Manuel Belgrano, en la mirada de Juana Manso

28 Junio 2020

Por Ricardo de Titto

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Es poco sabido que el primer libro de historia argentino redactado con objetivo de uso escolar es obra de Juana Paula Manso. El Compendio de la Historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, datado en 1862 –con base en trabajos previos del Deán Funes y Mitre– y, para tomar debida distancia de la época de guerras civiles que aún no terminaban de cicatrizar, el mismo título aclaraba que el período estudiado cubría “desde su descubrimiento hasta la declaración de su Independencia de 1816”.

Hay en ese trabajo reiteradas menciones a Manuel Belgrano en las que resulta ostensible el respeto y cariño que su figura generaba en la educadora –y, seguramente, también la mujer– más notable de la Argentina del siglo XIX. Recuerda, por ejemplo, su obra precursora en la era colonial: “Belgrano, uno de los hombres más eminentes de la revolución del año 10 y en la guerra de la independencia (…) persona de talentos y calidades relevantes; (…) a la sombra de la redacción del Correo de Comercio de Buenos Aires organizó una asociación política cuyo fin era la independencia nacional y la libertad de la patria. Ese diario que solo se ocupaba de ciencias, de artes y de historia; bajo la hábil pluma de Belgrano, supo sin embargo labrar el proceso de la dominación colonial (…) y predispuso los ánimos para la gran revolución”.

Más adelante rememora el papel crucial de Belgrano los días de Mayo: “La plaza y las calles circunvecinas estaban llenas de gente que con rostro inquieto y severo esperaban la decisión del Cabildo; la tormenta popular se formaba, y para prevenir su estallido, Belgrano y Saavedra penetrando en la sala de la sesión se constituyeron los diputados del pueblo; ellos hicieron presente al Cabildo que la tardanza del bando traía inquieto y receloso al pueblo y que era necesario terminar esa situación”; y apunta luego un dato curioso: “Al frente de esa juventud estaban French y Beruti agentes subalternos de la revolución, el primero guiado por Belgrano, el segundo por Rodríguez Peña”.

Los párrafos destinados a la frustrante expedición al Paraguay mueven a Juana Manso a una reflexión: “El resultado de la expedición al Paraguay no podía ser dudoso, cuando a todos los inconvenientes amontonados por la naturaleza se agregaba una voluntad que repelía la revolución sin comprenderla”. A su regreso, apunta, “sin desatontarse por los reveses que acababa de sufrir, (el gobierno) dio orden a Belgrano que repasase el Paraná y se dirigiese con los restos de su ejército a proteger el pronunciamiento de la campaña oriental”. Y aporta entonces una visión del impulso continental de la independencia: “Chile también después de consolidar el nuevo orden de cosas, formaba una estrecha alianza con la junta de Buenos Aires y contribuía con su contingente de tropas a reforzar el ejército patriota que operaba en el interior. Chuquisaca había levantado el grito de nuevo y desde el Ecuador hasta México la revolución había ganado terreno y los principios proclamados en Buenos Aires encontraban un eco de simpatía del uno al otro confín de la América Meridional”.

El famoso “Motín de las trenzas” realizado por oficiales y suboficiales del regimiento de Patricios en diciembre de 1811 merece también una puntillosa descripción. Pero no nos detendremos en una sucesión de hechos bastante conocidos como la creación de la bandera, el éxodo jujeño, las batallas de Tucumán y Salta, sus vínculos con la Asamblea del Año XII, la donación de su merecido premio para que se fundaran escuelas, Vilcapugio y Ayohuma, la relación con San Martín, el posterior viaje diplomático a Europa junto con Rivadavia y su papel en el Congreso de Tucumán temas que la autora aborda con sumo conocimiento de las circunstancias. A quienes les interese conocer estos abordajes me permito recomendarles el blog juanamanso.org en el que el texto completo del Compendio se encuentra a disposición.

Aquel primer libro de historia nacional –que, por cierto, despertó recelos en competidores masculinos que se sintieron desplazados por una mujer, algo casi insólito por entonces– culmina con unas advocaciones que vale la pena recoger: “Antes de cerrar este imperfecto bosquejo histórico o compendio, como gustéis llamarlo, os diré que las armas argentinas firmaron la Independencia no solo de nuestra patria sino de toda la América, con espléndidas victorias y con generosos sacrificios que honran altamente a la República Argentina. Así pues, habituaos desde la infancia a respetar el nombre de argentinos que lleváis, ¡y sabed que ese nombre os impone serios deberes, y el principal de ellos es tornarlo cada día más puro, más noble, y más digno en el presente como a los ojos de la posteridad!”.

Como es sabido, Belgrano falleció el 20 de junio de 1820. Casi exactamente un año antes, el 26 de junio de 1819 y en la misma Buenos Aires, fue cuando Juana Paula Manso vio la luz. Un hilo casi invisible de continuidad los une: la república.

© LA GACETA

Ricardo de Titto – Historiador.

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