La visión de Adepa: el rol del periodismo en la era de la IA

Bienvenidos los nuevos soportes y tecnologías. Reinvindicamos nuestros estándares profesionales y parámetros de verificación.

POR MARCOS NORMATIVOS. Las nuevas tecnologías son un saludable desafío para las empresas periodísticas. POR MARCOS NORMATIVOS. Las nuevas tecnologías son un saludable desafío para las empresas periodísticas.
30 Agosto 2024

Martín Etchevers

Para LA GACETA

Cada día que pasa, la prensa da cuenta de que los hallazgos institucionales más relevantes, las tramas más escandalosas del poder, los pliegues más opacos de la política -y no sólo de la política- son revelados, contextualizados, traducidos y jerarquizados por los medios periodísticos.

Que la información chequeada, procesada y explicada para que sea inteligible en un contexto de saturación noticiosa, proviene de organizaciones con personas y recursos para ello.

Que las opiniones con mayor sustento fáctico y argumentativo, aquellas basadas en datos y no sólo en militancia o ideología, encuentran espacio en las redacciones y son curadas por los medios de calidad.

Por eso reivindicamos el rol del periodismo y de las empresas periodísticas, aquí y en el mundo. El que puede denunciar los regímenes autoritarios, ocurran en Rusia, China, Irán o aquí más cerca, en Venezuela. El que invierte tiempo, esfuerzo, dinero y estructura en investigar un negociado estatal en su ciudad de origen. O aquel que envía corresponsales durante semanas o meses, en condiciones de vulnerabilidad y riesgo, al corazón del régimen de Nicolás Maduro. Y que muchas veces constituye una de las pocas vías de denuncia, oxigenación y difusión mundial de irregularidades, de abusos, de violaciones a los DDHH.

Pocos se animarían a discutir el papel del periodismo profesional en echar luz sobre episodios que convulsionaron a la sociedad argentina en las últimas semanas, que provocaron contundentes reacciones del Gobierno Nacional y aun posicionamientos geopolíticos de fuerte impacto regional e internacional. ¿Por qué, entonces, denostar al periodismo que posibilita exhibir en su impudicia esos atropellos y esas inmoralidades?

Periodismo que, además, reveló en las últimas décadas muchos de los problemas de corrupción, de distorsión económica, de inflación desenfrenada, de crecimiento de la pobreza, de desinversión educativa, de gasto político, de clientelismo y asistencialismo, frente a los cuales la sociedad decidió mayoritariamente levantar la voz en las pasadas elecciones.

Nada de eso hubiera sido posible sin periodismo, sin medios de comunicación, sin quienes tradujeran ese descontento social en números, en datos, en historias, en situaciones. El propio presidente encontró en los medios una plataforma para potenciar y llegar con su discurso, rupturista y convencido, enfático e histriónico, a buena parte de la sociedad.

IA y redes

Por eso matizamos y debatimos con esas afirmaciones absolutas que sostienen que las redes sociales, los motores de IA o las plataformas tecnológicas han venido a democratizar la información, a emanciparnos de la manipulación informativa o a posibilitar la participación ciudadana. No renegamos del avance tecnológico ni relativizamos las nuevas puertas que se abrieron para la expresión de los ciudadanos, para la aparición de nuevos actores comunicacionales, para el acceso a nuevos puntos de vista, para la conformación de un menú a la carta en el que creemos sentirnos casi como editores individuales.

Pero también sabemos que eso no reemplaza la búsqueda profesional de la información; que los dogmas y las creencias, por más convencidos e identificados que estemos con ellos, no necesariamente nos brindan toda la información disponible sino que ratifican nuestros prejuicios; que la ira y el enojo, si bien muchas veces naturales y justificados, no pueden ser la única guía a la hora de informarse, porque son el combustible para las noticias falsas, para los relatos manipulados, para la construcción de enemigos permanentes y, en definitiva, para el enfrentamiento y no para la construcción social. En unión y libertad, como sostiene nuestra Carta Magna.

Desde Adepa lo venimos diciendo sin medias tintas. Medios y periodistas no tenemos la verdad revelada ni estamos exentos de ser confrontados, rebatidos e incluso desmentidos. Tenemos pecados y cometemos errores. Pero cuando eso sucede, debemos dar cuenta de ellos ante la Justicia y ante la audiencia. Tenemos profesionales, tenemos firmas, tenemos nombres y apellidos que escriben, que editan, que se hacen responsables de lo que dicen y de lo que publican. ¿Esto nos garantiza infalibilidad o razón? Claro que no. Pero la labor de la prensa está protegida por la Constitución porque alimenta, desde su pluralidad de miradas, el debate democrático, la transparencia de los actos de gobierno y, en definitiva, la gestión de la cosa pública.

Las redes, muchas veces celebradas sin beneficio de inventario, atraen nuevas audiencias y generan nuevos lenguajes. Pero también favorecen el anonimato, viralizan la desinformación, permiten que el escarnio se multiplique de modo exponencial, generan un efecto intimidatorio en la conversación pública… En definitiva, no garantizan necesariamente más y mejor información. Tampoco más y mejor democracia o más y mejor capitalismo. Sobran ejemplos alrededor del mundo.

