El juego de las diferencias

En Tucumán las autoridades oficiales consiguieron la foto que no pudieron los principales dirigentes nacionales. Manzur y su viaje con aroma a lanzamiento de sus aspiraciones políticas. Las indefiniciones que marean a los opositores.

 Exequiel Palacios, Osvaldo Jaldo y Juan Manzur. Exequiel Palacios, Osvaldo Jaldo y Juan Manzur.

Tucumán tiene ese raro privilegio de ser una provincia distinta. Con inesperada habilidad, muchas veces, logra diferenciarse del resto de los territorios del país. Alguna vez fue Ramón Ortega quien hizo debutar a la farándula en los sitios de poder público. Después le siguieron Carlos Reutemann y muchos otros. Luego había ocurrido algo parecido con la decisión de la sociedad de reivindicar a Antonio Bussi y de prestarle el bastón de mando de la provincia. Después lo imitaron los bonaerenses que delegaron su poder en hombres como Aldo Rico o Luis Patti. Tucumán siempre se las ingenió para ser diferente, con todos los claroscuros que ello implica.

Esta semana que se fue para siempre y que se llevó consigo el año completo tuvo también un inesperado episodio. El campeón del mundo Exequiel Palacios volvió a su provincia luego de conseguir la añorada copa de oro de la FIFA. Lo curioso fue que mientras todos sus compañeros gambetearon a las autoridades públicas, el tucumano no tuvo empacho de caminar por la alfombra roja que con manos artesanas tejió el mismísimo gobernador. Desde hacía días que Osvaldo Jaldo trabajaba personalmente para tener en Tucumán al campeón del mundo y cuando llegó lo hizo huésped de honor y lo convirtió en ciudadano ilustre.

La vocera presidencial, Gabriela Cerruti, cayó en desgracia después de fracasar en su intento por conseguir que los jugadores de la Selección Nacional entrasen a la casa Rosada. La ex redactora del libro “El Jefe”, con el que saltó a la fama, trastabilla en su rol mientras Jaldo festeja su jugada como si le hubiera tirado un caño nada menos que a Nicolás Otamendi y sin recibir patadón alguno.

El gobernador interino arriesgó más de la cuenta. Caminó con el jugador desde la Casa Histórica hasta la Casa de Gobierno como si fuera un 9 de Julio y los paseantes hubieran sido las principales autoridades del país y de la Casa de Gobierno. En realidad, esa es una caminata en desuso porque la autenticidad y la popularidad de los actores políticos está tan deteriorada como la imagen de Victoria Donda.

Fue una jugada peligrosa que Jaldo hizo en su propia área. ¿Ser la única autoridad política –junto a Juan Manzur, claro está, ya que ahora son inseparables- del país que se fotografía con un campeón del mundo suma o resta? La pregunta es de examen. Desde sus respectivos pupitres Manzur y Jaldo responderán que es como tener una estrella más en la camiseta. Más aún cuando en su liga nadie la tiene y menos aún el presidente ni la vicepresidenta del club. Los otros alumnos van a responder que puede convertirse en un bumerán.

La hambrienta desesperación con que funcionarios nacionales buscaron aunque sea una mísera foto dejó la fea sensación que siempre desparrama la demagogia. Es que el halago popular se gana con esfuerzo y dejando todo en la cancha.

Muro de lanzamiento

Mientras Jaldo armaba esta jugada por toda la cancha, en un extremo hacía pataditas solo Juan Manzur, quien se subió a un avión y se apoyó a rezar en el muro de los lamentos. No es la primera vez que el jefe de Gabinete vuela a Israel. Cada vez que dio pasos importantes en su carrera política anduvo por aquellos lares. Sin dudas que ser el vice de Jaldo no es una de esas movidas trascendentales. Al contrario, esa es la salida por la puerta trasera si es que todas sus elucubraciones fracasan como las estrategias judiciales de Cristina.

Manzur también arriesgó fuerte en su gira israelí. Tomó oxígeno para evitar el contaminado aire de la Casa Rosada donde el que no traiciona, renuncia y el que se queda callado en realidad está gritando. Pero eso es pan para hoy y hambre para mañana. En verdad, lo que Manzur hizo fue una jugada internacional, propia de aquellos que apuestan fuerte al futuro. El quiere estar sí o sí en la fórmula electoral nacional del oficialismo. Para eso bucea en el océano de las relaciones internacionales y comenzó donde más amigos tiene. Pero ahí está el riesgo. Carlos Menem después de aceitar una excelente relación con el mundo israelí sufrió graves consecuencias durante su década de gobierno. Son decisiones y Manzur ya las ha tomado. Y, apenas regresó al país, se vino corriendo a la plaza Independencia para, en caso de que Jaldo recibiese muchos aplausos por estar junto a Exequiel Palacios, no se los guardara a todos en su mochila. En Buenos Aires el Jefe de Gabinete es un jugador individualista; en Tucumán es tan solidario que está dispuesto a darle pases aun a aquel que le tiró el oflador encima y no precisamente por la cabeza.

