Cada vez son más las parejas que buscan alternativas al modelo tradicional de relación, con el objetivo de prevenir los males que suelen aquejar a los vínculos estables y comprometidos en el largo plazo: acostumbramiento, pérdida de la pasión, roces por cuestiones domésticas, falta de espacios propios, son algunos ejemplos.

De este intento surgieron las llamadas “parejas de fin de semana”. ¿En qué consisten? Como su nombre lo sugiere: parejas que solamente se ven los sábados y domingos. Personas que consideran que lo más beneficioso es, de lunes a viernes, abocarse plenamente al trabajo, los amigos, el gimnasio, la familia de origen… y reservar el fin de semana, de forma exclusiva, para el amor. Una táctica orientada a estimular el deseo de verse y de compartir dos días memorables, como quien recrea los primeros tiempos del enamoramiento, dando lo mejor de cada uno (no hay margen para perder tiempo en pequeñas discusiones).

Se han señalado ciertas desventajas de este modelo: la inseguridad, los celos y las dudas que puede ocasionar la falta de contacto, el riesgo de caer en infidelidades o de que la relación se estanque sin más proyectos.

LAT-Relation

Un poco menos drástico es el caso de las “parejas que viven separadas”. El término original en inglés es “LAT-Relation” (por “Living Apart Together”) y se popularizó en los años ’70 en los Países Bajos, a raíz de una película (aunque podríamos citar entre sus pioneros a Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir).

Como es de suponer, se trata de personas que, teniendo una relación estable, han decidido no vivir bajo el mismo techo. Ya sea por no poder afrontar el mudarse juntos a causa de lo económico (es el caso de los jóvenes y no tan jóvenes que siguen viviendo con sus padres). O porque así lo prefieren: algo frecuente entre los adultos divorciados con hijos que de este modo evitan las dificultades adaptativas propias de las familias ensambladas (o que quedaron un poco fóbicos a raíz de malas experiencias anteriores).

Es obvio que no compartir la casa reduce al mínimo los conflictos relativos a la vida hogareña: limpieza, orden, compras de supermercado, decoración, hábitos de sueño, visitas, etcétera. También puede ser beneficioso para la pasión y el romance, y dar una mayor calidad a los encuentros (ya que éstos son planeados y no impuestos por la diaria). En cuanto a los posibles contras, son similares a los que enfrentan las parejas de fin de semana: inseguridades, celos, desconfianza.

Hora de dormir

El “Sleep Divorce” (“Divorcio de Sueño”, o “de Dormitorio”) es otra de las nuevas modas. Para quienes pueden hacerlo, por supuesto. Se trata de, viviendo en la misma casa, dormir en habitaciones separadas. Sus promotores aseguran que la vida sexual no se ve afectada en absoluto (y hasta por el contrario) y que es un camino de ida… ¡Claro! No necesitan conciliar diferencias: el horario de acostarse y levantarse, de apagar la luz, la decisión de mirar o no televisión, de quedarse leyendo un libro. Por no hablar de los ronquidos, la temperatura del aire acondicionado o la costumbre de algunos de abarcar toda la cama.

Es evidente que si no dormimos bien nos sentiremos cansados, poco productivos e irritables, todas cuestiones que repercuten negativamente en la relación de pareja.

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