“He escrito media docena de relatos sobre cómo mi esposa y yo nos encotrábamos"
Fallecido la semana pasada, Stephen Dixon es un autor oculto para la mayoría de los argentinos aunque se trata de uno de los más talentosos narradores norteamericanos contemporáneos. La publicación en 2015, en la Argentina, de sus libros Calles y otros relatos y Ventanas y otros relatos despertó el interés de la crítica local. La calificación de “escritor de escritores” esconde la dificultad para describir su particular estilo. En esta entrevista aporta elementos para enfocarlo.
Por Fabián Soberón
Para LA GACETA - NUEVA YORK
- En algunos de sus cuentos (por ejemplo La firma) se producen situaciones absurdas. Estas situaciones raras o abismales, llevan al extremo el concepto o la idea común de realismo, casi como en Kafka. ¿Podría hablar de esto?
- No puedo hablar sobre eso. Es simplemente así como el relato resultó. Por supuesto, tuve cierta influencia en ello. Me gusta el absurdo en la ficción si tiene sentido. Si no es absurda sólo por ser absurda. Y me encanta escribir alegorías, si dicen algo que no se ha dicho antes y tiene sentido. También me gustan los cuentos realistas si no son aburridos y comunes.
- El fracaso amoroso es un tema que aparece en sus cuentos. Lo que importa no sólo es el tema o historia sino la forma de tratar ese asunto. Por ejemplo, en Will & Love, Will es un desquiciado amante que busca de forma empecinada que su ex mujer lo vuelva a querer. Y los juegos de palabras trabajan con esa obsesión, con la obcecación de Will. Hay una especie de traslado de lo ilógico de la obcecación al uso del lenguaje.
- Hay muchos fracasos amorosos en mis obras de ficción porque hubo muchos fracasos amorosos en mi vida. Pero también hay algunos romances muy exitosos y duraderos en mis obras de ficción, y en mi vida. Trato de que los romances exitosos en mis obras de ficción sean tan interesantes como los que no son exitosos. En el relato Will & Love, él no está casado. Will no es un amante desquiciado. Podría ser un amante implacable. Y quizás un ex amante enojado si siente que su mujer se ha separado de él injustificadamente o si lo ha traicionado.
- Se ha dicho que su literatura es una extraña especie llamada realismo experimental. ¿Cómo se siente con esta etiqueta o marca? ¿Qué es lo experimental para usted?
- Es más que un experimento si el experimento es exitoso. En mi escritura yo corro riesgos que conozco. He escrito muchos relatos. Quizás 600. Quizás 700. He perdido la cuenta y sería una ardua tarea tratar de descubrir la cantidad exacta. De todas maneras, todos esos relatos no pueden ser iguales. Pruebo cosas nuevas en la escritura para hacerla interesante para mí. Después de todos esos relatos y 16 novelas, todavía encuentro nuevas formas de decir las mismas cosas. Me entusiasmo como nunca antes cuando escribo ficción. Me he sentido de esa manera desde aproximadamente un año o dos después que escribí mi primera obra de ficción en 1962 más o menos. Eso me mantiene escribiendo. Eso evita que yo me agote. Eso hace que me entusiasme ir a mi máquina de escribir todos los días.
- En el cuento Dijo los personajes no hablan. El narrador sólo dice “dijo”, “él dijo” o “ella dijo”. En otros cuentos, en cambio, los diálogos estructuran la acción. Incluso se podría decir que usted ha reinventado la narrativa basada en el diálogo corto y punzante, un diálogo que es muchos diálogos que se intersectan y progresan en distintas direcciones. ¿Cómo ha trabajado esa instancia o esa forma de tensión en los diálogos?
- Como dije, siempre estoy probando algo diferente. A veces algo diferente en estilo y forma y una historia en la misma historia. Como dije, eso hace que mi escritura sea más interesante para mí y quizás más interesante para los lectores que me leen. No es que no me repito a mí mismo en mis relatos. Quiero decir, el mismo tema o argumento. He escrito alrededor de media docena de relatos sobre cómo mi esposa, Anne Frydman, y yo nos encontramos por primera vez. Quizás una media docena de relatos sobre cómo mi esposa y yo fuimos a la cama por primera vez, etcétera. Muchas repeticiones. Pero a cada una la conté de una manera diferente y más profundamente. Hacer eso me parece interesante y quizás también sea interesante leerlo.
- Para ciertos autores realistas norteamericanos la forma es un asunto secundario. En sus cuentos, en cambio, se percibe un interés en cambiar la estructura de cuento a otro, entre una historia y otra. Es como si la historia y su modo espiralado u ondulante fueran importantes. ¿Podría hablar de esto?
- No. Entendiste bien lo que yo hago. ¿Para qué explicarlo más?
- En sus relatos podemos leer la historia de una bala, suicidas que fracasan, hombres que recuperan su pasado, etcétera. Historias nimias y a la vez fuertes, intensas, con un claro tono urbano. ¿De dónde surgen esas historias?
- Algunas a partir de los periódicos. Algunas de mis propias experiencias. Unas pocas de lo que la gente me ha contado y quizás me han contado como confidencias, entonces las escribí de manera que ellos no fueran identificados. Y la mayoría a partir de mi imaginación y simplemente escribí un primer borrador de una historia o capítulo algo así como en trance y luego pulí el trabajo luego de volver a tierra.
- Algunos de sus personajes son desahuciados, fracasados, o han sido heridos por una relación frustrada. ¿Usted piensa que sus personajes reflejan una situación social determinada? ¿Cree que sus libros hablan de los ciudadanos de Nueva York o de otras ciudades norteamericanas?
- Me gustan las historias simples y poderosas. Y la escritura simple y poderosa. Me gusta escribir una ficción que entretenga o conmueva al lector. Más que entretener, que lo haga al lector o lectora reírse. Y más que conmoverlo, que lo emocione. Me gustan las historias de amor y no me gustan las historias trágicas, pero me siento obligado a escribirlas cuando vienen. No me gusta la escritura que alardea. No me gusta la ficción que trata de educarme. Soy un duro crítico de la ficción. Siempre estoy leyendo ficción, pero no hay mucho que me interese. Mencionaste a Kafka al comienzo. Él me interesa. No mencionaste a Thomas Bernhard o a Beckett, pero me interesan también. ¿Yo? Yo busco el corazón y el cerebro. Y no, a tu última pregunta: creo que mi ficción habla de la gente, a menudo de la urbanidad quizás, pero no hay razones por las cuales alguien que vive en el campo no apreciaría mi trabajo también. Y ciertamente no sólo los estadounidenses. Escribo en inglés y publico primero en Estados Unidos, pero mi ficción podría hablarle a cualquiera que sea civilizado, respetuoso, compasivo, cariñoso, decente, amable y otras finas cualidades. Realmente no sé quién me lee. No pienso en ello. Yo sólo escribo y envío mi trabajo.
© LA GACETA
Perfil
Stephen Dixon nació en 1936 en Nueva York. Fue autor de más de una veintena de libros de ficción, entre ellos, las novelas Frog (1991) e Interestatal, ambas finalistas del National Book Award. Sus relatos han ganado la mayoría de los premios literarios más importantes, incluyendo el O. Henry Award y el Pushcart Prize. Ha sido acreedor de los honores de la Fundación Guggenheim, la Fundación Nacional para las Artes y la Academia Americana de las Artes y las Letras. Hasta 2007 dio clases de escritura en la Universidad Johns Hopkins.