Candidato a todo

La oposición mira casi con envidia todos estos movimientos. “Es propio del folclore peronista”, diría el presidente del Concejo Deliberante que se muestra en un sinfín de paredes tucumanas. Se autoproclama candidato, pero no dice a qué. “El que no arriesga, no gana”, le advertiría a Fernando Juri un veterano de la política comarcana.

De todos modos, en la oposición las preocupaciones son otras. Sin embargo, ocurre algo parecido con el intendente de Yerba Buena. El tenístico Mariano Campero tiene algo seguro: no competirá en el torneo de Yerba Buena. Le gustaría, pero la Constitución se lo impide. El actual mandamás de la ciudad sin veredas habla hasta por los codos pero nada dice de cuál va a ser su lugar el año que viene. Eso de alguna manera lo fortalece a él, pero le trae algunas complicaciones a sus compañeros de cruzada. Ni Roberto Sánchez ni Sebastián Murga, ocasionales compañeros de equipo en estos tiempos, saben verdaderamente si Campero tiene intenciones de postularse para gobernador, para legislador o para diputado nacional. Hay encuestas que lo envalentonan como si tuviera la mejor pelota para pegar una volea y él se encontrara pegado a la red. Sin embargo, Campero, como buen singlista, se ha convertido en un egoísta propio de la política. No ha sabido formar un príncipe heredero para consolidar su trabajo en Yerba Buena ni tampoco un equipo lo suficientemente sólido para aspirar a los torneos de Grand Slam.

Cuando Germán Alfaro grita desde la tribuna, le grita a Campero, principalmente. El lord mayor tucumano no quiere interlocutores entre él y Roberto Sánchez. Pero sus gritos son para la tribuna porque para el resto de Juntos por el Cambio son tomadas como bravuconadas que nada aportan a la construcción de un verdadero equipo que lo podría llevar a competir en una copa Davis.

El “Dibu” Larreta

Alfaro, más acostumbrado al picado de la esquina que al deporte blanco, siente que lo tiene al “Dibu” Martínez en su equipo. Por eso está decidido a tirar todas las pelotas afuera para correr el menor riesgo posible. Confía que su trabajo de pretemporada con los principales popes porteños va a ser decisivo a la hora de conformar la fórmula de la coalición opositora. Por eso espera que pase el tiempo y que en algún momento llegue la hora de la decisión. Es tal la incapacidad de juntarse que hay en Tucumán que la bendición final la darían en Buenos Aires. Quien más pone el grito en el cielo ante esa definición es Creo que, tal vez con la candidez de partido nuevo, confía en que se lleguen a realizar internas para ordenar tantas diferencias. Esa podría ser otra señal que pondría a Tucumán de nuevo como provincia distinta. No obstante, eso pertenece más a un mundo onírico que real.

Indecisos

En esta coalición opositora es donde mejor se refleja la crisis de liderazgos que se vive en estos tiempos. Mientras en Buenos Aires, Pro suma candidatos a presidentes y conduce todo el proceso opositor, en Tucumán, Pro ve a los grandes referentes del partido como figuras excluyentes y no logra construir líderes locales.. El partido de Macri, Bullrich y Rodríguez Larreta terminará el año sin poder superar su último papelón, y lo que es peor, sin explicarlo y sin dar vuelta la página.

El 15 de diciembre se descubrió una doble identidad de Pro. Aquel día los referentes de Juntos por el Cambio se habían reunido para mostrar la unidad que nunca existió y por lo tanto firmaron dos actas. Una fue rubricada por los vicepresidentes de Pro, Mariano Malmierca y Carla Porta. Ambos compartían su firma con la de Alfaro. Lo curioso es que en nombre de Pro también puso el “gancho” el secretario Miguel Diosquez Dupuy, pero lo hizo en el acta donde pusieron su nombre Sánchez y Murga. Su decisión fue un verdadero gancho al hígado en el partido.

Pro nunca dio una explicación de lo ocurrido. Por aquel entonces se argumentó que nada se podía hacer porque el presidente Ramiro Beti se encontraba de viaje. O el viaje se ha hecho eterno o nadie está dispuesto a dar la cara en este entuerto que deja mal parado al partido que quiere erigirse como la sede provincial del respeto a las instituciones y a las reglas de juego.

En medio de algunos cafés se puso sobre la mesa la resolución del partido que habilitaba a firmar el acta de Alfaro y no la de Sánchez-Murga. Lo que aún no salió a luz es si el secretario será castigado por su accionar o tendrá las típicas anuencias de Alberto Fernández a los funcionarios que incumplieron.

El año se despide muy parecido a lo que comenzó. La Covid vuelve a escena, Jaldo confía en ser diferente sin que nadie se dé cuenta y Manzur hace un juego parecido para ser candidato nacional de una unidad que no existe.

La oposición llega a 2023 también en idénticas condiciones que hace un año, aunque con el sabor amargo de no haber aprovechado el envión de las Paso 2021.

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