Cómo es desintoxicarse de las redes sociales

CAMBIO. Quienes limitan el uso de las redes sienten que ganan tiempo para sus amigos o para leer. la gaceta / foto de Ines Quinteros Orio CAMBIO. Quienes limitan el uso de las redes sienten que ganan tiempo para sus amigos o para leer. la gaceta / foto de Ines Quinteros Orio

Todo comenzó con un emoji. “Si, con un emoji”, aclara Luz P., todavía sin poder creer todo lo que vivió. Tiene 26 años, es profesora de Educación Física y lleva más de la mitad de su vida en contacto con internet.

Hasta hace unos meses tenía cuentas en casi todas las redes sociales. Y publicaba fotos e historias activamente. “En agosto del año pasado estaba comenzando una relación amorosa. Por curiosidad o masoquismo seguramente, stalkeaba (revisar las redes sociales) al chico en cuestión todo el día. De repente vi que le había puesto a su ex novia un emoji alegre en una foto. ¿Te imaginás? Me angustié mucho y no podía parar de llorar. Hice un escándalo y por supuesto que el joven no quiso verme nunca más”, relata.

Esa fue una señal de que algo andaba mal. Las redes se habían convertido en un problema para Luz. El punto de quiebre fue en noviembre. Se durmió durante un examen definitorio en la facultad. El motivo: había pasado dos noches enteras pendiente de los likes y comentarios que recibían sus historias en Facebook e Instagram. “Me había dominado la ansiedad por revisar mi celular todo el tiempo. Me quedé sin vida social; no salía a ningún lado. Solo veía a mis amigos por internet y vivía hurgando en sus vidas on line”, reconoce.

Después de la visita al psicólogo, Luz decidió congelar todas sus cuentas en redes. “Tenía crisis de angustia y ansiedad que mi terapeuta me ayudó a sobrellevar. Al principio fue difícil. Pero no es imposible”, resume la joven, quien no descarta reabrir sus perfiles. Aunque lo haría con muchos límites, aclara.

- ¿Qué aprendiste en este tiempo sin redes?, le preguntamos.

- ¡Desaparecí de las redes y sobreviví!.

“La sobreexposición es insufrible. Te da una falsa impresión de bienestar. La felicidad ajena te genera ansiedad. Parece que nadie está nunca triste. Es una presión muy grande”.

“Ya no domina mi vida la ansiedad por revisar el teléfono y contabilizar los likes, los seguidores, los comentarios. Tampoco me deprimo. He ganado mucho tiempo que antes perdía en las redes. ¡Me pude recibir!”.

“Es cierto que he ganado amistades en internet y que hoy muchas cosas de la vida pasan por ahí. Pero creo que debemos hacer un uso responsable. Me parece necesario ponernos límites”.

“Detox”

Cansarse de la exposición en las redes sociales es normal. Se ha vuelto una decisión cada vez más común abandonar estas plataformas al menos por un tiempo. Le llaman “detox” o desintoxicación. Muchos han aprovechado las vacaciones para desconectarse. Y la experiencia les ha gustado, aunque la mayoría admite que no las dejaría para siempre.

“Gané más tiempo para mí y para mi familia, y no me desvelaba de noche”, cuenta Joaquín Marchetti (32 años, comerciante). A Nicolás Jerez (37 años, licenciado en Comunicación Social) le pasó algo revelador: se dio cuenta que al no visitar las redes podía leer la información que a él le interesaba y no la que le ofrecían los medios utilizando los algoritmos que se imponen cuando uno da likes a diversas publicaciones.

“Lo mío fue obligado. De repente, estando de vacaciones mi celular expiró. Estuvo más de una semana en el service. Para mí fue una oportunidad para descubrir que me pierdo un montón de cosas al estar siempre conectado. No quiero que me domine esa ansiedad por revisar las redes todo el tiempo, así que ahora me puse como límite dos entradas al día a Facebook y Twitter”, confesó Patricio Marini (28 años, técnico en computación).

Si bien para la mayoría de los millones de usuarios que tienen las redes sociales es gratificante usar las plataformas, cada vez más personas –especialmente los jóvenes- reconocen que los excesos son malos.

Es difícil darse cuenta cuánto tiempo le dedicamos a las redes. En un día normal, las personas suelen pasar en promedio seis horas y media en línea. Aunque para los expertos el problema no suele ser el tiempo sino lo que la actividad nos genera. Un estudio publicado en estos días por el Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de la Universidad Siglo 21 señaló que la mayoría de los trabajadores argentinos de entre 18 y 70 años reconoce tener síntomas de nomofobia: miedo a separarse de su teléfono celular.

La encuesta, que incluyó a Tucumán, reveló que más del 61% utiliza continuamente las tecnologías, incluso fuera de sus horarios de trabajo. El 27% asegura tener ansiedad si no tiene acceso a las tecnologías y el 26% siente un impulso interno que lo obliga a utilizarlas en cualquier lugar y momento.

