
Por Verónica Di Gregorio para LA GACETA
“Descansa mi bella Julieta, ninguna injusticia podrá hacerte daño ahora y el mundo te recordará siempre por tu belleza por dentro y por fuera”. Así despidió Leonard Whiting a Olivia Hussey, fallecida el 27 de diciembre pasado. Ambos protagonistas de la icónica producción cinematográfica de Franco Zeffirelli “Romeo y Julieta” (1968), basada en la obra de Shakespeare. El film fue considerado una de las adaptaciones más fieles a la obra e introdujo a nuevas generaciones al mundo del mayor dramaturgo de todos los tiempos.
La primera vez que vi la película fue en una clase a los 13 años. Cuando la maestra nos contó que Olivia no solo era argentina, sino que había ido a nuestro colegio, quedé deslumbrada con su historia. Hija del cantor de tango Osvaldo Osuna y la inglesa Joy Hussey, Olivia nació en Buenos Aires en 1951. De pequeña se mudó a Londres con su madre, donde comenzó su carrera de actuación en el teatro y fue allí donde Zeffirelli la conoció, cuando ella tenía solo 15 años. Impactado con su belleza y prematuro talento la convocó para encarnar a Julieta en el film con el que alcanzó fama mundial, ganando un globo de oro a la mejor actriz revelación.
Ficción y realidad
Cuando pensamos en la historia de Romeo y Julieta es inevitable asociarla a Shakespeare. Sin embargo, la trama no fue ideada por el escritor; tiene una larga serie de versiones anteriores muy similares entre sí. Puntualmente el autor se inspiró en el poema “Romeus and Juliet” del escritor inglés Arthur Brooke (1562), quien a su vez se basó en versiones italianas previas de los escritores Matteo Bandello, Luigi Da Porto y Masuccio Salernitano.
Cuando viajé a Europa por primera vez, fui a Verona en busca del emblemático balcón. Todavía recuerdo mi decepción cuando llegué a la Vía Capello 23 y vi la supuesta casa de Julieta con un balcón que nada tiene que ver con el de Zeffirelli ni mucho menos con el que tantas veces imaginé al leer los versos de Shakespeare. Lo cierto es que la casa atribuida a Julieta es un palacio medieval que perteneció a los Dal Capello, familia veronesa del siglo XIII. De esta similitud entre los nombres nació la creencia popular que atribuye la casa a la familia Capuleto o Cappelletti, y el famoso balcón no es más que una construcción agregada en el siglo XX. El edificio se transformó en museo hacia el año 1905 y en él se puede ver una ambientación del dormitorio de Julieta, distintas habitaciones con muebles de la época y trajes originales de la película de Zeffirelli. En el patio central, rodeado por muros escritos con mensajes de amor, se encuentra la estatua de bronce de Julieta a la que miles de visitantes tocan cada año como parte de un ritual ligado a la suerte en el amor. Esta escultura representa, según la obra de Shakespeare, la que promete construir el padre de Romeo en honor a la bella Julieta, luego de que Montescos y Capuletos hicieran las paces al encontrar a los amantes muertos.
Aunque los personajes de la trama son ficticios, las familias Montecchi y Cappelletti coexistieron en Italia durante el siglo XIII. Pertenecían a facciones políticas enemigas (Güelfos y Gibelinos) pero nunca llegaron a luchar entre sí, ya que los únicos oriundos de Verona fueron los Montecchi. Es nada menos que Dante Alighieri -vivió en Verona ocasionalmente durante los años 1303 a 1318- quien menciona por primera vez una rivalidad ficticia entre estas familias en “Purgatorio’’ (La Divina Comedia) y se presume que es a partir de esta mención que surge la historia de esta rivalidad.
De Verona a Mantua
Recorriendo la ciudad por fuera del circuito turístico, descubrí que Verona es mucho más que el escenario de Romeo y Julieta. Con más de 2000 años de historia, que se remonta a la época prerrománica, tiene un vasto patrimonio arquitectónico y cultural. Su famosa arena -sede de conciertos y espectáculos-, su puente romano, imponentes palacios renacentistas y románticas callecitas empedradas hacen que valga la pena visitarla.
Siguiendo los pasos de Romeo, viajé a Mantua, pequeña ciudad que queda a menos de 50 km. de Verona y en la que se exilia Romeo luego de matar a Teobaldo – pronunciando entre lágrimas “No hay mundo fuera de las murallas de Verona”-. Mantua también sorprende por sus monumentos emblemáticos y un centro histórico medieval perfectamente conservado. Ambas ciudades fueron declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco a partir de del año 2000.
A pesar de que no hay rastros reales de los personajes en Verona, siempre será considerada la ciudad del amor eterno por ser cuna de esta historia, al igual que Olivia Hussey, con su cara angelical, seguirá inmortalizada como Julieta. Es la combinación de la genialidad de Shakespeare con la actuación de Olivia y la dirección de Zeffirelli, sumadas al encanto de Verona, la que mantuvo viva la llama de esta tragedia a lo largo del tiempo.
“Porque nunca hubo -cierra Shakespeare su obra- una historia tan trágica como la de Julieta y su Romeo”.
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Verónica Di Gregorio – Especialista en Educación.