Por Natalio Botana
El populismo es el momento reaccionario de este momento civilizatorio. Este momento expresa, y cito a Felipe González, la crisis de gobernanza que afecta a la democracia representativa.
El populismo, por definición es la simplificación de la política. Frente a la crisis de representación postula la evocación de un pueblo constituido por una masa homogénea conducida por un líder carismático. Postula, por lo tanto, la negación de las minorías que podrían ser las mayorías del mañana. El populismo es esencialmente antipluralista. Esto atenta contra la alternancia. Para el populismo, la mayoría es un hecho permanente. No concibe la derrota, como vemos hoy en Bolivia.
Los populismos siempre enfrentan a la prensa, a la crítica. La democracia implica la institucionalización de la crítica.
El reeleccionismo en sí mismo no es malo. El reeleccionismo populista es perverso porque el titular del Ejecutivo subordina los otros poderes. En Bolivia vemos cómo la Corte legitima al líder. Por definición el populismo es hegemónico. Es, en términos de Maquiavelo, un principado democrático.
En América latina conocimos populismos inclusivos. Lo fueron el peronismo de la década del 40 y el gobierno de Vargas en Brasil. Hoy el populismo europeo es excluyente. Convoca a los fantasmas del pasado con ideas xenófobas. El gran problema lo tenemos cuando el populismo pasa a un estadio autoritario con vocación totalitaria.
* Historiador.