Espera en el país de la fragilidad

La decisión de Alberto Fernández habilita un nuevo juego político que pone en el centro de la escena a Massa. Manzur queda acorralado por decisiones que no dependen de él. Una campaña que deja abierto el sendero de las sorpresas.

La Argentina hoy es una copa de cristal. Su fragilidad exige cuidados especiales. Un rumor que se filtró de una empresa de mercados de capitales puso en alerta y los nervios de punta al Ministerio de Economía de la Nación. Alberto renunció a su candidatura a ser reelecto pero fue como si dimitiera a su cargo.

La fotografía –especialmente la periodística- tiene un poder de síntesis brutal. Además deja un registro en la memoria que a veces las palabras no logran rescatar. Ese es el caso de los helicópteros volando sobre la Casa Rosada. Otras imágenes fortísimas salen de aquel diálogo de Raúl Alfonsín con Carlos Menem en los jardines de la residencia presidencial de Olivos. Después se apresuró toda la debacle del gobierno radical y el regreso del peronismo al poder. Precisamente, antes de los rumores de devaluación para este lunes y antes del réquiem político de Alberto por tuiter, se difundió la foto de Sergio Massa hablando con el Presidente por los senderos de la residencia presidencial de Olivos.

Así está la fragilidad de la Argentina. La presidencia de Alberto nació de un tuit y murió con otro tuit. Cabe preguntarse sobre el poder de prestidigitación de alguien como Cristina Kirchner sobre el pueblo argentino. En realidad ella lo eligió y los pobladores lo ungieron. ¿Por qué? Los argentinos estaban enojados con las promesas incumplidas de Mauricio Macri y lo castigaron optando por alguien que sabía ponerle freno a Cristina y que era muy crítico del pasado kirchnerista. Alberto, entonces tuvo una crisis brutal de identidad y terminó siendo un híbrido que ni él mismo sabía ni para dónde ir ni qué pensar. No se puede estar con Dios y con el Diablo. La Argentina para salir del atolladero necesita liderazgos contundentes y verdades duraderas. Tan sólo con la primera premisa Javier Milei está poniendo nervioso tanto al Frente de Todos como a Juntos por el Cambio. Es que para que un país tenga tamaña fragilidad es porque sus líderes tienen una debilidad que espanta.

El sentido del olfato

La fuerza sindical en el país es el sentido del olfato en el cuerpo del poder. Olfatea y rápidamente sabe dónde está el más poderoso y allí se acurruca. Tiene capacidad de destrucción –y si no habría que preguntarles a Alfonsín y a De la Rúa- pero no de construcción. Por eso hasta ahora han amagado candidaturas y nunca concreciones en los ejecutivos. Salvo raras excepciones, una de ellas en el Tucumán de los 90.

Después de la foto de Olivos, la CGT, el cerebro sindical, invitó a Massa a un encuentro organizado por la central obrera conducida por dirigentes millonarios. Bastante contradictorio el convite para un ministro de Economía que tiene entre sus tareas un ajuste, la devaluación y el romance con el FMI, entre otras cosas. Malena Galmarini, más que esposa y subsidiaria de Massa, es su traductora. “Massa se queda hasta el final, porque el final es cuando se vaya Massa”, dijo Malena. Escucharla hizo volver al pasado cuando el ministro de Economía asumió en la Casa Rosada y todos su acólitos gritaban “Massa presidente” y el propio Massa y su esposa pedían silencio para no irritar a nadie. Pero no pudieron disimular las verdaderas intenciones.

Alberto no pudo evitar que se lo vea como un pusilánime. Sin embargo, para disimular no dudó ni un instante en esmerilar a cualquier funcionario o ministro que intentara hacerle sombra. Si alguien lo sabe es el propio Juan Manzur que llegó a la Jefatura de Gabinete con bríos que rápidamente se adormecieron porque los funcionarios faltaban a las reuniones de gabinete y los amaneceres solían encontrar a más de uno aún somnoliento. Manzur tenía cierto apoyo gremial al llegar a la Casa Rosada, pero al poco tiempo, empezaron a olfatear. Pero el Presidente no pudo con Massa y parece que el ministro sí pudo con el Presidente.

Está solo y espera

Raúl Scalabrini Ortiz escribió en 1931 “El hombre que está solo y espera”. La trama de aquel personaje porteño que describe desde la esquina de Corrientes y Esmeralda la vida de Buenos Aires, no tiene mucho que ver con este Tucumán. Sin embargo el título le da actualidad a la realidad que atraviesa el gobernador de Tucumán. Manzur espera que la Corte Suprema de Justicia de la Nación le diga que sí puede ser candidato. Manzur espera el resultado de los comicios de Mayo para saber con cuánta fuerza puede pelear algo en la vida nacional. Manzur espera ganar municipios de Juntos por el Cambio para llevar la ofrenda a Buenos Aires.

