Cómo poner límites a los hijos adolescentes: Las dudas frecuentes

Es preferible corregir sus conductas de manera positiva para evitar dañar la autoestima.

CONCIENCIA Y ESCUCHA. Saber gestionar nuestras emociones y oír las suyas es clave para frenar disputas. CONCIENCIA Y ESCUCHA. Saber gestionar nuestras emociones y oír las suyas es clave para frenar disputas.

Casi sin que te des cuenta, un día tu hijo ya no es tan pequeño. Se encierra en su habitación, habla con una voz distinta y, si es mujer, menstrúa. Pero, ¿en qué momento creció? ¿Dónde quedó aquel o aquella bebé? ¿Cómo hacemos para seguir dándole besos y acurrucos? ¿Por qué vive de malhumor? ¿Siempre prefiere a sus amigos? “Sucede que la adolescencia ha llegado”, contesta, con simpleza, la psicóloga Mariana Mencarini, especialista en niños y adolescentes.

Enseguida, la experta cuenta que encuentra a muchos padres y madres que se sienten desconcertados porque no aceptan que sus hijos hayan crecido. “En esta etapa, necesitan volar sin nuestra mano”, apunta. Luego menciona los errores más comunes que nos impiden conectar con nuestros hijos y ponerles límites de manera adecuada: esperar que mantengan el control de sus emociones; querer que piensen o actúen como nosotros; no entender su necesidad de independencia; creer que la mejor manera de aprender es castigándolos y suponer que no necesitan muestras de cariño.

“Nunca podemos esperar que sean capaces de controlar sus emociones; las emociones no se controlan. No obstante, sí debemos intentar que puedan identificar qué es lo que sienten y cómo actuar en consecuencia”, aprecia, en respuesta al primer error.

“En este escenario, el ambiente familiar debe permitir que aparezcan las diferentes emociones sin que sean censuradas. Eso se logra con mucho diálogo. Los adultos tenemos que estar muy atentos a lo que decimos, lo que juzgamos y lo que permitimos. Ese será el lugar de inicio en el que ellos puedan expresarse, sin sentir que algo de lo que digan se les pueda volver en contra”, enseña.

Dudas frecuentes

¿Cómo hacemos para no invadirlos? dado que los adolescentes parecen querer estar solos todo el tiempo... “Nuestros hijos siempre nos necesitan. Ni pegados ni encima. Simplemente, cerca. Aunque nos digan lo contrario, los adultos somos sus pilares. Y esto no se logra de un día para el otro. Sólo a través de los años van desarrollando en nosotros figuras de confianza. Y la referencia más importante serán nuestras actitudes y conductas, por encima de lo que digamos o prediquemos. Si ellos ven una conducta que se contradice con nuestro discurso, la palabra pierde valor”, indica la profesional.

Llegado este punto, Mencarini plantea además que traer un ser humano al mundo es, en primer lugar, entender que a medida que crezca esa persona tendrá sus propios pensamientos y actitudes. Por ende, su comportamiento también será diferente. “Los padres les regalamos unas alas con muchas plumas. Y ellos irán eligiendo las plumas que prefieran para emprender su propio vuelo”, compara.

Desde su mirada, el rol de los progenitores consiste en aceptar ese vuelo, aunque manteniéndose firmes para que siempre tengan un punto de regreso. “Es como cuando empiezan a querer bajarse del auto una cuadra antes de llegar: ellos tienen que poder girar la cabeza y comprobar que estamos ahí, mirando a que entren. Lo mismo sucede cuando van a bailar y vuelven de madrugada o usan el auto por primera vez”, compara.

La especialista argumenta que los límites deben estar presentes en todas las etapas de la vida de nuestros hijos; desde el bebé que empieza a caminar y no se le permite poner los dedos en los enchufes hasta los adolescentes que se llevan todas las materias porque no quieren estudiar.

“Si recién a los 15 años queremos empezar a poner limitaciones, será muy difícil que sean cumplidas. Deben ir incorporándose a través del tiempo para que nuestros hijos puedan comprobar que esos límites se vuelven más laxos en la medida en que van creciendo y van demostrando que se puede confiar en ellos. Entonces, uno negocia los permisos”, acota.

En definitiva, si reconocemos que para ellos es muy complicado hacerse mayor en una sociedad llena de incertidumbres, quizás podamos ser más comprensivos, firmes y empáticos. “No hay una receta única. Cada familia actúa de acuerdo a sus posibilidades. Pero ningún adolescente se forma de un día para el otro. Los adultos tenemos que entender que todo lo que les enseñamos desde chiquitos serán antecedentes de lo que vendrá luego”, concluye.

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