dos cada tres argentinos que trabaja están contribuyendo a sostener un jubilado en su núcleo familiar amplio.
Fisura
Planteado este problema, el gobierno sufrió una fisura en su propia coalición y ello precipitó la retracción de legisladores del peronismo “moderado”. Consciente del costo de la reforma previsional en su propio electorado, Elisa Carrió tomó distancia del proyecto y reclamó un bono compensatorio para los jubilados y los beneficiarios de la Asignación Universal por hijo, que hasta ese momento el gobierno había dicho que iban a mejorar su ingreso con esta reforma. Su decisión decidió las dudas de los peronistas dialoguistas en dirección a no votar el proyecto en estas condiciones. La reacción de responder con un “gesto de poder” fue la inicial de Macri, quien hizo que sus ministros, encabezados por el jefe de Gabinete, firmaran un DNU para imponer la reforma. Probablemente él también lo firmó. Pero Carrió en forma pública y amenazante advirtió que no aceptaría la alternativa, insistiendo con el bono. Fue así fácil para los gobernadores coincidir con ella y disuadir a Macri de su DNU.
El proyecto fue aprobado por 128 positivos, contra 116 negativos. Cambiemos obtuvo 21 votos más que su bloque (117) y el kirchnerismo, 52 (su bloque tiene 64). El gobierno pudo superar la crisis política, pero habiendo pagado un costo importante pueden demorándose algunas de las reformas pendientes. Pero el control de la calle ha irrumpido como un “imponderable” que, como en el pasado, vuelve a condicionar la política. Los incidentes violentos que ocurrieron frente al Congreso el jueves 14 tuvieron un fuerte impacto político y fueron el otro “desencadenante” de la crisis política.
La brecha
Carrió abrió la brecha y la violencia en la calle la profundizó, llevando ambos factores a postergar la votación.
Puede criticarse el exceso de fuerza en la represión -el uso de balas de goma con armas largas hizo que las imágenes de Argentina se asemejaran a las de Gaza y Cisjordania- pero también es cierto que los militantes de izquierda y los movimientos sociales que se enfrentaban con las fuerzas de seguridad pudieron haber irrumpido en el Congreso sino eran frenados. A la misma hora, militantes kirchneristas irrumpían en la legislatura bonaerense, haciendo levantar la sesión. La movilización que se puso en marcha el lunes 18 para impedir la sanción de la reforma previsional fue grande. Convergieron en ella las dos centrales sindicales combativas (CTA), la Corriente Federal de la CGT, los Movimientos Sociales y las organizaciones de derechos humanos, sumándose la CGT con un paro general parcial. Pero estuvo dominada por la violencia protagonizada por los partidos de izquierda. El gobierno dispuso que sólo la policía porteña diera seguridad alrededor del Congreso, retirando las fuerzas federales que el jueves reprimieron los manifestantes. Fue una medida controvertida y de riesgo. Lo que Argentina ganó en imagen con la seguridad de la Cumbre de la OMC, lo perdió en forma inmediata frente al Congreso. Fue la protesta violenta más intensa desde el retorno de la democracia.
Dilemas
Macri enfrenta así el desafío “clásico” de los gobiernos no peronistas: el control de la calle y la negociación con el PJ. Si abandona la negociación con el peronismo y se endurece, la calle se le hace más difícil de manejar. Pero avanzando en la negociación como sistema, corre el riesgo de ir debilitando su posición en cada ronda de acuerdos. Al mismo tiempo: la crisis entorno al submarino San Juan continúa abierta y la designación de un nuevo jefe “transitorio” de la Armada que asume hoy, no es su cierre ni mucho menos; la relación con la Iglesia es tensa, dado que no apoya la reforma previsional; la causa Odebrecht comienza a moverse al declarar empresarios importantes acusados cuando esta misma semana puede ser destituido el presidente peruano por esta misma causa; una eventual destitución de Kuczinsky en Perú es una mala noticia para Macri, como lo es buena que Piñera haya ganado por 10 puntos en Chile.
Macri enfrentó la crisis política más grave de su gobierno, pero la superó al aprobar la reforma previsional. Su desafío, desde ahora, será mantener el control de la calle y negociar exitosamente con el peronismo.