La contraola del mar de la historia rompe con violencia durante este verano sobre el presente argentino y la coyuntura tucumana. La espuma de su marea alta es reveladora: llegó la hora en la que el peronismo se va a hacer cargo de la disciplina fiscal.
Golosa por la ironía, la historia se encarga, además, de que sean los mismos protagonistas que se asoleaban en la prodigalidad del gasto público los que ahora tengan que aplicarle protector del gasto público a cuanta cuenta estatal tengan a mano. Alberto Fernández era el jefe de Gabinete cuando Néstor Kirchner amplió en términos financieramente inviables la base de jubilaciones y de pensiones, moratoria previsional mediante. Cristina Fernández era senadora; y Sergio Massa, titular de la Anses. Ahora, como presidentes de la Nación, del Senado y de Diputados, fueron las figuras del achique contra los jubilados y el campo que implica la “Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva”, cuyo nombre malversa el español.
El gobernador Juan Manzur, con el paquete de ajustes que acaba de decretar, le pone punto final a la “cláusula gatillo”, sobre la cual cimentó una política de gobierno para la primera gestión: no hubo inversión en grandes obras de infraestructura, pero los estatales tenían blindado el salario contra la inflación. Esa sombrilla ya no está disponible. A su sombra se logró la reelección con la mitad más uno de los votos, pero el precio a pagar fue que la planilla se duplicó hasta el año pasado. Y estaba a punto de crecer un 50% más. Ahora, “la Provincia promueve el equilibrio de las cuentas públicas”, clarificó Manzur ayer.
Los popes peronistas presentan vacaciones “gasoleras”. Hay que pasar el verano, Y el paquete de ajuste del Gobierno tucumano (incluye congelamiento de salarios de funcionarios, reducción de viáticos y supresión de horas extras y extensiones horarias) opera como quien busca con un detector de metales objetos enterrados en la playa.
El ministro de Economía, Eduardo Garvich, puntualizó, por un lado, que aspira a un ahorro mensual de $ 600 millones durante 2020. Si se anualiza ese meta, el resultado arroja una economía de $ 7.200 millones. Esto cubre una planilla salarial completa.
El funcionario manifestó, además, que al no liquidar con los sueldos de diciembre el último tramo la “cláusula gatillo” (ya se pagaron las dos terceras partes durante el año pasado), el Tesoro de la provincia ahorra unos $ 850 millones. Si se anualiza la suma (porque al ser suspendida no se pagará en el aguinaldo ni en ninguno de los 12 sueldos), el resultado es 11.000 millones este año. O una planilla salarial y media más.
Luego, a la hora de dirigir sus oraciones a la Casa Rosada, en la Casa de Gobierno invocan la posibilidad de que la Nación vuelva a otorgar subsidios al transporte público, lo que representaría unos $ 5.000 millones anuales más; y que retorne el Fondo Soja, por unos $ 1.500 millones más. Otra planilla salarial.
Así, peso sobre peso, se proyecta el año presupuestario en la Provincia. Tal y como lo hace la Nación, que hace cuentas sobre lo que se ahorra al suspender la movilidad a los jubilados, al reponer el IVA a los alimentos de la canasta básica, y al aumentar las retenciones a las exportaciones del campo. Después, anhela que el FMI conceda una refinanciación laxa, con algunos años de gracia. Luego de que la semana pasada los bonos argentinos en dólares se desplomaran cuando trascendió que Donald Trump no respaldaría la renegociación argentina por la cercanía de la Casa Rosada con Venezuela, la Cancillería argentina no hesitó en condenar el “golpe al Parlamento” perpetrado por el oficialismo de Nicolás Maduro. La necesidad del fernandismo no tiene cara de revolución bolivariana...
Esa dolorosa solidaridad...
El viento del ajuste levanta la arena del descontesto en las playas del peronismo nacional y provincial. Los guardavidas le echan la culpa al macrismo, y su argumento no deja de tener muchos elementos veraces: la recesión que retrae la recaudación, y la inflación que dispara los costos, son una fórmula maldita. Pero los propios “compañeros” recuerdan los compromisos de campaña referidos a que lo que venía era la alternativa a las políticas macristas y no su continuidad y su profundización. Además, están sufriendo la “solidaridad” en lugar de marchar “combatiendo al capital”.
La hora de los pingüinos flacos ha llegado. Y para el manzurismo será el momento no sólo de administrar la adversidad, sino también de barajar y dar de nuevo la lista de “amigos”. Porque si en la vida cuando escasea la plata de pronto comienzan a escasear las amistades, ni hablar de lo que pasa en la política.
Por un lado, habrá que ver cuántos y quiénes ponen la cara por el ajuste de Manzur. Eran tantos los que ponían la sonrisa para las buenas noticias... Por otro lado, habrá que ver qué hacen los sindicatos. Los autoconvocados de la salud, combativos de nacimiento, ya han llamado al paro. Los gremios masivos, ATEP (docentes) y ATE (estatales) se han declarado en alerta y van a convocar plenarios. Amenazan con no comenzar las clases, lo cual abre un período para negociar; y con ir a la Justicia, aunque resta ver los términos puestos por escrito en las paritarias.
No menos cierto es, sin embargo, que la función tácita de los grandes sindicatos es sostener a los gobiernos del PJ. Sin menospreciar su función como instituciones de los trabajadores, pero sin olvidar su comportamiento histórico, lo cierto es que para eso están.
De ello deviene otra presunción estadística: Manzur decreta el ajuste por las mismas razones funcionales que lo ha hecho Fernández: porque puede. Ese es el poder del peronismo, tanto como su capacidad electoral. Y ese poder es necesariamente multiforme. Sólo así el ajuste de ayer era la obra perversa del Gobierno de los CEO insensibles que gobiernan para las multinacionales a costa del hambre del pueblo trabajador; y el ajuste de hoy es responsabilidad y solidaridad. Y así es como todo viento le resulta buen viento.