Salario mínimo: lejos de cubrir el costo de vida en Argentina

El poder adquisitivo del salario mínimo en Argentina sigue siendo insuficiente frente al alto costo de vida. Actualmente, el Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM), que asciende a $279.718, no alcanza para cubrir las necesidades básicas de un hogar tipo de cuatro integrantes. Según un informe de la Defensoría del Pueblo de Córdoba, este ingreso solo cubre el 65,6% de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y el 28,8% de la Canasta Básica Total (CBT), situando a las familias que dependen de él en pobreza e indigencia.

Desde 2019, el poder adquisitivo del SMVM ha disminuido drásticamente. En aquel año, el salario mínimo equivalía al 118,2% de la CBA y al 47,4% de la CBT, pero en 2024 esos porcentajes descendieron al 65,6% y al 28,8%, respectivamente. Este deterioro refleja el rezago del SMVM frente a la inflación y el aumento de los costos básicos, erosionando su capacidad para garantizar un nivel de vida digno.

Entre diciembre de 2019 y diciembre de 2024, las canastas básicas experimentaron incrementos exponenciales del 2.885% (CBA) y 2.633% (CBT), mientras que el SMVM solo subió un 1.557%, quedando muy por debajo de estos aumentos. Incluso en 2024, con una inflación más moderada, el salario mínimo no logró cerrar la brecha: mientras que la CBA y la CBT crecieron un 100,9% y un 117,1%, respectivamente, el SMVM solo subió un 79,3%.

La precariedad económica de los hogares que dependen del SMVM es crítica. Con ingresos que no cubren ni las necesidades alimentarias, estas familias enfrentan privaciones en transporte, salud, educación y vivienda. En muchos casos, la asistencia estatal, como la Asignación Universal por Hijo, se vuelve imprescindible para paliar estas carencias. En diciembre de 2024, una familia tipo necesitó más de tres salarios mínimos para cubrir el costo total de la CBT.

Históricamente, solo entre 2020 y 2021 el SMVM superó los aumentos de las canastas, pero esa tendencia no se sostuvo. La creciente brecha entre ingresos y necesidades afecta no solo a los trabajadores en relación de dependencia, sino también a jubilados y sectores informales. Este desfasaje no solo impacta en la calidad de vida de las familias, sino que también debilita el consumo interno y profundiza la desigualdad social.