Elecciones en Tucumán: Manzur, una cucarda para volver a las grandes ligas

Elecciones en Tucumán: Manzur, una cucarda para volver a las grandes ligas

Tener que abandonar cargos ejecutivos por estrictas disposiciones constitucionales es un primer paso hacia un posible futuro de ostracismo político y partidario. Es una lenta agonía hasta su efectiva concreción debido al irrefrenable paso del tiempo y por la aparición de nuevos actores que vienen a ocupar los roles que deben abandonarse.

Sin embargo, está en las habilidades políticas de aquellos a los que les llega esta hora traumática de sus vidas públicas el retardar su definitivo ingreso a las páginas del anecdotario histórico. O bien tratar de mantenerse en el escenario del poder; lo que puede suceder a costa de haber consolidado una estructura propia que le responda más allá de las vicisitudes institucionales.

Es decir, mantener un liderazgo político interno pese a no disponer ya de la lapicera y de no tener más la última palabra para toda acción de gobierno. Instrumentos esenciales para la consolidación del poder, para imponer la voluntad.

A esa instancia clave de su vida pública llegó ayer el gobernador, Juan Manzur, tras la aplastante victoria de la fórmula oficialista Osvaldo Jaldo-Miguel Acevedo. Es que el peronismo usó de manera eficiente su maquinaria electoral -no exenta de clientelismo político e institucional- y aplastó a la coalición opositora con un resultado que se había vuelto común en comicios provinciales para el justicialismo: la obtención de 500.000 votos. Cabe mencionar que a esa cifra no llegó en las generales de 2021, cuando se eligieron senadores y diputados nacionales, ya que logró 400.000 adhesiones contra 380.000 de Juntos por el Cambio. Un numero que estremeció y puso en guardia al PJ. Cualquier duda se esfumó ayer.

¿Qué se le viene ahora a Manzur en función de esta victoria? Por un lado, el gobernador tiene la puerta abierta para ingresar al Senado en lugar de Pablo Yedlin, si es que este renuncia a la banca en la Cámara Alta, ya que resultó electo legislador por la Capital. Podría completar el mandato senatorial del ex ministro de Salud, que se extiende hasta 2027. Es una manera de volver a jugar en la liga mayor.

Como se sabe, por disposiciones legales no podía aspirar a un nuevo mandato al frente del Ejecutivo, aunque haya intentado ser candidato a vicegobernador acompañando a Jaldo, algo que la Corte Suprema de Justicia de la Nación obstaculizó al suspender la votación del 14 de mayo por una cautelar impulsada por Germán Alfaro. Se resignó y no apareció finalmente en la boleta del oficialismo; sin embargo, igual consiguió una cucarda para mostrar con orgullo; él sabrá cómo y para qué usarla en su espacio político, tanto en el plano provincial como en el nacional. Porque de alguna manera renació, tras abandonar la jefatura de Gabinete.

Lo celebró, pero sin euforia. Las razones para que su festejo no haya sido desmedido tienen un motivo: Jaldo y Manzur no constituyen un matrimonio político de confianza mutua, y vienen de atravesar una grave crisis interna que casi los lleva al divorcio. Además, con Jaldo ungido gobernador por el voto popular peligra la subsistencia política del manzurismo como espacio de poder en el PJ, máxime a partir del 30 de octubre, cuando el tranqueño se calce los atributos del poder: la banda y el bastón de mando.

Y si en las conductas políticas de las nuevas autoridades se impone la tradición verticalista del peronismo, donde el que gobierna se convierte en jefe partidario y conductor político,  Manzur peligra. Pero le quedan algunas alternativas para no ceder protagonismo y perder el capital acumulado tras 20 años de gestión política en Tucumán y en la Nación.  La cucarda que se puso ayer en el pecho le sirve a ese propósito. Para que no lo jubilen.

En lo inmediato lo más lógico es subirse al plano nacional del Frente de Todos, hoy en crisis por las indefiniciones respecto del mecanismo de elección de un candidato a presidente. La presencia de gobernadores peronistas, anoche, en la sede gubernamental es una señal en ese proceso de relanzamiento del mandatario tucumano. No desaprovechó esa imagen que lo potencia para reinstalarse en un plano del que se había autoexcluido en las últimas semanas: el nacional. Hasta guardó silencio respecto de la interna de FdT, ni se pronunció en favor de nadie, pero tampoco en contra de nadie.

Manzur ahora debe hacer pesar la victoria del PJ local, la de un distrito que -como se ve- le puede aportar medio millón de votos a la fórmula presidencial que finalmente proponga el Frente de Todos. Y la puede mostrar para ser reconocido en la mesa chica de las decisiones como un gobernador triunfante o bien para proponerse como eventual candidato.

No puede quedar afuera de ese tablero y de esta partida clave pues implicaría resignar sus pretensiones de protagonismo político en la vida del justicialismo. Eso lo acercaría más rápido al ostracismo y al olvido, pues es una debilidad que no se perdona en el peronismo.

De tal manera, no le cabe eludir la responsabilidad por ser uno de los vicepresidentes de la mesa nacional del PJ. El triunfo de ayer lo catapulta, y es lo que estaba esperando. Desde ayer ya no es el gobernador al que la Corte lo sacó del Ejecutivo, ahora es el principal referente peronista del norte, quien le ofrenda una victoria contundente al alicaído Gobierno de los Fernández, para llevarle esperanzas y ánimos. Como para que todavía no den por muerto al oficialismo en la lucha nacional. Eso merecería alguna consideración de parte de la dirigencia nacional del frente oficialista.

En ese marco, a Manzur le quedan dos días para trabajar por la unidad de los tres espacios del Frente de Todos -el miércoles vence plazo para la inscripción de alianzas- o para jugar en favor de uno de ellos; y le restan 12 días para terciar en la nominación de los candidatos del Gobierno, ya que el 24 deben anotarse los postulantes presidenciales de las distintas fuerzas políticas.

En ese trance, Jaldo no será un obstáculo; anoche quedó clara esa situación a partir de las palabras del vicegobernador cuando subrayó la efectividad de Manzur como el jefe de campaña del Frente de Todos. De aquí y hasta las generales, el gobernador estará más allá que acá; más metido en la interna nacional que en la gestión provincial. Se ganó ese lugar. Y allí también lo quiere Jaldo, por cierto.

Habrá que observar las maniobras de Manzur,  porque a partir de cómo se plante y cómo juegue la partida nacional ofrecerá indicios de lo que planificó para su futuro; si tratará de que el manzurismo no desaparezca, si será un contrapeso al jaldismo en la provincia o si pactará con Jaldo el futuro del peronismo provincial, para tranquilidad de todos. O si cree que su destino está en la liga mayor.

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