EL ÚLTIMO. Darío Pérez estuvo prófugo durante casi 10 años.
La detención en Brasil de un condenado por abuso sexual que estuvo evadido durante más de dos años volvió a abrir un largo debate. ¿Cuán difícil es mantenerse prófugo en Tucumán? Un interrogante que no tiene una respuesta, sino varias que pueden estar vinculadas a cuestiones económicas, el sentido de la obligación cívica y hasta la misma suerte.
“Sin lugar a dudas los recursos de que disponga la persona que está siendo buscada serán fundamentales para su futuro. No es lo mismo alguien que no cuente con dinero que otros que tienen recursos para vivir en la clandestinidad”, dijo el comisario Miguel Carabajal, jefe de la ex Brigada de Investigaciones.
En la historia policial tucumana hay varios ejemplos que convalidan las palabras del funcionario. El femicida Roberto Rejas, condenado por la muerte de Milagros Avellaneda y de su hijo Benicio, fue detenido en un camping de Salta porque esperaba que sus allegados le enviaran dinero para poder continuar con su viaje a Bolivia, donde pensaba radicarse. Estuvo en la clandestinidad menos de un mes
Miguel “Miguelón” Figueroa gastó una fortuna en cirugías estéticas para cambiar su fisonomía. Luego se supo que, usando la identidad de un catamarqueño vinculado en causas narco, alquilaba departamentos de manera temporaria para evitar dormir dos noches en un mismo lugar. Así logró mantenerse prófugo durante dos años.
RECURSOS. “Miguelón” Figueroa gastó fortunas para vivir fugado.
“Muchas veces también influye cuál es la vida que llevan adelante estas personas cuando están en la clandestinidad. Su conducta puede ser determinante para poder dar con ellas. Si reinciden es muy probable que terminen siendo detenidos”, explicó Carabajal.
Hay varios casos para confirmar los dichos del investigador. Luis Piccinetti, condenado por el crimen de un agricultor de Trancas, fue detenido en Bolivia, país donde pasó de dormir en prostíbulos a relacionarse sentimentalmente con una mujer de alto poder adquisitivo que le entregó dos gimnasios para que los administrara. En Tucumán se había escapado antes de que lo condenaran y vivió en la clandestinidad durante cuatro años.
Darío Pérez, el ex policía acusado del crimen del juez de Menores Héctor Agustín Aráoz, que estuvo casi 10 años prófugo de la Justicia, según las investigaciones, podría haber trabajado para narcos en Bolivia y Paraguay. “Siempre fue un tipo muy frío y especulador. Para vivir en la clandestinidad y en ese ambiente, si tenés un buen comportamiento, también te pagan con protección”, dijo un ex compañero de la fuerza. Fue capturado en julio pasado y sentenciado a perpetua en agosto.
Hay un último ejemplo. Enrique “Ricky” Puenzo fue acusado del transfemicidio de Alejandra “Power” Benítez, caso registrado en noviembre de 2021. En junio, fue absuelto por el beneficio de la duda. Por pedido de los acusadores, la Corte Suprema entendió que el tribunal que intervino no había valorado correctamente la prueba y ordenó un nuevo debate. El acusado, salteño, integrante de una familia acaudalada de Joaquín V. González, no se presentó a una audiencia que debía realizarse en octubre de 2022. Lo último que se supo de él es que disfrutaba de días de playa en Cancún, México.
El procurador Miguel Antonio Vega huyó en mayo de 2023 de un estudio jurídico de Concepción. Un tribunal había aceptado que cumpliera la prisión preventiva con la modalidad de arresto domiciliario hasta que la Corte Suprema de Justicia de la Provincia confirmara la condena a perpetua por el crimen del panadero Carlos Chequer. Fue detenido en enero de 2024 por los carabineros por haber utilizado una billetera virtual falsa en un local de Iquique.
ERROR. El procurador Vega fue detenido por cometer una estafa.
También hay ejemplos de prófugos que, mientras vivían en la clandestinidad, se hicieron respetar por la sociedad. Carlos Marcovich, el hombre que cometió un crimen para fingir su muerte, se ganó el respeto de sus vecinos. Salvó a un salteño del ataque de un perro. Nadie sabía quién era ese héroe barrial.
