Las “manos amigas” en el mercado

El dinero no tiene ideología; menos la especulación. Sin embargo, sí se puede teñir, de verde o de azul, según la puerta que se abra. El billete verde escasea en el mercado y para todos los agentes económicos y, entonces, se apela al azul, al de la informalidad porque en algo hay que refugiarse cuando la moneda nacional pierde confianza y valor. Cada vez que el “blue” se dispara, el Gobierno toca esas puertas de amigos circunstanciales para bajar la espuma temporalmente. Lo hizo Cristina Fernández de Kirchner; también Mauricio Macri y ahora Alberto Fernández.

Desde hace varias semanas, el ministro de Economía, Martín Guzmán, viene repitiendo como un mantra que el Gobierno “no observa al dólar blue como un tipo de cambio de referencia para los precios”. El viernes le agregó que no se devaluará el peso y que se mantendrá “la política cambiaria” del tipo de cambio oficial, tras tomar una serie de medidas. El mercado informal le respondió con una suba de casi $ 17 durante la semana, para terminar en $ 195. La expectativa era que esta que arrancó el blue llegue a los $ 200 y siga dominando el centro de la escena. Las conversaciones entre la Casa Rosada y aquellos que operan en la oscuridad se sucedieron. Y el Poder Ejecutivo apelaron a “manos amigas” para pinchar la cotización informal. Por caso, algunos operadores de la city reconocieron que ayer, por ejemplo, hubo una oferta fuerte a primera hora de unos U$S 200.000 para que el precio del blue descendiera entre $ 2 y $ 3. A esa dinámica se sumaron jugadores grandes que venían de ganar un 10% sólo el mismo lunes. En dos jornadas, el dólar paralelo perdió $ 9 y se ubicó en los $ 181 por unidad.

Ahora bien, ¿qué garantías existen de que esta tendencia se mantenga en el tiempo? Lo primero que hay que decir es que la gestión de Fernández no quiere que el “blue” se convierta en un precio de referencia que, como suele suceder en la Argentina, termine impactando en los precios al consumidor. El sostenimiento de una brecha cambiaria a la baja (se intenta reducir hasta un 50% entre el valor de los dólares financieros y la cotización oficial) dependerá, en gran medida, de que la máquina de fabricar dinero nacional se frene y que las intervenciones oficiales en el mercado tengan éxito. Por caso, ayer se esperaba que el lanzamiento de un bono en dólares lograra secar la plaza en pesos por un monto cercano a los $ 140.000 millones (casi lo que el Gobierno de Tucumán necesita para financiarse durante un año). Al final de la jornada, el Palacio de Hacienda informó ayer se recibieron 1.912 ofertas, adjudicándose un total equivalente en pesos de $ 254.671 millones frente a vencimientos durante esta semana por $ 108.700 millones correspondientes a pagos de amortización e intereses de distintos instrumentos de mercado.

“Los $ 195 del viernes no son más que un valor de pánico, porque está fuera de la realidad, de cualquier indicador económico o financiero”, explicó el analista bursátil Christian Buteler. El experto, no obstante, admite que se ha llegado a ese precio porque el Gobierno venía emitiendo dinero a lo loco y, de esa manera, el respaldo monetario y las reservas del Banco Central se iban agotando.

Las intervenciones de “manos amigas” en el mercado informal del dólar tienen, por ahora, efectos inmediatos en las pizarras, pero hay que observar que no se conviertan en un resorte que, cuando dejas de pisar la cotización, se dispare más. Esas intervenciones no son más que un puente hasta que el Gobierno diseñe más estrategias que contengan la demanda de dólares y que permitan recuperar la confianza en la economía. Algunos admiten que esa situación puede llegar a sostenerse durante todo noviembre hasta tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) acuerde un nuevo programa con la Argentina que, incluso, puede significar la inyección de más dólares al país, en una cifra cercana a los U$S 5.000 millones. Sin embargo, el organismo ya se quemó con leche y será mucho más cauteloso que antes a la hora de desembolsar más fondo en un país que no ha mostrado un plan, que viene con una profunda recesión económica que torna incierta la capacidad de pago y, como muchos otros, está agobiado por la pandemia del coronavirus y sus efectos extra en la economía.

Además de un freno a la emisión, el Ministerio de Economía debe buscar la manera de desarmar, gradualmente, los cepos cambiarios. Con una carga impositiva de hasta un 65% (tomando en cuenta la incidencia del impuesto PAIS y del pago a cuenta de Ganancias) es prácticamente imposible que la franja minorista pueda acceder a dolarizar sus ahorros. Con los valores actuales, ¿quiénes están en condiciones de adquirir U$S 500 dólares en un mercado que puede llegar a liberarse? Hoy sólo se permite comprar hasta U$S 200 en el mejor de los casos.

¿Por qué una salida gradual del cepo? Sencillamente porque el Banco Central ha perdido el poder de fuego de sus reservas brutas que, hasta ayer rondaban los U$S 40.000 millones, pero que sólo puede disponerse poco menos de un 10% de esa cifra (monto neto). En la licitación de títulos dolarizados de ayer, el Gobierno logró captar cerca de U$S 1.660 millones. Esa suma sólo le permitirá comprar tiempo hasta tanto haga los deberes. En el medio de todo esto, la gran batalla será contra las expectativas de devaluación para que evitar que los precios de la canasta familiar se disparen a la misma velocidad que el dólar.

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