Acto de justicia: San Francisco recupera su color original

Con un aporte de $ 20 millones del municipio capitalino se inicia la primera etapa de restauración de la fachada. Los expertos explican cómo se determinó la coloración que tenía el templo. Lo que falta por hacer es muchísimo.

ANTES Y DESPUÉS. Abajo, la iglesia tal como la conocemos. En la imagen principal, la idea de cómo quedará con la coloración original, ANTES Y DESPUÉS. Abajo, la iglesia tal como la conocemos. En la imagen principal, la idea de cómo quedará con la coloración original,

Hay muy buenas noticias en San Francisco: ya están depositados los fondos que permitirán recuperar -al menos en parte- la fachada del templo. Es un aporte del municipio capitalino de 20 millones de pesos, suficientes para solventar la primera etapa de las obras. Lo particular de este proyecto es que la restauración vendrá acompañada de un cambio en la pintura. Al cabo de investigaciones realizadas por un equipo de expertos se determinó cuáles eran los colores originales -con predominio del celeste- y para hacerle justicia a la memoria histórica tucumana son esos los tonos que van a emplearse.

En algún punto de la primera mitad del siglo XX -valdría determinarlo con precisión- se decidió cambiarle el color a San Francisco. Desde entonces se utilizaron distintas gamas del marrón, desde las más claras, casi un arena, a las más oscuras. ¿Es casual que coincidieran con el color del hábito franciscano? Lo concreto es que desde ese momento desapareció la pigmentación original puesta en práctica por el Padre Luis Giorgi, quien diseñó los planos de la fachada, del retablo principal y de los púlpitos.

“Los cateos realizados en obra muestran que las capas más antiguas detectadas corresponderían a una tonalidad azul-celeste para las superficies murales, las líneas horizontales de cornisas habrían estado remarcadas en tonos rojizos-rosados y los ornatos en amarillos-blanquecinos. El escudo franciscano y la figura de la Virgen se habrían destacado en un color blanco, aunque restan realizar cateos en ambos que lo confirmen”, explica la arquitecta Olga Paterlini. Todas las muestras que se tomaron en los muros de San Francisco fueron analizadas en laboratorio y allí incluso se determinó la composición química de los pigmentos azules, rojizos, de óxido de hierro y amarillos.

Pero hay otros fundamentos científicos, en este caso relacionados con la historia y con el urbanismo, que ratifican el proyecto expuesto por la comisión a cargo de las obras en el templo y en el claustro. Por un lado está la documentación que evidencia cuáles eran los colores predominantes en las construcciones de aquel Tucumán de fines del siglo XIX (muros celestes; cornisas en tonos rojizos; y columnas y ornatos en amarillo claro). Y por otro la prueba en provincias vecinas, como Salta, de la coloración original que se mantiene en las iglesias. Y es idéntica a la primigenia de San Francisco.

Toda esta evidencia es incontrastable, pero aún así los expertos reunidos en la comisión destacan la importancia de que la opinión pública la conozca antes de emitir un juicio. Básicamente, que nadie se sorprenda ni se pregunte el por qué del cambio de color en la fachada de uno de los edificios emblemáticos del microcentro.

Paso a paso

Paterlini y Daniel Mafud, que es Magister en Ingeniería Estructural, guían a LA GACETA en un recorrido por las entrañas del convento. Todo es silencio, mientras a un puñado de metros el caos del mediodía en 25 de Mayo y San Martín alcanza el clímax. Ambos pertenecen al reducido grupo de profesionales-voluntarios que se fijó una meta: poner de pie a San Francisco. Les está costando demasiado porque se necesitan muchos millones de pesos y el bolsillo que más debería aportarlos, el de la Nación, está herméticamente cerrado. Un expediente que duerme en Buenos Aires y allá a nadie le interesa despertarlo.

SERIOS PROBLEMAS EN LOS MUROS. En el interior del templo. SERIOS PROBLEMAS EN LOS MUROS. En el interior del templo.

Fue Germán Alfaro el funcionario que realmente se interesó por San Francisco y de las arcas municipales salió la partida para atacar la primera etapa -son tres- de la fachada. Mirando la iglesia de frente, corresponde al sector que va de lo más alto a la primera línea de balaustres. Comprende los cinco pináculos (cada uno de 1,80 metro de alto) y el campanario completo. “No es una simple restauración y revoque -apunta Paterlini-. Hay que determinar cuáles son los elementos que presentan los mayores riesgos estructurales y reforzarlos para evitar su caída. El sentido es recuperar la autenticidad de la arquitectura”.

El plazo de ejecución es de 60 días, cruzando los dedos para que no lo retrasen las lluvias. Lo imprescindible, queda claro, es que durante ese período llegue el dinero para cubrir las siguientes dos etapas, de modo que las obras no se interrumpan y la fachada quede restaurada en el transcurso de este año. “El plan de trabajo no es un problema ni un impedimento, ya lo tenemos. Dependemos del flujo de fondos”, destaca Mafud.

Trabajos de análisis estructural en una columna del claustro. Trabajos de análisis estructural en una columna del claustro.

Ahora bien, ¿qué pasa en el resto de San Francisco? Porque será magnífico arreglar la cara, pero el resto del cuerpo precisa el mismo auxilio. O incluso más.

En detalle

Junto a Paterlini y a Mafud, en la comisión ejecutiva se desempeñan los arquitectos Andrés Nicolini y Ana Chiarello, mientras que Nilda Velázquez representa a la Orden Franciscana, ya que ya no quedan frailes en Tucumán. Pero hay otros profesionales que aportan su tiempo y sus conocimientos como los arquitectos Marcelo Beccari y Mónica Ailan. Y además reciben colaboraciones específicas, como las de María Laura Cuezzo y Ana Lozano, desde el Instituto de Historia y Patrimonio de la FAU-UNT.

Todo ellos están preocupados, pero sobre todo ocupados, porque el estado general del edificio es lamentable. El Estado provincial aportó 2 millones de pesos para realizar un plan prelluvias, que permitirá limpiar las cubiertas y reparar los desagües. El jardín interior, una de las maravillas de la capital que los tucumanos deberían descubrir, requiere una urgente labor de poda de los árboles y de reacondicionamiento. Hay en ese sentido un proyecto elaborado por especialistas en paisajismo.

El estado del interior del templo. Abajo: el peligro que representan las ramas recostadas sobre el techo de una galería. El estado del interior del templo. Abajo: el peligro que representan las ramas recostadas sobre el techo de una galería.

Mafud detalla cómo se está trabajando en una columna de la galería más antigua del claustro, que data de la primera década del siglo XX. Del análisis que se haga de esa estructura saldrá un plan para apuntalar las ocho columnas que integran ese conjunto.

Pero lo más grave se nota en el interior del templo y, sobre todo, en la sacristía. Allí, una grieta gigante viaja del techo a una pared. Según Paterlini, los expertos en estructuras ya declararon que es irrecuperable, por lo que hará falta hacer otro techo, por debajo del comprometido. Y a la iglesia, esa que tantos fieles convoca y a la que se espera ver habilitada pronto, le queda un larguísimo tiempo de espera. Hay mucho por hacer allí. Y sin dinero no hay soluciones mágicas posibles.

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