Recompensas
Una de las herramientas más utilizadas por las autoridades es ofrecer una suma de dinero a las personas que aporten información para dar con los prófugos. Esta es una cuestión meramente política. Un funcionario judicial debe iniciar un trámite ante el Ministerio de Seguridad de la Nación o de la Provincia para que se active este sistema. En caso de aceptarlo, el Estado dispone de un monto y publica el rostro del evadido, los datos personales, el delito que cometió y la promesa que su identidad será mantenida en secreto. Pese a ello, los resultados no son siempre los mismos.
Por el tiroteo registrado a la salida de una fiesta electrónica, Facundo Ale, hijo de Ángel “El Mono” Ale, se mantuvo prófugo durante varios días. La Provincia ofreció $30 millones y su padre decidió entregarlo. Algo similar ocurrió con David “Petiso David” Lobo. Esa misma suma de dinero ofreció la Provincia para el hombre que estaba siendo buscado en una causa de droga. Al enterarse del ofrecimiento, decidió presentarse ante las autoridades.
Jorge Orlando Vera está prófugo desde junio de 2007, fecha en la que mató a sus dos hijos y a su esposa en Los Pizarro, en el sur de la provincia. Es el único tucumano que aparece desde esa fecha en el listado de prófugos por el que se ofrece recompensa. En su caso es de $5 millones, el máximo monto que otorga la Nación.
Justamente, la falta de actualización en los valores de los ofrecimientos es una traba. Los especialistas sostienen que es muy poco probable que alguien decida jjugarse” para brindar información sobre algún evadido por ese monto. “Es muy probable que la persona que ayude quiera cambiar su vida para evitar represalias. Con ese monto, no pueden hacer nada. Es probable que un narco pague más por el silencio”, dijo uno de los consultados por LA GACETA.
Complicaciones
Las investigaciones para dar con los prófugos normalmente tienen un indicio complejo. En la mayoría de los casos, los buscados se evadieron por un error o una omisión de las autoridades, ya sean policiales o judiciales, por lo que primero se debe esclarecer cómo se escapó para determinar cuál podría ser su paradero.
Piccinetti, Pérez, Vega y Puenzo es muy probable que nunca se hayan conocido. Pero eligieron los mismos caminos para escaparse: las rutas que conducen a Bolivia, país que está a poco más de 500 kilómetros de nuestra provincia y cuya frontera cuenta con centenares de pasos ilegales.
“Es un problema importante que afrontamos por los pasos ilegales. No se puede decir que no hay controles; el drama es la facilidad que hay para cruzar la frontera por los pasos clandestinos”, finalizó Carabajal.
Un caso especial: Piccinetti, el prófugo que contó con el apoyo de las mujeres que enamoraba
“Yo preso no quiero ir. Voy a sufrir mucho viendo crecer a mis hijos y nietos desde la cárcel. El sólo hecho de pensar en las requisas durante las requisas me pone mal”, dijo Luis Rafael Piccenetti antes de fugarse. El acusado del crimen del agricultor José Luis Salas emitió esas palabras en la penúltima audiencia en su contra. Sabía que estaba cerca de recibir una condena perpetua y por eso decidió escaparse. Estuvo ocho años prófugo y fue recapturado en Bolivia. El masajista e instructor de gimnasia revolucionó Trancas cuando abrió un gimnasio. El joven mantuvo una relación con Silvia Raquel Lai y otras mujeres de esa localidad. Ambos, según la acusación, planearon el crimen que fue cometido en julio de 2007. En febrero de 2011, cuando estaba previsto que se conociera el fallo, Piccinetti desapareció. Los investigadores tenían la información de que había huido a Bolivia, pero nunca lo pudieron encontrar. En ese país, según las pesquisas, estuvo en varias ciudades trabajando en prostíbulos, en bares y gimnasios. Se sospecha que en 2015 se instaló en Cochabamba. Allí formó pareja con una mujer acaudalada. En esa ciudad, no sólo se sometió a varias cirugías estéticas, sino que además, con el capital aportado por su pareja, administraba dos centros de entrenamientos para mujeres. Los pesquisas que lo detuvieron en 2019 establecieron que en su último destino era conocido por circular en vehículos de alta gama y mantener varias relaciones en simultáneo. Sospecharon que por sus encantos, no sólo conseguía trabajo y favores, sino que además recibía el dinero que le permitió vivir en la clandestinidad durante ocho años. “Nunca fui un ganador, pero sí un buen chamuyero”, le dijo en una oportunidad a LA GACETA. El taficeño fue trasladado a la provincia. En 2019, finalmente fue condenado a perpetua.




















