Año Nuevo en un Ashram

Miles, como nosotros, han venido a celebrar el año nuevo con Amma, la santa de los abrazos, en Amritapuri, su Ashram en Kerala, al sur de la India.

12 Enero 2020

Ya sé que el viaje desde Buenos Aires a Kerala será casi infinito: la escala obligada en San Pablo, algunas horas en Etiopía después del largo primer tramo y, desde allí, el vuelo a Bombay -nuestra puerta de entrada- donde los trámites migratorios tendrán la inquietante falta de celeridad de los indios.

Tratamos de soportar estoicamente el golpe de iniciar el viaje en una de las ciudades más densas y arduas de este país. Será por un par de días, como quien se aclimata. Porque para Kerala... todavía falta: un vuelo más -hacia Trivandrum, por supuesto demorado- y luego, ya de noche, horas en auto y en ascuas, siempre a punto de chocar, a la manera india.

Empiezo a cuestionarme el impulso que me llevó a embarcarnos una vez más en un viaje a las antípodas de la Argentina... y de todo.

Por fin llegamos. No somos los únicos: miles, como nosotros, han venido a celebrar el año nuevo con Amma, la santa de los abrazos, en Amritapuri, su Ashram en Kerala, al sur de la India. La multitud de occidentales y de indios -muchos de los cuales atravesaron el país sólo para pasar una noche junto a la encarnación de la Madre Divina- nos recibe como negándonos espacio y hasta identidad.

¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué la he sometido de nuevo a mi mujer a esta odisea? ¿Cómo es que no escarmiento en mi devoción hindú? Bien podría haberme amedrentado, por ejemplo, como a otros amigos, la suba del dólar. Y estaríamos ahora tranquilamente en una carpa en Pinamar y no teniendo que hacernos las camas y lavar nuestros platos después de comer, a estas horas, con este cansancio.

Entonces me acuerdo del marido de una amiga que estando aquí, en medio de la marea humana, se le escapó un “¡qué ganas de estar en la avenida Libertador!”

Me sonrío. Y empiezo a recibir la energía de un misterioso salvoconducto que alivia nuestras tensiones y va conjurando el desasosiego.

Advierto que en realidad lo que estamos viviendo precisamente forma parte de aquello que hemos venido a buscar: sentido. Reencuentro con lo esencial. Recuperar aunque más no sea un atisbo de la unidad gozosa del Ser, extraviada en la ilusoria vivencia de separación, propia de la “ratonera de la vida ordinaria” (Leopoldo Marechal).

¡Qué auspicioso este comienzo! ¡Qué año verdaderamente nuevo!

© LA GACETA

Fernando Sánchez Sorondo - Escritor.

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