Ucrania: el “jamón del sándwich” de Trump y Putin

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Ucrania: el “jamón del sándwich” de Trump y Putin
03 Marzo 2025

Carlos Duguech

Analista internacional

“Zelenski, Zelenski… me suena”. El mozo del restaurante, balbuceando mientras cavila. “¡Claro, el de barbita! El que anda pidiendo por todo el mundo ayuda para proteger a los ucranianos de los ataques militares del ruso Putin. El mismo que invitado por el Gobierno vino sin traje, sólo de remera oscura a saludar al nuevo presidente cuando asumía en diciembre de 2023”. Ucrania tiene desde 1945 una ligazón con la Argentina que uno no se imagina, a menos que indague en los archivos de la ONU.

Nuestro país estaba catalogado en el mundo de los Aliados, y particularmente en la URSS, como “filonazi”. Claro, durante casi seis años de la Segunda Guerra Mundial (IIGM) la no beligerancia (o la neutralidad) era cuestionada por los Aliados. El único país latinoamericano que no había declarado la guerra a la Alemania nazi. Frente a ello la URSS y Polonia no consentían que la Argentina integrara el panel de países que fundarían las Naciones Unidas a partir de la Conferencia de San Francisco (EEUU, abril de 1945). Finalmente, con un acuerdo suscrito por EEUU, URSS, y otros dos países se aceptó el ingreso de la Argentina, pero con la contrapartida del ingreso de Ucrania y Bielorrusia.

La soberbia disfrazada ¿De qué? ¿Por quién? Disfrazada de “acceso irrestricto y extraordinario a la información pública” e impuesta por Donald Trump, el mandamás de EEUU (“y del orbe todo”, diría él mismo, aunque no lo diga, todavía)

El salón oval de la Casa Blanca, ese recinto cuasi el “templo” donde se supone debe prosternarse la Humanidad toda, se transformó en un estudio abierto de TV con una platea de la prensa con cámaras y cronistas. Los actores: el presidente Trump y su vicepresidente, Vance. Primer actor de reparto: Zelenski, el ucraniano. Nunca antes se había visto en directo una conducta tan desafiante y despreciativa de un presidente de una potencia hacia otro. Casi humillación desde una plataforma de soberbia, como herramienta. Suficiente como para elaborar un diagnóstico: EEUU, proveedor a Ucrania de aportes fabulosos en financiamiento y equipos bélicos, no deja sino la impresión de un usurero que va por todo contra el “deudor”. Por todo, por su dignidad, por sus posesiones, por sus harapos.

Desde ese 24 de febrero de 2022 se instaló en el escenario mundial un conflicto bélico que arranca, nada menos, con una invasión militar de Rusia planeada por Putin. A tres años de ese golpe de muerte y demolición estas son las cifras: más de 150.000 muertos, 12.600 civiles. 30.000 heridos. ¿Y los niños ucranianos? 673, muertos por la metralla rusa. Claro, la consecuencia de 25 ataques aéreos promedio que no discriminan sobre víctimas. Típico de bombardeos a ciudades. Matar, criminalmente, y a sabiendas. A ello sumado hechos no sangrientos pero avasalladores: el 20% del territorio ucraniano ocupado por las fuerzas rusas. y el éxodo interno y exterior de 14 millones de personas.

Abstención argentina

La Asamblea General de la ONU, reunida en el tercer aniversario de la invasión armada que lideró Putín, proponía, concretamente, que Rusia cesara todo hostigamiento a Ucrania y que procediera a retirar inmediatamente sus tropas. Y sin condiciones, de modo que Ucrania recuperara su soberanía sobre la totalidad de su territorio. Claro, una demanda ilusoria a la luz de los hechos y las voluntades de quienes deberían sentirse obligados. La Argentina, que desde el inicio de la guerra se mostró solidaria con Ucrania, se abstuvo en la votación, como si nunca hubiera sucedido ni la invitación especial a Zelenski a la asunción de nuestro presidente ni los abrazos solidarios, tan deliberadamente publicitados en su tiempo.

