El pago de sueldos es la coyuntura. Domina el estado de ánimo de la población estatal, en medio de semejante pandemia. El cronograma de pago sigue siendo la tabla de salvación para agentes públicos y también para el comercio. En un mes de normalidad el movimiento de dinero en el circuito financiero supera los $ 30.000 millones, si se toman en cuenta las remuneraciones públicas y privadas, las jubilaciones y pensiones y las ayudas sociales. La cuarentena ha disminuido casi al 50% ese volumen de billetes. En algunos casos, por la baja de la actividad, la liquidación no suele ser la misma de siempre; en otros, prácticamente ha desaparecido por efecto del cierre de negocios. Y también están aquellos que lo han podido sostener por efecto del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP). Hasta ahora, el Estado ha podido saldar, regularmente, sus obligaciones salariales y también las previsionales.

El gasto corriente del Estado nacional ha crecido el doble que el nivel de ingresos. El déficit financiero de mayo ha sido de $ 300.000 millones (casi dos presupuestos anuales tucumanos). Y esa situación es insostenible en el tiempo. De las transferencias corrientes, el 75% corresponde al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y al programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP). Ambos explican erogaciones por casi $ 80.000 millones. En la misma línea, el programa Alimentar registró un incremento interanual de $ 8.545,6 millones y las asignaciones en materia de Apoyo al Empleo aumentaron $ 2.000 millones, dice el reporte del Ministerio de Economía de la Nación. A su vez, las transferencias a provincias alcanzaron los $ 53.327 millones, de los cuales $ 11.000 millones fueron por Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Gran parte de esos recursos han servido para que los gobernadores puedan pagar los sueldos a los empleados públicos. Las prestaciones a la seguridad social totalizaron $193.767 millones, un crecimiento interanual de 43,4% producto de lo establecido en el Decreto Nº 163/2020 (movilidad jubilatoria), dice el reporte de la cartera que conduce Martín Guzmán.

La danza de los millones continúa. Manzur terminará el primer semestre pidiendo la hora, con un rojo fiscal de entre $ 5.000 millones y $ 6.000 millones, golpeando las puertas de la Casa Rosada y también gestionando el uso del descubierto en el agente financiero de la provincia. Patear las deudas hacia adelante es el deporte del momento. Nada parece indicar que esta situación se modifique si es que la Nación y la provincia no logran repuntar la recaudación.

El último lustro, por el crecimiento del gasto público, Tucumán a pasado de ser el distrito que llegó a acumular tres planillas salariales mensuales de ahorro y que ahora está una abajo. Manzur, asimismo, ha presentado en la Rosada una proyección que indica que el rojo fiscal será este pandémico 2020 de $ 12.000 millones, descontando los $ 6.000 millones del crédito del Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial, que comenzará a pagarse apenas arranque el año electoral que viene.

Viajes digitales

El gobernador no dejará de golpear puertas en Buenos Aires, pero teme de los picaportes. Prende velas para que la Jefatura de Gabinete ordene la transferencia de los $ 3.000 millones que corresponden al segundo tramo del crédito federal para cubrir gastos corrientes. Será en los próximos días. El aguinaldo está asegurado con la primera remesa. Esta semana arrancó con la viralización de un cronograma de pagos que preveía un adelantamiento de la cancelación del Sueldo Anual Complementario del primer semestre del año. Pegó en el palo. El Poder Ejecutivo no hizo más que retrasarlo uno o dos días para ponerse a tono con las políticas nacionales. Curiosa situación: está el dinero para pagar todo el aguinaldo; sin embargo, se ha decidido esperar hasta la publicación del decreto nacional que dispone el pago total sólo hasta $ 80.000 de salario bruto mensual. La respuesta es también lógica: el acompañamiento no sólo es político, sino también de pertenencia financiera, ya que es la Nación la que contribuye a saldar esa obligación con los estatales.

Manzur ha decidido no viajar a Buenos Aires. Ese distrito está pasando por lo peor de la pandemia del coronavirus. Y viene a colación aquello del temor al picaporte. No es una ironía, sino una realidad. Nadie sabe quién lo acciona y si el virus está en cada puerta de un despacho oficial. El desfile de hisopados, de la semana pasada, ha llevado a que varios funcionarios que tenían previsto acompañar al mandatario hacia la Ciudad Autónoma de Buenos Aires levantaran el teléfono, en reiteradas oportunidades, para preguntarle a la ministra de Salud, Rossana Chahla, qué hacer para evitar el contagio de la covid-19. Manzur desistió de emprender vuelo. Sin embargo, sigue atento a lo que pasa en la metrópoli. El gobernador piensa en la pospandemia. En esos planes se inscriben los proyectos para ejecutar obras públicas en Tucumán por un total de $ 30.000 millones a lo largo de tres años (justo el tiempo del actual mandato). Además, hay otra cuestión no difundida que el jefe del Ejecutivo está tejiendo: la construcción de una mesa chica que acompañe la gestión de Alberto Fernández ante la inminencia de un test electoral en 2021. Las luces de la gran ciudad encandilan al gobernador. Es su plataforma para sostener el poder en tiempos de crisis para la política y para su dirigencia.

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