El mandatario tucumano ha quedado en esa encerrona donde nada depende de él directamente. Puede ayudar o hacer fuerza, pero la varita mágica la manejan otros. Inclusive suponiendo que la Corte no se meta en su candidatura, que el triunfo del peronismo sea holgado y que gane el Frente de Todos en alguno de los municipios que no controla el peronismo, aún así seguirá esperando la decisión de Cristina o de algún otro. Lo que ya sabe es que de Alberto no puede esperar nada. Menos aún cuando piensa que Agustín Rossi es el niño mimado del Presidente.

Esta semana que no volverá, Manzur no recorrió los portentosos edificios porteños sino las escuálidas calles de barrios tucumanos. La incertidumbre lo vuelve esquivo y le arrebata las palabras. Manzur necesita votos y triunfos. Osvaldo Jaldo también. Manzur quiere ganar la batalla capital. Ante la hipótesis de que Rossana Chahla ganara, el triunfo, ¿será del diputado Carlos Cisneros que se adueñó de la candidatura de la ex ministra de Salud o será de Manzur? La respuesta puede esperar. La duda fortalece al bancario.

Las otras batallas que empezaron a asomar el oficialismo las juega en terreno enemigo. Por eso las colas de ómnibus que se vieron en Yerba Buena por estos días no se trata del ensayo de un nuevo servicio de transporte de la ciudad sin veredas; refieren a varios actos del Frente de Todos que apuesta a arrebatar la conducción de Juntos por el Cambios en los municipios que no domina. Para ello impulsa y apoya candidatos que ni siquiera son de su propio cuño. Para el oficialismo el dinero para la campaña suele ser más fácil de conseguir.

Campaña cuidadosa

Cuando faltan tan sólo 21 días para los comicios, la campaña se desarrolla sin las acostumbradas agresiones y golpes bajos. Las rispideces quedan reservadas para la competencia interna que promueven los acoples para intendentes o para legisladores. Esas discusiones son propias del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio. No ocurren con las candidaturas de Federco Masso (Libres del Sur), Ricardo Bussi (Fuerza Republicana), Raquel Grassino (Política Obrera), Martín Correa (Frente de Izquierda), Juan Coria (Nos une el cambio) y Benjamín Burgos (Camino a la Lealtad).

Una de las razones que también inciden en esta merma de hostilidades es que cuando recorren barrios y visitan vecinos no encuentran rosas y libros, regalos que invita a hacer hoy San Jordi en la particularísima Barcelona. Por el contrario, la pobreza, la inflación, la incertidumbre, el enriquecimiento de los dirigentes políticos son ingredientes que alimentan el malestar popular. Ante ese panorama los partidos descriptos se anotan en la lista de las sorpresas que pudieran ocurrir el 14 de mayo.

Si no fuera por esta bronca que han desatado los desaciertos de conducción ya se podría adelantar que las elecciones de Tucumán mantendrían un statu quo general donde cambiarían muy poco las cosas. Acostumbrados a que los que más plata gastan en campaña, mejor les va y ganan. Y, justamente, los que más gastan son los que manejan instituciones públicas. En cualquier lugar podrían abrir sospechas de corrupción, pero ya forman parte del paisaje tucumano. El cambio del sistema electoral será la única herramienta para que se produzca alguna transformación.

En los próximos días empezarán a alfombrar las calles de toda la provincia las papeletas que servirán para elegir las 347 personas que ocuparán los cargos en disputa y que saldrán de los 17.943 candidatos que pugnan por ellos. Para conquistar esos votos se invertirán millones –los que están seguros de salir han separado entre 50 y 80 millones de pesos-, pero como nunca no hay certezas. ¿Qué es lo que quiere el elector? Ni los analistas políticos ni los periodistas que llenan espacios con razonamientos dan en el blanco. Están los electores de sectores muy bajos que no pueden razonar por el hambre. No faltan los de los sectores medios que están en una encrucijada porque apostar a un cambio puede significar perder lo que les está permitiendo flotar y están sectores de mayor capacidad económica a los que la encrucijada los invita a aceptar nuevas reglas de juego que no siempre están dispuestos a aceptar. Es más por ahí por donde se mueven las decisiones electorales que por el listado de preocupaciones que arrojan las deterioradas consultoras en esta frágil Argentina.

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