¿Cómo nos damos cuenta que bajó la temperatura? ¿O si la taza de té está muy caliente? ¿O que alguien nos está acariciando el brazo? Es a través del tacto, uno de los sentidos más importantes que tenemos porque nos permite adaptarnos al mundo externo.
Fue precisamente por un hallazgo relacionado con este sentido que ayer se entregó el premio Nobel de Medicina a dos científicos estadounidenses. David Julius y Ardem Patapoutian fueron galardonados por los resultados de sus investigaciones sobre la forma en que el sistema nervioso percibe la temperatura y el tacto.
“Sus descubrimientos revolucionarios permitieron comprender cómo el calor, el frío y la fuerza mecánica pueden desencadenar impulsos nerviosos que nos permiten percibir y adaptarnos al mundo”, informó el jurado del Nobel, en Estocolmo.
Hasta el hallazgo de estos dos científicos, solo se conocía qué parte del sistema nervioso se encargaba de procesar la información que nos llegaba a través de los sentidos, pero no se comprendía cómo el cuerpo captaba esos estímulos y los traducía en señales químicas, que es el lenguaje que habla nuestro cerebro.
Julius, fisiólogo de la Universidad de California, realizó sus experimentos con capsaicina, el componente activo de los pimientos picantes; mientras que Patapoutian, neurocientífico armenio nacionalizado estadounidense, empleó células sensibles a la presión para descubrir sensores que responden a estímulos mecánicos en la piel. Así desentrañaron los mecanismos moleculares que están detrás de esa habilidad para identificar los cambios en la temperatura y el tacto, descubrieron qué receptores llevan directamente la información a nuestro cerebro y nos permiten adaptarnos.
El picante
Julius, de 66 años, comenzó a estudiar a finales de los 90 en la Universidad de California de qué forma conseguía la capsaicina, causar esa sensación de quemazón y picor en la boca. Así identificó el gen que codifica para el receptor detrás de esa percepción de picante, la proteína TRPV1, y descubrió que es el mismo que se encarga de responder al calor. Este receptor entra en acción si detecta calor muy elevado, que pudiera quemar tejidos y envía una señal de dolor al cerebro.
Además, ese hilo también permitió identificar receptores relacionados con el dolor, lo que ha permitido ahondar en los mecanismos del dolor agudo y crónico y avanzar en terapias para controlarlo.
El biólogo Patapoutian, por su parte, descubrió un nuevo tipo de sensores que responden a estímulos mecánicos en la piel, como por ejemplo cuando caminamos descalzos en un jardín y notamos el tacto de las briznas de hierba. Patapoutian logró identificar los genes de estos receptores.
Explicación
El neurólogo tucumano Federico Pelli Noble sostiene que los hallazgos de ambos investigadores permiten comprender mejor cómo el sistema nervioso percibe el mundo y nos ayuda a reaccionar ante él.
El profesional explica en detalle de qué se trata este avance. Para empezar, destaca que de los cinco sentidos que tenemos, uno de los más importantes es el tacto. “Si uno se queda sin ese este sentido, pierde la relación con el mundo externo: deja de sentir, por ejemplo, el viento acariciando la cara, el contacto con el suelo, el calor y el frío. No hay nada que pueda suplantar al tacto”, detalla Pelli Noble.
“Tenemos diferentes sensibilidades, a la temperatura, al dolor, a la vibración. En toda nuestra piel tenemos receptores que nos ponen en contacto con el mundo exterior. La información que llega a través de esos receptores es procesada por el cerebro como si fuera el CPU de una computadora recibiendo información de los periféricos como el mouse o el teclado”, comparó. “Los científicos descubrieron los mecanismos moleculares para identificar los cambios en los receptores relacionados con la sensibilidad táctil termoanalgésica. Se trata de un grupo de receptores que responden a la temperatura y al dolor”, precisa.
Al descubrir el gen y el regulador específico en estos mecanismos del tacto, los descubrimientos -según el especialista local- tienen implicaciones importantes de cara a futuras líneas terapéuticas relacionadas, como la gestión del dolor y a algunas enfermedades. “Hay enfermedades que afectan los nervios periféricos, como la diabetes. Los nervios pierden la capacidad de recibir información a través de los receptores y esto trae consecuencias relacionadas a la temperatura, la pérdida del equilibrio y la estabilidad, entre otras cosas”, remarcó.
Según informaron fuentes oficiales, los hallazgos de Julius y Patapoutian ya se están empleando para avanzar en el desarrollo de tratamientos en una amplia variedad de dolencias, como el dolor crónico y otras enfermedades.
Al desentrañar esos eslabones que se hallan entre desarrollar la capacidad de sentir y el ambiente se abren muchas puertas para comprender qué es el dolor y qué procesos se ponen en juego cuando se experimenta, valoraron los expertos.