La serie “Adolescencia” quizás debería llamarse “Infancia”

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La serie “Adolescencia” quizás debería llamarse “Infancia”

¿A quién observamos al ver “Adolescencia”? ¿Es Jamie, el joven de 13 años acusado de un crimen, quien nos impacta con sus secretos y miradas llenas de lágrimas? ¿O son los adultos, como Eddie o el inspector Bascombe, abrumados por la angustia, quienes nos advierten sobre nuestra ignorancia del mundo de nuestros hijos? Sea quien sea, hay también un personaje ausente y víctima de los silencios que no supimos escuchar.

En los últimos días, las notas sobre los múltiples significados de la serie británica estuvieron entre las más leídas de la edición digital de LA GACETA. Artículos sobre el significado de los emojis que intercambian sus personajes o palabras como “incel” despertaron la curiosidad de lectores que desconocían un complejo diccionario generacional.

Sin duda, la serie interpela sobre la enorme desconexión que tenemos con nuestros hijos. Pero existe una paradoja en las nuevas relaciones que intentamos construir. A diferencia de otras épocas, contamos con más herramientas y momentos de comunicación con los más pequeños. Más allá de los dispositivos tecnológicos, existen más recursos pedagógicos, académicos e institucionales que facilitan un acercamiento empático. Sin embargo, los temores actuales han llevado a que los más pequeños pasen más tiempo en sus casas y habitaciones. Aunque asisten a clases de inglés, gimnasia o robótica, han perdido espacios de sociabilidad más diversos, ya que la calle se percibe como más peligrosa que antes. Hemos tomado estas precauciones, pero al mismo tiempo hemos descuidado otros aspectos de la vida de nuestros hijos que desconocemos.

Esos aspectos están mediados por lenguajes, símbolos y lógicas algorítmicas que aún no comprendemos. Es cierto que nuestra generación se digitalizó y se adaptó a un nuevo mundo inmaterial, pero ahora enfrentamos una etapa diferente y compleja. Con más plataformas, tipos de interacción y un universo casi infinito de interacciones, los más jóvenes están mucho más expuestos que en la calle o en un club.

El primer celular

Sin embargo, la adolescencia no es la etapa donde comienzan estos desafíos. Datos alarmantes indican que más del 70% de los menores tuvo su primer celular a los 9 años o antes. Mucho antes de la pubertad, los niños ya pasan más de cinco horas frente a una pantalla, interactuando con videos, juegos o redes sociales. Estas fueron algunas de las conclusiones de un informe realizado en Salta durante 2023 y 2024 por la Universidad Católica, que relevó la presencia de dispositivos tecnológicos en la vida diaria de niños, niñas y adolescentes. Los resultados del proyecto de extensión universitaria “Protección Digital de los NNyA - ProDigNNNA” se obtuvieron mediante encuestas en 64 instituciones educativas de Salta Capital, seleccionadas por condiciones de factibilidad operativa, y abarcaron más del 20% del universo de escuelas primarias y secundarias de dicha provincia.

El acceso temprano y el tiempo de conexión no fueron las únicas preocupaciones planteadas por los responsables del estudio. El trabajo reveló una preocupante exposición de niños, niñas y adolescentes a riesgos en el entorno digital. Un 24% declaró haber participado en retos virales, muchos de ellos peligrosos para su salud física y emocional. Además, el 28% se comunicó ocasionalmente con desconocidos en internet, y un 6% lo hizo usando plataformas como Instagram, WhatsApp, TikTok, Free Fire y Roblox. También se detectó que un 9% accedió a aplicaciones de casino online, influenciados principalmente por la publicidad deportiva o influencers. En cuanto a las relaciones virtuales, el 48% recibió propuestas de noviazgo en juegos o aplicaciones, y también declararon haber recibido propuestas de adultos para enviar fotos sin consentimiento. A pesar de las campañas públicas, la encuesta revela un alto desconocimiento sobre sexting y grooming (77% y 57%, respectivamente), y lo más preocupante es que el 30% de quienes vivieron situaciones de miedo o incomodidad en línea no lo compartió con nadie, lo que evidencia la urgente necesidad de acompañamiento y educación digital.

No hace falta irse hasta Inglaterra para conocer a Jamie. Los datos locales muestran que los más chicos están incursionando, desde edades muy tempranas, en entornos desconocidos y peligrosos para los cuales no están preparados. Pero ni ellos, ni nosotros como adultos, tenemos las herramientas suficientes para recuperar su atención. Quizás debamos empezar por lo más simple, ya que no podemos competir con los cientos de estímulos que provienen de las pantallas: la comprensión, el afecto y la presencia están más cerca y fueron los pilares con los que supimos conectarnos con ellos. Es hora de fortalecerlos para que, al menos, puedan volver a confiar en nosotros.

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