Libertadores: Boca se derrumbó al final

La estrategia de Guillermo volvió a fracasar ante River y todo indica que su ciclo está agotado.

“Lo único que me pone mal en este momento es no llevar la Copa a La Boca”. La reflexión de Guillermo Barros Schelotto es el reflejo de su paso como entrenador de Boca. Siempre le faltó autocrítica para aceptar las falencias del equipo y reconocer cuando el funcionamiento colectivo no era el mejor. Tuvo pocos reflejos para recomponer situaciones complejas y se empecinó en repetir un esquema táctico que es útil en algunas ocasiones pero que en muchos momentos le jugó en contra. Se enamoró del 4-3-3 y jamás entendió que algunos partidos no se ganan pensando sólo en el arco rival. Aquél delantero atrevido, encarador y explosivo que se convirtió en ídolo de los hinchas “xeneizes” no terminó de conquistar el afecto de esos mismos simpatizantes en su etapa de entrenador. Si bien es el actual bicampeón del fútbol argentino, la final de la Libertadores perdida ayer y la derrota sufrida en Mendoza, a comienzos de año por la Supercopa Argentina, marcarán a fuego un ciclo que no pudo coronar como él hubiese querido y como la parcialidad de Boca esperaba.

Una vez más, el entrenador tuvo mucho que ver con la derrota sufrida ayer ante River. A lo largo de 2018 los clásicos rivales se enfrentaron en cinco ocasiones. River ganó cuatro veces -un amistoso, la Supercopa, el duelo de la Superliga y la final de ayer-. El restante terminó igualado 2 a 2 en La Bombonera, en el partido de ida. Siempre el control táctico del partido lo tuvo el rival, aunque en varios pasajes de la serie estuvo abajo en el marcador.

Oportunidades perdidas

En tres ocasiones Boca estuvo arriba en el resultado durante la serie decisiva de la Superfinal. Dos en La Bombonera y una en el Bernabéu. Barros Schelotto jamás tuvo los reflejos necesarios para rearmar un esquema de juego que le permitiera aprovechar esos momentos favorables y tomar el control del juego. Siempre dejó reaccionar al rival. Le entregó la iniciativa y trató de defender con jugadores que sienten más el juego ofensivo que la marca.

Prescindir de Carlos Tevez en estas instancias fue su pecado capital. Optó por el colombiano Sebastián Villa, que aportó muy poco. Tampoco acertó con los cambios y tuvo la poca fortuna de sufrir lesiones de jugadores importantes en el momento de la definición y la expulsión de Wilmar Barrios.

La suerte no lo acompañó, pero él hizo poco para tenerla de aliada. Su contrato se vence a fin de año y todo indica que ayer dirigió su último partido como DT de Boca. Pudo haber quedado en la gloria, pero su ciclo tuvo el peor final.

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