Atlético Tucumán sufrió un duro golpe, pero zafó del papelón en Liniers

Antes de los 20’, el “decano” perdía 3-0 y estaba para encajar una goleada histórica; mejoró un poco y los nervios de Vélez lo ayudaron.

Atlético Tucumán sufrió un duro golpe, pero zafó del papelón en Liniers FOTO DE MATÍAS NAPOLI (ESPECIAL PARA LA GACETA)

En el José Amalfitani, Atlético Tucumán perdió un partido. Pero más allá del 1-3 final, lo más preocupante fue que durante los 45 minutos iniciales perdió el rumbo. E incluso lo pudo pagar más caro, con una debacle histórica. Su vergüenza y la mejoría exhibida en la segunda etapa, lo evitó.  

En ese sentido, el equipo de Sergio Gómez y Favio Orsi no estuvo a la altura de una “final”. No había un título en juego, pero su rival, con la soga del descenso al cuello, lo jugó como si lo fuera. Y el “decano” volvió a fallar ante la posibilidad cierta de meterse en zona de Copa Sudamericana.

Atlético exhibió voracidad en el arranque. Parado decididamente en campo de Vélez. Difícil imaginar lo que habría de sobrevenir poco después: el equipo más firme atrás de todo el certamen, con cinco vallas invictas en los últimos siete partidos, recibió tres cachetazos en espacio de poco más de 10 minutos.

Un desatino tras otro. El gol de Joaquín García, tras ¡un lateral de Claudio Aquino! y doble cabezazo en el área. El golazo de Santiago Castro, luego de un doble error de Bruno Bianchi y Guillermo Acosta en la cobranza de un tiro libre en campo propio. Y otro de cabeza, esta vez de José Florentín, ante la pasividad de su marca en una jugada de pelota parada. Vélez aprovechó todas las ofertas.

Un festival de desatenciones. Antes de los 20, 3-0 abajo. Un escenario impensado e inédito, sin antecedentes en los 12 partidos previos con la dupla en el banco. Es verdad que el equipo no venía teniendo buenas prestaciones, y que en los últimos partidos fue sostenido principalmente por un Tomás Marchiori “gigante”.

En las últimas semanas, las lesiones de Adrián Sánchez, principalmente, y de Marcelo Estigarribia –y Cristian Menéndez, en menor medida- debilitaron el andamiaje del “decano”, que perdió equilibrio e intensidad en el medio y peso específico en el área rival.

Al promediar la primera etapa, el riesgo de una paliza histórica flotaba en el ambiente. Los hinchas de Vélez no podían creer lo que veían. No solo su equipo salía del descenso, sino que se metía por entonces entre los cuatro primeros de la zona A.

El conjunto tucumano estaba groggy, como uno de esos boxeadores en cuyo rincón el entrenador se apresta a tirar la toalla para evitar males mayores. Pero no. El anfitrión desperdició un par de chances para aumentar y en los últimos 10 de la primera etapa la visita empezó a entregar señales de que podía recomponerse (incluso Mateo Coronel casi descuenta de cachetada).

A la hora del intervalo, la pregunta del millón era si la dupla movería el tablero pronto. Pero Gómez y Orsi hicieron algo lógico: quizá no quisieron “quemar” a nadie, quizá siguieron creyendo en su apuesta inicial.

Y el golazo de Coronel tras una delicadeza como asistencia de Ramiro Carrera les dio la razón. El descuento cambió el partido.

Vélez empezó a pagar el precio de su despliegue de la etapa inicial, además aparecieron las dudas propias de un equipo repleto de jóvenes que lucha por su supervivencia en un contexto adverso.

Coronel, un jugador distinto, de gran kilate, siempre peligroso, siguió preocupando a jugadores e hinchas locales. Yendo por dentro y por fuera.

Y si el recién ingresado Julián Carrasco hubiera acertado a la red en esa gran salvada de Gastón Gómez, quizá Atlético podría haberse llevado algo del “Fortín”.

Pero no hubo segundo descuento pese a la apuesta ofensiva postrera de la dupla y la arremetida final.

Para Vélez fue un gran desahogo. Para el “Decano”, una preocupación de cara al futuro.

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