En este número rescatamos un artículo de Victoria Ocampo, publicado en estas páginas, sobre el libro. También otros abordajes a su obra y la figura de un tucumano que fue parte de su mundo, retratado por Carlos Páez de la Torre (h).
En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tilo que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar porqué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina, y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando había buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té.
*Fragmento.
PERFIL
Marcel Proust (París, 1871) nació en el seno de una familia acomodada. El asma limitó su vida. El patrimonio familiar le permitió dedicarse a la escritura a pesar de la ausencia de éxito en sus primeros años. Por el camino de Swann, el primer tomo de su gran obra, se publicó cuando tenía 42 años. Henri Ghéon lo calificó como un “producto del ocio” en la Nouvelle Revue Francaise.
El segundo tomo de A la busca del tiempo perdido se publicó seis años después por Gallimard. Obtuvo el Premio Goncourt, reconocimiento que abrió las puertas de la consagración para Proust. Léon Daudet, presidente de la Academia Goncourt,dijo que el autor “se adelanta a su tiempo en más de cien años”.
Afectado por una neumonía, murió el 18 de noviembre de 1922, a los 51 años. Los últimos cuatro tomos de A la busca del tiempo perdido se publicaron después de la muerte del escritor.