Lejos estamos los medios profesionales de pretender el monopolio de la información o de la comunicación pública. Bienvenidas sean las nuevas tecnologías y las nuevas plataformas. De hecho, estamos presentes en todas ellas. Pero al mismo tiempo, reinvindicamos nuestros estándares profesionales, nuestros parámetros de verificación, de ponderación, de atribución, de responsabilidad. Otra vez: si cometemos errores, si somos imprudentes, si actuamos con desinterés o malicia deliberada, si injuriamos o calumniamos, somos responsables. No pasa lo mismo con los ejércitos anónimos que invaden el universo digital. No pasa lo mismo con quienes pueden mentir, distorsionar o recortar, sin pagar por ello siquiera un costo reputacional. No pasa lo mismo con las compañías que diseñaron esos soportes tecnológicos y se benefician económicamente de ellos.

El aporte de los medios

Los medios periodísticos estamos convencidos de que la mejor contribución que podemos hacerle a esta y cualquier administración de gobierno es señalarle nuestras percepciones, nuestras observaciones, nuestras críticas. En todos los campos. Desde el político hasta el judicial. Desde el económico y social hasta el educativo. Y también creemos que lo más saludable es que esas miradas sean recibidas con amplitud, tolerancia y espíritu constructivo por las autoridades. No esperamos menos de un gobierno que hace de la libertad su bandera. Libertad que es el principio fundacional de Adepa. Ese espíritu también se aplica a nuestra labor cotidiana: si vemos que hay una restricción a un periodista, un hostigamiento en línea, una generalización injusta o una acusación infundada, la señalamos. No con ánimo confrontativo, sí con la vocación de que sea corregida y no se repita en el futuro. Lo mismo sucede cuando hay diferencias en el acceso a la información, o a los funcionarios, o incluso respecto al pago de deudas estatales. Todas situaciones que marca el Pacto de San José de Costa Rica. Lo hemos hablado con el vocero presidencial, que hoy nos acompaña con su equipo, y con quien hemos podido debatir, disentir y también encontrar puntos en común. Esperamos poder seguir haciéndolo con cada uno de los funcionarios de esta administración.

Como señaló el ex presidente Raúl Alfonsín cuando asistió, en funciones, a la comida del 25 aniversario de Adepa, hablando de su propia presencia esa noche: “Nada sería peor para un gobierno democrático que contar con una prensa incondicional, ni nada sería peor para los periodistas, para los editores, que un presidente agradeciéndoles su complacencia”.

Balance de poder

Hoy estamos viendo que en el mundo hay distintas actitudes por parte de las empresas tecnológicas y no tememos marcarlas. Vemos que algunas están dispuestas a entablar diálogos productivos, como sucede con los acuerdos que OpenAI está cerrando con algunos medios de Europa y Estados Unidos. Vemos también cómo Google viene desarrollando hace años un acercamiento bienvenido a nuestra industria, con programas de desarrollo y productos específicos. Pero creemos necesario que ambas partes entendamos que se trata del respeto a un derecho y de la consiguiente negociación para que ese derecho tenga valor de mercado, y no que hablamos de subvenciones simbólicas o de proyectos cercanos a la filantropía.

Los marcos legales que existen en el mundo aseguran que esa negociación exista realmente y no sea una ficción. Que sea privada, simétrica y razonable. Ese balance de poder es necesario en un contexto donde las empresas tecnológicas son mayores al PBI de un país y objeto de un escrutinio cada vez mayor en el mundo, tanto por los poderes judiciales como legislativos. Porque se trata de facilidades esenciales, de las que no podemos prescindir por su posición de dominio del mercado. Entonces resulta doblemente importante que actúen con responsabilidad y prudencia frente al resto de los actores que participamos del ecosistema digital, sean estos medios de comunicación o usuarios de la web.

Se trata de contar con marcos normativos que favorezcan acuerdos superadores entre privados, donde cualquier diferencia se zanje, en última instancia y como sucede en el sistema liberal capitalista, en el marco del poder judicial, encargado de resolver sobre las diferencias de intereses entre particulares. Sin ahogar la innovación y fomentando la economía del conocimiento, y al mismo tiempo resguardando el derecho de propiedad, tan caro a esta administración según lo destaca cotidianamente.

Ese es el camino al que aspira la industria periodística en el mundo y al que aquí adherimos nosotros. Y así como hemos destacado señales positivas aunque insuficientes de algunas tecnológicas, también debemos lamentar otras. Como la de Meta en Canadá o Australia, donde ha buscado eludir las leyes de preservación del periodismo modificando sus productos, bloqueando las noticias de los medios y afectando, por ende, el derecho ciudadano a la información. Este tipo de conductas de las empresas, lejos de favorecer la libertad de expresión, generan interrogantes sobre el compromiso con los marcos institucionales dentro de los cuales operan.

* Fragmento del discurso del presidente de Adepa, pronunciado el pasado jueves, en la cena de camaradería de la entidad.

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