¿Estamos ante un nuevo alineamiento geopolítico? Sí, con una evidencia de que a la hora de clamar adhesiones por Malvinas (hoy un asunto, junto a otros 15, en el Comité de descolonización de la ONU) nos encontraremos con alteración en las posiciones de los que alguna vez apoyaron el reclamo argentino. Las abstenciones son más muestra de debilidad de las posiciones en tanto ellas contradigan ostensiblemente conductas que parecían lógicas y permanentes.

Ucrania: en un sándwich

Entre Rusia y los EEUU. Más aún, entre Putin y Trump -bien apretado-, Zelenski. A partir de este “menú” de circunstancias, Europa asumiría -se espera- un protagonismo doble: el de ser coherente con lo que ya viene haciendo desde el inicio de la guerra lanzada por Rusia, con aportes financieros y equipos para la defensa. Y también para la salud de los ucranianos. El protagonismo que hasta ahora estaba anudado en la memoria colectiva europea, pese al tiempo transcurrido, del “Plan Marshall”, por una parte. Y al “protectorado” que aparenta significar la pertenencia a la OTAN, esa alianza atlántica del norte nacida el 4 de abril de 1949. ¿Dónde? Dónde, sino en la capital de los EEUU cuando 12 países suscribían el Tratado de Washington, casi como una necesidad que diseña el imperio de la “Guerra fría”. Cuando la Alemania (occidental) ingresa a la OTAN, desde la URSS, alertados, crean como contrapartida su antiOTAN (aunque casi seis años más tarde, en 1955). Emergía el “Pacto de Varsovia”. Disuelto, sin embargo y pese a la vigencia de la OTAN, en 1991.

Ahora, la UE

Oportunidad de la historia para la Unión Europea. Aquella que en la mente de un líder carismático y de trascendente protagonismo cobraba entidad sorprendente. En su libro Perestroika (“Nuevas ideas para nuestro país y el mundo”) osaba Gorbachov indicar que Rusia pertenecía a “la casa común europea”. Una definición sólida en su estructuración, como un sano intento de armonizar el sentido amplio de “Occidente”.

Hoy la UE deberá pisar con firmeza el terreno de su gestión para consolidar protagonismo independiente del “paternalismo” político, militar, estratégico -particularmente durante estos cuatro años del mandato de Trump-. Y poner en juego todas y cada una de las virtudes y capacidades de una Europa cohesionada que, desde hace tiempo, aspira a que lo de las guerras mundiales que la tuvieron por escenario y con doloroso protagonismo no se pueda volcar fantasmalmente sobre su historia.

Tal vez haya que revisar los acuerdos de Maastricht de modo que permitan reestructurar la UE para darle más flexibilidad y potencia. Será el resurgir de Europa con tantos atributos e historia que sostendrá -imprescindible ese paso- una alianza internacional particularmente independiente y consolidada.

Laissez faire, laissez passer

El mundo está viviendo con los nuevos protagonistas en las cumbres del poder el ejercicio irrestricto de gestión, a como sea, para objetivos estratégicos o de largo plazo. El “dejar hacer, dejar pasar” de la emblemática propuesta en francés, desde el ámbito económico no debería ser empleado en el terreno político global. Sería el suicidio del equilibrio político internacional.

En la apertura de la cumbre en Londers -de ayer- una veintena de representantes de otros tantos países de la UE recibieron al presidente de Ucrania, Zelensky. El primer ministro británico, Keir Starmer señaló con énfasis que los líderes europeos están afrontando “un momento único en una generación para la seguridad de Europa”.

Úrsula von der Leyen, (preside la Comisión Europea) afirmó tras la cumbre en Londres que urge rearmar Europa, enfatizando: “Hay que intensificar el esfuerzo en Defensa”. Si agregamos lo expresado por el presidente de Francia llegamos a una conclusión: todo está -quiérase o no- ligado a la industria (y al mercado) bélicos, como la arena al mar. Propuso el debate sobre el paraguas nuclear europeo, nada menos. Lo estima esencial para una estructura defensiva de Europa. Respecto de Putin señala que conduce una Rusia súper armada y agresiva.

Vale señalar que de resultas de la cumbre de ayer en Londres, muchos de los representantes afirman que sus países están dispuestos con efectivos militares y aviones para controlar el cumplimiento de un acuerdo de paz Rusia-Ucrania. Europa, finalmente: ¡Europa!

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