17 Septiembre 2022

Carlos Fara

Presidente de Fara Veggetti Consultores

La inflación nos sigue pegando abajo, diría Charly García, y algo se siente en el nivel de actividad. El nuevo ministro de economía está anotándose un poroto (¿de soja? Ja), con el ingreso de dólares circunstanciales a las reservas del Banco Central, y otro poroto con su gira por EEUU. No es la panacea, pero algo así debería haber sucedido hace mucho tiempo. Pero claro, con precios “no cuidados”, a la opinión pública no se le mueve un pelo. Hará falta mucha perseverancia, tiempo y ausencia de ruido político para que el barco se vea menos escorado. Sergio Massa seguro le presta atención a la palabra adrizar: es la acción de revertir la inclinación del barco y dejarlo en posición vertical.

Paralelamente siguen apareciendo novedades en la causa por el atentado, de la mano de “la banda de los copitos”. Lo interesante políticamente son tres cosas. Primero, no se está objetando el devenir de la investigación judicial por parte de ninguno de los dos bandos, al menos públicamente, y más allá del error inicial con la gaffe del celular. Solo hubo una voz solitaria y coyuntural que pidió apartar el fiscal Carlos Rívolo. ¿Señal de paz? ¿Coartada para que a los K no se los acuse de interferir en semejante causa? Segundo elemento, salvo por lo que reflejan los medios, para la mayoría social el tema ha dejado de ser tema de conversación. Tercero, los dos lados de la grieta tampoco hacen declaraciones sobre el caso. Da toda la impresión que tienen otros problemas más acuciantes.

La semana pasada hicimos referencia en esta columna sobre los conflictos internos dentro del PRO. Uno podría imaginarse que el otro socio principal de Juntos por el Cambio debería estar ordenado y riéndose del amigo cercano. Pero no, el radicalismo también tiene problemas internos que lo desacomodan por diversas circunstancias. Veamos al menos una, que es la puja por la pre candidatura presidencial del partido. Mucho ruido hizo que Facundo Manes desacordara públicamente sobre el juicio político al presidente Alberto Fernández. Además de la bronca por la falta de onda para jugar en equipo, varios se interrogaban respecto a cómo se pretende conducir un espacio al cual se contradice claramente en un tema delicado. ¿Hasta dónde se puede desmarcar del conjunto, so pena de que la tropa se desordene y especule con otras situaciones?

A eso se le agregaron los cuestionados manejos del propio presidente del partido para quedarse con el premio mayor. El martes 6 pasado invitó a un gran asado, sin que los comensales supieran a qué iban, ni quienes iban. Por empezar, no fueron invitados los de Evolución (Martín Lousteau). Tampoco fueron los mendocinos. Los correntinos están muy molestos con Gerardo Morales. Algunos diputados radicales dicen que el gobernador de Jujuy se quiere manejar como si el país fuera su provincia. Resultado: una cena barata ($ 1.000), pero absolutamente inconducente según la mirada de muchos comensales, lo cual desanima y desorienta, teniendo en cuenta que el partido debería estar más ordenado y entusiasta que nunca frente a la guerra fratricida dentro del PRO. En esas circunstancias suena lógico que en nuestros estudios cualitativos la oposición sea vista como “desorganizada”, “dividida”, “peleándose entre ellos están alimentando al oficialismo”, “aprovechan el momento, pero es más de lo mismo”, “nadie tiene un plan para ver cómo se sale, entonces están todos esperando para ver hasta dónde se van a quemar las papas”, “están esperando que este gobierno se derrumbe… están a la expectativa que a estos les vaya mal para así cobrar fuerza y eso es terrible”. Si así se la ve en segmentos no oficialistas, está claro que, si JxC hoy ganase la elección presidencial, sería más fastidio al legado de Alberto y Cristina Fernández que a méritos propios.

Es curioso que el gobierno esté hoy más ordenado políticamente que hace 45 días atrás -fruto del desplazamiento del presidente a un rol marginal, con un acuerdo de pax de la vicepresidenta y el súper ministro, y con causas que los unifican (juicio + atentado)- frente a una oposición que despertó todos sus debates pendientes pensando que la elección del 2023 ya estaba ganada. Alguien debería recordarles que fue el “Maracanazo”.

Entonces, con un oficialismo re entonado y una oposición lavando los trapos sucios en público, el escenario se ha vuelto más incierto que nunca, ya que se van disparando muchas especulaciones sobre si se rompe una de las dos coaliciones, o las dos, por ejemplo. Uno que estaba poniendo fichas a esa ruptura era Juan Schiaretti, que lo debía poner en carrera a un triunfo de su escudería provincial en Marcos Juárez. Se habló tanto del tema que conviene bajarle decibeles a todo. Primero, el gobernador cordobés no ganó pero tampoco perdió, ya que no controlaba esa localidad. Segundo, si triunfaba su candidata tampoco se podría leer como una ola nacional, salvo para el consumo de la política. Tercero, si quiere proyectarse como presidenciable debe hacer muchas más cosas que arrebatarle una ciudad de 30.000 habitantes a Juntos por el Cambio.

Ultimo tema de la semana: ¿hay teléfono rojo entre Washington y Moscú? En este caso ambas ciudades no son los nombres ficticios de personajes de “La Casa de Papel”, sino que se refieren a Mauricio Macri y Cristina (aunque no queda claro quién debería llevar cada nombre si se observa con detenimiento entre bambalinas y si vemos las fotos que se saca el “compañero” Marc Stanley). El tema da para una columna entera y algo de esto ya lo hemos analizado en este espacio (“¿Los halcones vuelan más alto?”, 27 de abril). Según los polémicos Denis Jeambar y Yves Roucaute en “Elogio de la Traición”, los acuerdos más eficaces los hacen los halcones, ya que nadie duda de su debilidad cuando deponen las armas (usan de ejemplo el acuerdo de Camp David entre Sadat y Begin). Algo así sucedió en estas orillas cuando se firmó el Pacto de Olivos entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín. Tensaron la cuerda al máximo para obligar a sus respectivas tropas a jugar como ellos necesitaban. Claro…todo puede fallar.

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