

El caso de Eugenia Bosco, medallista olímpica de vela, expone una problemática que trasciende disciplinas y fronteras: los abusos que enfrentan las mujeres en el deporte. Bosco denunció un ataque sexual sufrido a los 12 años por parte de su entrenador en el Yacht Club Olivos, en Buenos Aires. Su relato no solo pone en evidencia la gravedad de estas situaciones, sino también la persistencia de mecanismos institucionales que fallan en proteger a las niñas deportistas. Según un estudio de ONU Mujeres titulado “La violencia contra las mujeres en el deporte”, publicado en 2022, el 21% de las atletas ha experimentado algún tipo de situación de este tipo en su niñez, resaltando la urgencia de abordar esta problemática. Esta cifra revela un problema estructural que afecta especialmente a los niños y niñas, y que requiere soluciones urgentes. En numerosos casos, los abusos ocurren en espacios que deberían ser seguros y bajo la supervisión de personas en posiciones de autoridad.
La reciente ola de documentales que visibilizan abusos en el deporte ha desempeñado un papel crucial en la generación de conciencia pública. “Atleta A” cuenta la historia de las gimnastas estadounidenses, como Simone Biles, que denunciaron al médico Larry Nassar o el seleccionado femenino de fútbol español, quienes alzaron la voz tras el beso no consentido del presidente de la federación a la jugadora Jenni Hermoso, son ejemplos contundentes. Estas producciones han logrado mostrar no solo las experiencias de las víctimas, sino también las fallas sistémicas que permiten que estos delitos persistan.
En muchos casos, las instituciones deportivas han priorizado proteger su imagen por encima de la integridad de las atletas. Organizaciones como la Federación Estadounidense de Gimnasia ocultaron denuncias durante años, lo que permitió que los abusos continuaran. Estos patrones de encubrimiento y silencio agravan el daño sufrido por las víctimas y perpetúan una cultura de impunidad. La violencia en el deporte también se manifiesta en otros ámbitos, como el acoso en línea. Según un estudio de World Athletics, durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, el 63% del acoso estudiado (entre 161 atletas y solo en X) fue dirigido a las dos mismas atletas. Más del 50% de las agresiones fueron machistas o racistas. En la cita de París se analizaron cuatro redes sociales (Instagram, TikTok, X y/o Facebook) y se siguieron las cuentas de casi 2000 atletas. Los números fueron más preocupantes todavía, las mujeres recibieron el 85% de los ataques en redes sociales. El 82% del acoso detectado fue dirigido a las mismas dos atletas (no se especifica quiénes son). De todos los comentarios y publicaciones verificadas como acoso, el 30% fue de naturaleza sexual o sexista, y el contenido racista abarcó el 18%. Este hostigamiento no solo afecta su bienestar emocional, sino que también constituye una barrera adicional para su participación plena en el deporte.
La capacitación en temas de género, la implementación de protocolos claros y la asignación de recursos suficientes para prevenir y sancionar estos abusos son medidas necesarias. El testimonio de Eugenia Bosco y de otras deportistas que han decidido hablar representa un acto de resistencia frente a un sistema que a menudo las silencia. Su valentía no solo contribuye a visibilizar una realidad dolorosa, sino que tiene un efecto multiplicador en el que otras víctimas se animan a realizar denuncias y contar su historia.
Controversia sobre deportistas transgénero
Recientemente, Estados Unidos ha impulsado una polémica propuesta para prohibir la participación de deportistas transgénero en competencias femeninas. Este debate ha provocado intensas discusiones sobre la equidad en el deporte, en un contexto donde las cuestiones de género y la identidad sexual han ganado visibilidad. Los detractores de la inclusión de transgéneros en categorías femeninas argumentan que podría haber ventajas injustas, especialmente en disciplinas físicas, debido a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. Por otro lado, los defensores sostienen que esta exclusión perpetúa la discriminación y margina aún más a las personas transgénero, quienes ya enfrentan dificultades para integrarse en muchas áreas de la sociedad.
La discusión se intensificó tras el controversial enfrentamiento entre la italiana Angela Carini y la argelina Imane Khelif, ocurrido el 1 de agosto. Carini abandonó el ring tras solo 46 segundos de pelea, un momento que ha dado pie a un debate sobre la equidad en el deporte. ¿Deberían aceptarse mujeres y hombres trans en las competencias? ¿Está obsoleta la división entre hombres y mujeres en el deporte? Estas preguntas siguen siendo objeto de reflexión y debate. En este contexto, las pruebas de verificación de género se han utilizado para asegurar que los atletas compitan en la categoría correspondiente, pero su implementación ha sido controvertida desde su creación. Desde los exámenes visuales de la década de 1960 hasta las pruebas cromosómicas de los Juegos Olímpicos de 1968 y las actuales pruebas hormonales, la ciencia detrás de estas pruebas ha sido puesta en duda.
La ciencia ha demostrado que el rendimiento deportivo depende de múltiples variables, y la testosterona es solo una de ellas. Las mujeres con niveles altos de testosterona son más comunes de lo que se cree, lo que abre un nuevo frente de debate sobre la equidad en las competencias. Este será un tema clave en los próximos años, especialmente con la proximidad de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028.
Estos casos reflejan una realidad preocupante que atraviesa el deporte a nivel mundial: la violencia y la discriminación estructural que enfrentan las mujeres. Mientras la visibilidad y el debate crecen, se necesita avanzar en soluciones que no solo protejan a las deportistas, sino que promuevan una verdadera equidad de género en todos los niveles de la competencia.