Detectaron en Argentina una alarmante tasa de resistencia a un medicamento muy usado contra VIH

Se trata de efavirenz, que sigue siendo muy buena opción, según expertos, en personas con buena adherencia a la terapia.

OPCIONES. La clave para quienes viven con VIH es sostener el tratamiento. OPCIONES. La clave para quienes viven con VIH es sostener el tratamiento.

El jueves, por cuarta vez desde septiembre de 2016, el Frente Nacional por la Salud de las Personas con VIH, que reúne más de 60 organizaciones de todo el país, encabezó una protesta (replicada en varias provincias): denunció no sólo faltante de antirretrovirales, sino también “sistemática falta de previsibilidad en las compras”.

¿Por qué esto es grave? Porque quienes viven con VIH necesitan, para controlarlo, una combinación de drogas. Y si ese tratamiento no se puede sostener, aparecen cepas resistentes del virus; en otras palabras: los medicamentos dejan de funcionar.

Que eso pase en un cierto porcentaje es “aceptable”, pero Argentina es uno de los 12 países donde la OMS halló un preocupante aumento de resistencia del VIH a medicamentos, entre ellos, efavirenz. “Y cerca del 60 % de las personas que viven con VIH en la Argentina -especialmente las que reciben su tratamiento en el sistema público- usan efavirenz”, indicó a LA GACETA Gustavo Costilla Campero, jefe de Infectología del hospital Padilla y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Infectología. “Cuidado -añadió-; eso no quiere decir que efavirenz no funcione. En las personas con buena respuesta y que mantienen la adherencia es muy buen tratamiento. El problema suele producirse cuando este se interrumpe y hay que empezar de nuevo. Entonces aparece riesgo de resistencia”.

Los problemas de adherencia pueden ser causados por muchos motivos, ya volveremos sobre ellos. Pero la situación denunciada por las ONG de personas que viven con el virus es grave: si las drogas no llegan a quienes las necesitan porque el Estado no licita y no las compra, o no las distribuye como corresponde, o por el motivo logístico que sea, el propio sistema de salud favorece la resistencia del VIH. “La epidemia en Argentina es básicamente estable; no hay justificativos para las improvisaciones- señaló Omar Sued, director de Investigaciones Clínicas de Fundación Huésped-. Hace falta mejor planificación de compras, de logística, de distribución”.

El estudio

Entre 2014 y 2018 la OMS seleccionó al azar clínicas de 18 países y examinó niveles de resistencia en personas que habían comenzado el tratamiento contra el VIH en ese período: halló que más del 10% de los adultos con el virus habían desarrollado resistencia a ciertas drogas. Y no es sólo un problema individual: superado ese umbral, no se considera seguro recetarlas al resto de la población, dado que se corre el riesgo de que la resistencia general aumente.

“Creo que hemos cruzado la línea”, advirtió Massimo Ghidinelli, infectólogo de la Organización Panamericana de la Salud. “Era una tendencia que veníamos observando -agregó Sued-, y las nuevas cifras de la OMS indican que habrá que pensar mucho si iniciamos tratamientos de primera línea con efavirenz”.

Sucede que hay dos tipos de resistencia. “La resistencia secundaria, derivada posiblemente de problemas de adherencia, y la primaria: la de personas con infecciones nuevas con cepas del virus que ya son resistentes”, explicó el infectólogo tucumano Tomás Gonzalo.

El estudio de la OMS mostró que, en promedio, la prevalencia de resistencia en las personas que reiniciaron efavirenz después de interrumpir el tratamiento fue mucho mayor (21%) que en las que lo usaron por primera vez (8%). Pero mostró también que en la Argentina esa resistencia primaria supera el 12%. “Por eso, empezar un tratamiento de primera línea con efavirenz sabiendo que hay riesgo de más del 10% de que no funcione no es buena opción -agregó Sued-, especialmente cundo tenemos otra droga (dolutegravir) más barata, más potente y efectiva y menos resistente”. “Tenemos que alentar una transición mundial a dolutegravir”, señaló Roger Paredes, infectólogo del Hospital Germans Trias i Pujol, en Barcelona.

La crisis en la adherencia

El VIH no se puede curar; pero las personas que viven con él pueden recibir terapia antirretroviral, por eso es tan importante hacerse el test, y saber si uno vive o no con el virus. Cuando la terapia es eficaz controla la carga viral hasta hacerla indetectable, con lo que las personas no sólo tienen buena calidad de vida sino que además el virus no se transmite. Por eso se insiste en resaltar que indetectable es igual que intransmisible, y que el tratamiento en sí mismo es prevención. Pero quienes viven con VIH pueden no lograr sostener el tratamiento por varias razones. “El estigma juega un papel importante” -advirtió Silvia Bertagnolio, infectóloga de la OMS y coautora del informe-. Es posible que no quieran que los vean recogiendo medicamentos. La escasez de estos en las clínicas también contribuye”.

Y volvemos al principio: cuando se convocaba a la marcha del jueves Matías Muñoz, de la Asociación Ciclo Positivo, señalaba que cambiar dosis puede hacer aumentar la toxicidad o que se abandone el nuevo tratamiento por el temor a efectos adversos no advertidos por el médico o el farmacéutico. “Es notable el impacto a nivel emocional, en calidad de vida y en la salud de la persona con VIH a la que le cambian su tratamiento o se lo fraccionan”, advertía a Télam.

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