Ansiedad y depresión son dos señales claras del impacto de la tecnología. En los consultorios se ven cada vez más casos de los trastornos que está causando el abuso de las redes sociales e internet, cuenta Florencia Lazarte, del Programa Universitario para el estudio de las Adicciones (PUNA), que pertenece a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT).

La duda es: ¿tiene la adicción a las tecnologías los mismos parámetros de cualquier adicción? “Sí, tiene los mismos parámetros”, responde Laura Jurkowski, psicóloga y directora de Reconectarse, un centro especializado en adicciones a internet (www. reconectarse.com.ar).

“Internet y las redes sociales pueden generar distintos tipos de adicción. Algunas personas directamente dejan de tener relaciones cara a cara para relacionarse en la web”, describe.

¿Cuándo hay que preocuparse? “Cuando hay cuadros de angustia y de ansiedad si la persona no se puede conectar. Se pone irritable, nerviosa… idénticos síntomas de abstinencia que puede sufrir un adicto a una sustancia”, describe la especialista. “La única forma que sienten gratificación es conectados a las redes y necesitan cada vez más tiempo. Empiezan a sustituir el contacto en la vida real con los otros y piensan que lo que sucede en las redes sociales es realmente lo que pasa en el día a día”, apunta.

Jurkowski confirma que cada vez más personas que sufren agotamiento virtual y que deciden desprenderse de las redes sociales. Aunque muchos se los proponga no será igual de fácil o difícil lograrlo, depende de cada caso. Para algunos, como el caso de Paz, salir de Facebook e Instagram fue más difícil que dejar de fumar.

Aquí la explicación: “la desintoxicación digital es la misma que a cualquier sustancia u otra adicción, como la ludoptía. Pero hay un punto que la hace más difícil incluso: internet es una herramienta muy importante que forma parte de nuestras vidas y está ahí, siempre presente”. No hay una fórmula concreta ni tampoco hay respuestas a la pregunta de si es posible desconectarse totalmente y para siempre de las redes sociales, admite la psicóloga.

“Tenemos muchas consultas. Cada caso es particular; en unos hay adicción, en otros uso abusivo de redes. Se decide con el paciente, qué está dispuesto a dejar. A veces, lo más importante es la honestidad y buscar un equilibrio”, sugiere. Jurkowski y Lazarte coinciden en que poner límites cuanto antes es bueno para prevenir y no llegar a una situación extrema.

Cada vez más gente decide cerrarles las persianas a Facebook, Instagram y Twitter. O al menos lo hacen por un tiempo hasta que resuelven sus crisis de ansiedad. En los consultorios se ven casos de adicción

Las cifras de la dependencia

27% de los argentinos tiene ansiedad si no tiene acceso a Internet,

1 de cada 4 encuestados siente un impulso interno que le obliga a utilizar estas tecnologías en cualquier lugar y en cualquier momento.

48% de los millennials realizan un uso compulsivo de las redes.

57,7% afirma que en conversaciones cara a cara la otra persona se pone a chequear el celular en medio de la conversación.

7 de cada 10 internautas de EEUU y del Reino Unido aplican una dieta tecnológica con periodicidad o una desintoxicación completa de las redes.

Escondidos detrás de lo virtual

Muchos famosos cierran por un tiempo o definitivamente sus cuentas en las redes sociales por los mensajes agresivos que reciben.

La licenciada Diana Sahovaler de Litvinoff, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), analiza lo que ocurre con las redes sociales: “como en todo fenómeno de masas, alberga la posibilidad del escondite irresponsable a través del cual es posible la difamación, el insulto o la mentira. El elogio social del exhibicionismo, el empuje a mostrarse proporciona datos que son utilizados de un modo que el sujeto no puede conocer ni controlar. Cada vez somos más conscientes de la manipulación de datos con diversos intereses, económicos, políticos etc. Sirven para la vigilancia o el castigo, como un panóptico Gran Hermano que crea un ambiente paranoide”.

Según la autora del libro “El sujeto escondido en la realidad virtual”, la atracción de las redes sociales tiene que ver con crear la ilusión de cumplir en comunión deseos prohibidos, silenciados, elaborar fantasías primarias o darles rienda suelta en la virtualidad. Pero fundamentalmente responde a la necesidad de salir del aislamiento propio de la época de consumo privado, del espíritu individual típico de la modernidad.

Muchas redes sociales, blogs o salas de chat basan su popularidad en ofrecer ese espacio donde el sujeto pueda desplegar su fantasmática personal; un muro sobre el cual colgar sus fotos o ideas: la profusión de imágenes que circulan por las redes cibernéticas mostrando perfiles, comunicando, ocultando y mostrando, en ocasiones creando lazo social y en otras objetalizando, destaca. “Son fotos que muestran el brillo, imágenes en ocasiones de amor y felicidad. Contrariamente a cómo se suele alertar, no son imágenes que develan la intimidad sino todo lo contrario, muestran la imagen que el usuario digital quiere dar, y en el reverso está lo que no se muestra, lo oscuro”, analiza.  

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