APROPIACIÓN. Los seguidores de Bolsonaro se visten con los colores de la bandera de Brasil.
SAN PABLO, Brasil.- La marcha convocada por Jair Bolsonaro, el ex presidente de Brasil que está acusado de intentar un golpe de Estado para evitar entregar el poder, reunió a miles de manifestantes. Vestidos de amarillo y verde, los colores de Brasil, salieron a la calle, ayer, en San Pablo, para pedir “justicia” por el ex mandatario, que enfrenta décadas de prisión si se lo condena.
“Brasil nos necesita a todos. Es por la libertad, por la justicia”, dijo en los últimos días el ex mandatario de ultraderecha (2019-2022) en la plataforma X, al convocar a sus simpatizantes a una marcha por la avenida Paulista, emblemática arteria de la mayor metrópolis de América Latina.
La manifestación cierra un mes particularmente agitado para Bolsonaro en el ámbito judicial. En una fase clave en su proceso en el Tribunal Supremo de Justicia, el ex presidente negó cualquier intención golpista durante el esperado cara a cara con el juez Alexandre de Moraes, el magistrado al que Bolsonaro había tachado de “canalla”.
El ex jefe de Estado de 70 años está acusado de ser el “líder de una organización criminal” que conspiró para mantenerlo en el poder tras perder las elecciones presidenciales de octubre de 2022 ante el presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva.
Según la Fiscalía, el supuesto plan golpista, que preveía incluso asesinar a Lula y a otras autoridades, no se concretó por falta de apoyo del alto mando militar.
“Psicópata”
Inelegible hasta 2030 por cuestionar sin pruebas el sistema electoral, Bolsonaro arriesga una condena de hasta 40 años de prisión por los cargos de tentativa de golpe de Estado y organización criminal, entre otros, pero afirma ser víctima de una “persecución política” destinada a impedirle postularse a las presidenciales el próximo año.
“Hay una justicia para la izquierda y un estado de excepción para la derecha. Los jueces del Tribunal Supremo ni siquiera fueron elegidos y están tomando el poder en Brasil”, dice a la AFP un manifestante que se hace llamar “Julinho Corazón de León”.
Este sexagenario lleva una toga negra de magistrado, con una simple tela a modo de bermuda y largas medias blancas. “Alexandre de Moraes es un psicópata, ha destrozado la Constitución”, insiste.
A mediados de junio, el cerco judicial se estrechó en contra de Bolsonaro cuando la policía federal recomendó inculpar a uno de los hijos del ex presidente, Carlos, sospechoso de haber participado en una red de espionaje ilegal durante el gobierno de su padre.
Según los investigadores, el ex presidente era el “principal destinatario” de la información obtenida, además de estar “en el centro de las decisiones” relacionadas con la elección de las personalidades espiadas por una “estructura paralela” dentro de la agencia brasileña de inteligencia (Abin).
“Pacificación”
“Esta manifestación es un disparate”, comenta Dionisio Teixeira, vendedor de discos de vinilo en la avenida Paulista, que los domingos se transforma en una peatonal. “Este tipo (Bolsonaro), que quería hacer explotar Brasilia y matar a su adversario, debería ir a prisión. No sé cómo la gente todavía puede venir aquí para defenderlo”, añade.
Varias manifestaciones se han organizado desde el inicio de los problemas judiciales de Bolsonaro, pero la asistencia parece haberse reducido en los últimos meses, incluso ayer.
Según cálculos de la Universidad de São Paulo, unas 45.000 personas participaron en la última marcha en la avenida Paulista en abril, casi cuatro veces menos que en febrero (185.000). En estas últimas manifestaciones, la consigna era la “amnistía” de las personas condenadas por los eventos del 8 de enero de 2023 en Brasilia.
Ese día, miles de bolsonaristas tomaron los sitios de poder en la capital brasileña, exigiendo una intervención militar para desalojar a Lula del poder, una semana después de su investidura.
“Se precisa hablar de libertad (...) vamos a promover la pacificación”, declaró recientemente el gobernador de San Pablo, Tarcisio de Freitas, quien acudió a la marcha. Este ex ministro de Bolsonaro es uno de los favoritos para representar a los conservadores en las elecciones presidenciales de 2026.























