Desde hace unos años está de moda tomar colágeno. Esta proteína, presente de forma natural en nuestro organismo, principalmente en la piel y en los huesos, comienza a disminuir a partir de los 40 años, acelerando el proceso de envejecimiento. De ahí que muchas mujeres lo han incorporado a sus rutinas diarias, sea en forma de comprimidos, en polvo para diluir o en ampollas. Algunas opciones son económicas; otras, bastante caras. “Mantiene las articulaciones sanas”, “aumenta la energía y la recuperación después de hacer ejercicio”, “rejuvenece la piel”, “fortalece el sistema nervioso”, “regenera los tejidos”, “promueve el crecimiento del pelo y las uñas”. Son múltiples los beneficios que prometen estos suplementos (aunque varios expertos cuestionan la real efectividad del colágeno asimilado de esta forma y aseguran que mejor sería volver al clásico caldo de huesos, ese que se cocinaba largamente en las casas).
Un día de spa
Colágeno es entonces sinónimo de juventud, de energía, de vigor. Por eso el ingenio popular ha adoptado este término para hacer referencia, de manera metafórica, a las personas jóvenes (no menores de edad), especialmente hombres, que se vinculan sexoafectivamente con mujeres más grandes, contagiándoles algo de esa energía y frescura que la biología todavía no les ha arrebatado. Desde esta perspectiva, tales relaciones tendrían un efecto “rejuvenecedor” para ellas. Como un día de spa, que deja la piel más firme, elástica y radiante, aunque sea por un tiempo.
Pero claro que estas preferencias no sólo tienen que ver con el sexo: también obedecen a la búsqueda de intimidad y conexión emocional, de nuevas experiencias, de crecimiento personal… ¡de aventura!
Porque, si bien es cierto que no siempre la vitalidad tiene que ver con la edad, también ocurre que muchos pueden volverse más perezosos con los años. Tristemente se detienen y ya no esperan -tampoco buscan- novedad en este aspecto de sus vidas. Se aburguesan eróticamente hablando y empiezan a conectarse sólo con los problemas, las quejas, las malas noticias de los diarios. De eso hablan y allí se dirige su libido. Y pierden atractivo, es lógico.
Pero ojo, que también funciona a la inversa. En “Hechizo de luna”, maravillosa comedia romántica de los ochenta, al personaje interpretado por la inolvidable Olympia Dukakis (le valió un Oscar), mujer mayor cuyo marido está teniendo una aventura, un desconocido le revela: “Los hombres persiguen a las mujeres jóvenes porque tienen miedo a la muerte”.